Perspectiva: ayudar a investir a Pedro Sánchez es ayudar España

Cuando el president Puigdemont pronunció en Girona el segundo y último discurso como president con la República Catalana proclamada, aludió a la necesidad de tener en cuenta tres P: paciencia, persistencia y perspectiva. La paciencia y la persistencia son elementos siempre necesarios en la política, un clásico. La sorpresa para mí, más aún sabiendo como Puigdemont mastica las palabras antes de decirlas, fue la aparición de la palabra ‘perspectiva’.

Tener perspectiva siempre es difícil. Muy difícil. Porque la perspectiva depende sobre todo de la interpretación intelectual que cada uno hace de la realidad. Por lo menos desde la famosa polémica de Cicerón sobre el porqué de la ausencia en la lengua griega de un vocablo que equivaliera al latín ‘ineptus’, Cualquier analista honesto y sensato sabe cuán delicado y difícil es ser categórico en nada. Por eso la política depende tanto de la capacidad de convencer, y la capacidad de convencer depende tanto de la capacidad de bombardear a los individuos con imágenes, con creencias, sobre qué es fuerte y es débil, sobre qué es razonable y no y, especialmente, sobre qué es posible y qué no lo es. Si tienes una capacidad infinita de incidir sobre la opinión pública, y aún más si tienes una capacidad infinita de manipularla, siempre tienes media batalla ganada. Salvo que, y aquí está la clave de todo, haya un antídoto, que es precisamente lo que Puigdemont ponía sobre la mesa: la perspectiva. La perspectiva es lo que te hace ver las cosas claras incluso en medio de la manipulación más salvaje. Como ahora. La perspectiva, personal o colectiva, es la clave de la victoria.

Este mes que ahora comienza necesitaremos mucha perspectiva, con relación a dos cuestiones. La primera será todo lo que pase en el Parlamento Europeo a partir de mañana. Y permitidme que esta cuestión la remate, hoy por hoy, de manera drástica: veremos cosas, tal vez, que no entenderemos. Pero recordemos, tengamos perspectiva, todo lo que ya ocurrió con la detención del president Puigdemont en Alemania y la victoria judicial posterior. Que se rían ellos unas cuantas horas no debería importarnos -y en este sentido yo guardo todas las portadas aquellas diciendo que había terminado ‘la fuga’ y los vivas a Alemania para recordarme a mí mismo cómo se ganan las batallas más duras: con discreción y manteniendo la disciplina y la cabeza fría en el momento más complicado.

Pero me interesa el segundo elemento en el que haría falta perspectiva, que tiene mucha vinculación: esta pretensión de que España ya ha salido de la crisis política, gracias a un Pedro Sánchez reforzado que es capaz de estabilizar su país para poder derrotar, a partir de esto, el independentismo catalán.

Todos ustedes habrán notado el cambio de tono que se deriva del ascenso precipitado de Sánchez a los altares. El Ibex ha entendido que con Podemos y Ciudadanos sólo ha fabricado unos Frankensteins y ahora cierra filas, como pocas veces habíamos visto, para estabilizar al PSOE como única fuerza que puede mantener España funcionando y unida. Y es como si, de repente, todo fuera sencillo. Sánchez no tiene los votos para ser presidente pero aseguran que ya llegarán, todo indica que a finales de julio. El PSOE se muestra inusitadamente valiente, pero a la vez tiene unos pies de barro como nunca los había visto. Y las posibilidades de unas nuevas elecciones españolas son clarísimas, pese al esfuerzo mediático de hacer ver que no. Y recaen, mucho todavía, en ERC y Juntos por Cataluña.

Porque en esta batalla una pieza clave es la abstención de los independentistas, que ERC ya asume a pesar de los incipientes movimientos internos de protesta y que Juntos por Cataluña debate aún, partida en dos bloques claramente diferentes. Esta abstención es una especie de válvula de seguridad para Sánchez y por eso los socialistas la quieren incentivar con dos premisas: el chantaje a los presos del que hablaba el otro día, y el desánimo de la población, convenciéndonos que España es un Estado realmente fuerte que no puede ser derrotado y que, por tanto, mejor que renunciemos. Esta es la táctica ahora. Apartado Rajoy, España vuelve a ser un estado fuerte, influyente en Europa y capaz de afrontar cualquier problema. Pero hablemos, porque esta imagen no aguanta ni el mínimo análisis.

