Nos mintieron cuando nos decían que TV3 era la televisión nacional de Cataluña, o que Cataluña Radio era la radio nacional, o la N del TNC, o del Museo de Arte. Si nos ponemos legalistas, eran teatros y museos y medios de comunicación autonómicos como autonómica lo era (y es) la Generalitat. Clausurables con un 155, dependientes del sistema institucional español, sucursalistas y folclóricos y de segunda. Se podrá decir que no, que somos más que una autonomía como el Barça es más que un club: porque el retorno de Tarradellas fue anterior a la Constitución y bla bla bla, pero entonces yo, que he decidido ponerme hoy en el papel de los legalistas/pesimistas, diré que si algo se restauraba entonces era la Generalitat republicana, la del Estatuto del 32: después de todo, una institución autonómica. ¿O aquello no eran autonomías? Podríamos ir más allá y decir que nos han mentido porque la Generalitat medieval sólo era la Diputación del General, es decir un órgano recaudatorio de impuestos, y también que la Guerra de Sucesión no tenía nada de guerra entre dos naciones, como tampoco la guerra Civil, que oficialmente nunca se ha explicado así, que era una España contra la otra, etcétera. Que, por tanto, cada 11 de septiembre hemos estado haciendo el tonto. Como los libros de texto no hablan de guerra nacional (porque no hablan de ello), no es verdad: nos han mentido. No hay DUI jurídicamente vigente, ¿verdad? ¿A que no? Pues no existe, no ha existido. No ha valido para nada.
Podríamos incluso decir, sin temor a equivocarnos, que Cataluña no es una nación. De hecho, no hay ningún texto legal en todo el mundo que lo reconozca o lo determine: ni siquiera el Estatuto. Los únicos textos que dicen que Cataluña es una nación son ensayos, preámbulos, declaraciones, literatura. Por lo tanto, como hemos decidido que lo que no está en el DOGC (Diari Oficial de la Generalitat de Catalunya) o no es «efectivo», no existe, o no sirve de nada, no sirve de nada haber dicho durante tantos años que Cataluña es una nación. Y por lo tanto damos la razón a tantos políticos e intelectuales castellanos que aseguran que nos lo hemos inventado todo, que son mitologías nacionalistas basadas en falsedades, cosas de románticos, ficción, exageración, farsa, «sainete», burla, en palabras de la abogada del Estado estos días. Y este supuesto realismo, esta supuesta crudeza que desprecia el poder del relato, de las declaraciones, de la política, de los gestos y los hitos, nos llevará a admitir finalmente que no somos nada. Como no lo tenemos todo, no somos nada. Y que nada de lo que hemos hecho ha valido la pena. Ni siquiera cambiando los líderes, y castigándolos al ostracismo si fuera necesario, no habrá servido de nada ni el 1 de octubre ni la DUI y no habrá nada de esto que sea aprovechable. Porque ya se sabe, lo que no es jurídicamente efectivo no sirve para nada. Ni siquiera se puede aprovechar para dar el golpe de gracia a la realidad que queremos cambiar.
Yo también hubiera querido que la DUI de 2017 fuera jurídica y efectiva. Yo también estuve desconcertado e indignado, aquel fin de semana. Yo me creí el relato, y con entusiasmo, y por lo tanto mi desconcierto era mayúsculo. Pero precisamente porque me lo creí, ahora lo exijo: y lo hago con ese mismo texto, poniendo en valor aquel texto exacto que habrá que hacer ley. Como pienso que ya no podemos construir más ficciones (eso sí lo admito, ya no quedan más), votaré en adelante a quien me dé más garantías de que esto se produzca. No quien se lamente todo el día de lo que pudo ser y, según afirman (o según afirma el DOGC), «no es». Algunos aún no han entendido que las cosas son si nos da la gana que sean.
EL MÓN