¿Cómo empezó Hitler la Segunda Guerra Mundial? Por alguna razón, no le apetecía pasar a la historia como un impresentable agresor militarista: él prefería imaginarse como un pacifista, un líder que respetaba las leyes internacionales…
Necesitaba una excusa, ante su pueblo y el mundo. De modo que buscó una veintena de agravios, más o menos cogidos por los pelos, para invadir Polonia. Pero uno fue el definitivo: un comando de soldados alemanes se vistió con uniformes polacos y atacó la estación de radio de Gliwice/Gleiwitz, a unos cien kilómetros de Cracovia y no lejos de un pueblo, entonces insignificante, llamado Oswiecim o Auschwitz… Desde la radio «ocupada» por los falsos polacos se emitió un confuso mensaje llamando a atacar Alemania y, como venganza, al día siguiente los nazis comenzaron la segunda guerra mundial.
La excusa es patética, sí, pero en su tiempo fue suficiente ante la opinión pública alemana, aún no totalmente intoxicada por el nazismo.
Presentar una agresión como un acto de legítima defensa es un método más viejo que ir a pie. Queda bastante bien, sobre todo si el agredido no puede defenderse ni revelar la mentira.
Esta es, en esencia, la estrategia del «núcleo duro» del Estado español, formado por el rey, los políticos borbónicos, los grandes señores feudales del poder judicial, las élites financieras y su aparato mediático, encargado de excitar las bajas pasiones y el más primario patriotismo del pueblo español, presuntamente herido y ofendido y ansioso de venganza.
Un relato primitivo pero eficaz. Alguna mente sofisticada puede cuestionarlo: sí, vale, pero ¿dónde están la agresión y la violencia? Ningún problema. Si dominas la propaganda, ¡uy, perdón!, quería decir la comunicación, no es demasiado complicado construir un relato de violencia a base de unos cuantos hechos hábilmente manipulados para que parezca que lo que no son. Basta con unas vallas, unas multitudes feroces que se lanzan contra los paramilitares, unos coches abollados, una funcionaria huyendo de la turba enloquecida saltando por los tejados…
Este es el relato, el «quod era demostrandum» que ya han decidido que está más que demostrado: la violencia desatada en Cataluña justificaba pasar a «Defcon 2» (*), como en las películas. Justo el paso previo a la declaración de guerra. Esto es lo que conduce a las prisiones preventivas (¿o abusivas?), a los paramilitares, al aparato de represión judicial, a los exilios y activación del misil del artículo 155.
Pero no es suficiente, ya se veía venir. No basta con «bombas inteligentes». La cosa es tan grave que reclama soluciones más drásticas.
Y aquí llega la clave de todo el asunto: la provocación.
Están hurgando para conseguir que la realidad encaje en su diseño ideal, lo que justifica la solución definitiva, radical, expeditiva. En las noches, tienen sueños eróticos en los que se les aparece una «Katalunya Ta Askatasuna». Ya lo intentan con los CDR, ya, pero no lo acaban de lograr: los franceses de los «gillets jaunes» son mucho más brutales y cuesta un poco homologar internacionalmente, por creativos que sean, la presunta violencia catalana. Cagada, vamos. De manera que deben seguir provocando, provocando y provocando hasta que consigan lo que buscan: un estallido de auténtica violencia, una ETA a la catalana que justifique el mantra «Cataluña es ETA». Ese día, que confiamos que no llegue nunca, tienen previsto brindar con champán francés.
Este es el nudo en el que se puede desatar o no el futuro de Cataluña, la violencia prediseñada para justificar una respuesta brutal, el bombardeo masivo, la «blitzkrieg» que será la madre de todas las batallas. Juegan a la incitación del terrorismo, por todas las vías posibles, sabiendo que nadie les perseguirá por cometer un delito clarísimo según las leyes españolas. Están frustrados, no acaban de lograrlo. Pero insistirán e insistirán, cada vez más enfadados con estos catalanes que no quieren darles el gusto de hacer realidad la mentira de su relato. En el juicio, Rajoy, Santamaría, Montoro, los paramilitares y todos los que sean necesarios insistirán en la misma línea, hasta el aburrimiento: ellos sólo responden, serenamente, con la ley en la mano, a la violencia generada en Cataluña…
Pobres polacos, que osaron agredir a la Alemania nazi y asaltar una emisora de radio. O eso decía la propaganda nazi el 31 de agosto de 1939…
EL MÓN