Tomemos como referencia el período que se abre con las elecciones del 20 de diciembre de 2015; hablamos, pues, de tres años y medio. Menos de lo que debía haber durado una legislatura. Y el balance es indiscutible: en tres años y medio España ha tenido que hacer tres elecciones, ha habido un gobierno en funciones y sin apoyo parlamentario durante diez meses, por primera vez un pacto de gobierno (PSOE-Ciudadanos) no ha superado el trámite parlamentario de la investidura y ha fracasado, y por primera vez también una moción de censura (al PP) ha tumbado el gobierno a media legislatura.

Más allá de la propaganda y la unidad en la que todos están de acuerdo en cuanto a la represión contra Cataluña, el Estado español se encuentra en medio de una crisis institucional enorme y una parálisis institucional completa. España está a punto de completar por primera vez en décadas un ciclo anual sin presupuesto. El Consejo General del Poder Judicial, un órgano absolutamente imprescindible en un momento como éste, está caducado en cuanto a la composición desde diciembre y no lo pueden renovar, al igual que lo son todos los cargos e instituciones sensibles, como el consejo de administración de RTVE. Compromisos internacionales sobre cuestiones muy urgentes no se han podido aprobar. Tras la cumbre contra el cambio climático de París, España se comprometió a aprobar una ley específica. Era diciembre de 2015 y todavía no existe. Decisiones ampliamente anunciadas no llegan nunca, de la derogación de la ley mordaza o el traslado de Franco a la llamada reforma de la fiscalidad o reformas diversas y polémicas del código penal, especialmente respecto de las agresiones sexuales. La reforma del sistema de pensiones, la de la financiación autonómica, reclamada con urgencia absoluta por la Generalitat Valenciana, la del mercado de la vivienda o aquel famoso pacto por el agua que tanto revuelo había alzado han acabado completamente bloqueados por el camino, en medio de la parálisis. Los sindicatos reclaman la derogación de la reforma laboral del 2012 y no hay ni siquiera ocasión de proponerla porque nadie encabeza su dirección política. Y no hace falta decir que la reforma de la constitución o la discusión de una nueva ley electoral son objetivos que en este marco no pueden ni estudiarse.

Los dos partidos independentistas con representación en el congreso de Madrid decidieron cuando tocó apoyar la moción de censura contra Rajoy y el balance de aquel error estratégico es bastante claro. En toda Europea se leyó la llegada de Sánchez al gobierno como una pacificación de la crisis catalana -¿y qué debían leer si incluso los independentistas le votaban? Y Sánchez lo ha aprovechado para intentar borrar el Primero de Octubre y presentar a los independentistas como unos intransigentes. Por eso cualquier cosa que no sea un voto claramente negativo a su investidura ahora no hará sino reforzar España en el momento en que es más débil y cuando intenta frenar el independentismo aparentando una fuerza que no tiene y que la perspectiva permite evaluar mucho mejor que el chantaje.

PS. Supongo que recordarán el debate de Cicerón, pero, por si acaso a alguien le fallara la memoria, lo explique. En ‘De Oratore’ el filósofo se enzarzó en discutir por qué en la lengua griega no existía una palabra comparable a la latina ‘ineptus’ (entendida en el sentido de ‘impertinente’ o ‘indiscreto’). Entre sus contemporáneos se afirmaba que los griegos eran tan educados que no necesitaban una palabra que define algo que para ellos era impensable. Pero la réplica de Cicerón fue genial: ¿y si la inexistencia de la palabra fuera, precisamente, la prueba de que este defecto es tan general entre los griegos que ni se dan cuenta de que existe y por lo tanto no lo pueden definir? Ya lo pueden aplicar, si quieren, al nacionalismo español…

 

Vilaweb