Tres elecciones, tres victorias independentistas

Este año, en un solo mes, los catalanes han votado tres veces. Lo han hecho en las elecciones españolas del 28 de abril, y lo han vuelto a hacer en las elecciones municipales y europeas del 26 de mayo. Y las tres veces el independentismo se ha impuesto por encima de las opciones nacionalistas españolas. Ha sido francamente jugosa la sarta de desatinos que PSOE, PP, Ciudadanos y Vox han cocinado para intentar enmascarar su profunda derrota en Cataluña, hasta el punto de que Vox ha quedado literalmente barrido, Ciudadanos no ha conseguido ninguna alcaldía -ni una de las 947 posibles-, y el PP prácticamente lo mismo, ya que sólo ha ganado en Badalona, ​​Castelldefels y Pontons, y de estas tres poblaciones, parece que quedará descabalgado en las dos primeras. Respecto a Pontons (Barcelona), baluarte de la ultraderecha española en Cataluña, estamos hablando de una villa de 458 habitantes.

En cuanto al PSOE, este partido de derecha enmascarada que sonríe impúdicamente por boca de Pedro Sánchez, Miquel Iceta, Meritxell Batet y Jaume Collboni, ha sido batido en todos los frentes catalanes. En todos. Y esta derrota, por más que intenten esconderla detrás del éxito del PSOE en España, se suma a la humillación que ha sufrido Iceta en manos del independentismo al ver frustrados sus delirios de grandeza española como presidente del Senado de ese país. Ante esto, en un gesto de pataleta infantil, Pedro Sánchez, vino a decir: «¿No quieren a este catalán españolista? Pues ahora les pondré dos: Meritxell Batet y Manuel Cruz. ¡Ale!» Pero Cataluña le ha respondido con la espectacular y rotunda victoria del presidente Puigdemont en las elecciones europeas y la consiguiente derrota de José Borrell. Ignoro si Pedro Sánchez habla catalán en la intimidad, pero, en todo caso, puede empezar a practicar con esta viejo dicho catalana: ‘no vols brou, set escudelles’ (‘si no quieres taza, taza y media’).

El resentimiento, por otra parte, suele ser discordante con la racionalidad. Por ello, Miquel Iceta, al ver la derrota de su partido, corrió desesperado a buscar un micrófono y una cámara de televisión para lanzar esta frase lapidaria: «¡Haremos lo que sea necesario para que no haya un gobierno independentista en Barcelona!». Es tan elevado el nacionalismo español de este hombre, que ha hecho del odio a la libertad de Cataluña su razón de vida. Recordemos el grito de guerra que lanzó el 15 de junio de 2010 emulando al mallorquín Valeriano Weyler, capitán general del ejército español en la guerra de Cuba: «Combatiremos el independentismo». Debe de ser desolador para alguien con esta histérica obsesión verse derrotado una y otra por el independentismo en cada contienda electoral.

No es extraño, llegados aquí, que las amistades políticas más entrañables del partido del señor Iceta sean Ciudadanos y PP, los dos partidos de la ultraderecha española en el Parlamento catalán. Tienen tantas cosas en común, ¿no? Por ejemplo, la manía de ver a Cataluña sometida y eternamente cautiva. Fue esta manía la que los unió en el 155 y la que los une en todas las manifestaciones bajo la consigna franquista de la «Unidad de España». El odio que está exhibiendo Collboni en el Ayuntamiento de Barcelona contra las formaciones de Ernest Maragall y Elsa Artadi, es un buen ejemplo de ello. El Partido Socialista odia el independentismo porque le quita el disfraz y lo deja en pelotas ante todos como partido de derechas, identitario, antidemocrático y falto de escrúpulos a la hora de violar los derechos fundamentales en nombre de España.

En este sentido, es importante recordar la política racista de Pedro Sánchez y el Partido Socialista con relación a los refugiados que intentan llegar a nuestras costas atravesando el Mediterráneo. Es el PSOE, el partido de Miquel Iceta, Meritxell Batet y Jaume Collboni, el que retuvo el barco de Open Arms en el puerto de Barcelona durante cien días y quien le ha prohibido rescatar refugiados a la deriva en alta mar. Hay que ser muy racista para dictar órdenes así. Estamos hablando de un Estado que se apresta a asistir a todo español accidentado en cualquier rincón del planeta y que desprecia a las personas que considera de procedencia «inferior», hasta el punto de negarles el salvamento en medio al mar. Ustedes, señores y señoras del PSOE, que con todo el cinismo del mundo se atreven llamarse «progresistas», son un tumor maligno para el progreso de la humanidad. Identitarios como son, no sólo criminalizan los referendos de autodeterminación e impiden una verdadera Europa de los pueblos, también violan los derechos humanos y niegan el derecho a la vida de aquellos que, huyendo del terror de sus lugares de origen, se afanan por llegar a Europa. ¡Hipócritas! Naturalmente que odian el independentismo; lo odian porque les desenmascara y les muestra como lo que son.

EL MÓN