A menudo releo los aforismos de Elías Canetti, esas pequeñas bombas de pensamiento que estallan en el cerebro con extraordinaria furia y, a veces, si encuentran un terreno propicio, hasta nos obligan a pensar. Canetti es un autor de necesario repaso, un incansable constructor de reflexiones y dudas, incombustible al paso del tiempo. Por ejemplo, escribe en ‘La provincia del hombre’ que Dios es la mayor arrogancia del ser humano, y que cuando lo hayamos expiado, no encontraremos arrogancia mayor.
La arrogancia… Hay mucha en las esferas del poder, aunque, más que arrogancia, a menudo nos castigan con algo menos pomposo, pero igualmente lascivo: la suficiencia, esa prima hermana del desprecio. Y si en algún territorio ideológico abunda la suficiencia, es en la izquierda sempiterna, depositaria convencida de la razón bíblica. Si los grandes ideólogos de izquierdas siempre se han sentido moralmente superiores al resto, los políticos ídem han perpetuado esa mirada desde el púlpito, que nos castiga por nuestra impía levedad.
Pienso en ello mientras las declaraciones de los líderes socialistas esparcen su suficiencia por encima de los simplones independentistas. Sale la portavoz Celaá, a media hora justa del discurso del president Torra, y ahí la tienen, rezumando su superioridad de discurso moderno, mientras Torra y compañía se hunden en posiciones decimonónicas, contrarias a la modernidad. Luego aparecen los voceros del entorno y nos regalan el irritante sonsonete del menosprecio a los primarios que alzamos estelades. Y por no faltar –que nunca falta–, ahí está maese Iceta riñendo al president porque, según su bailongo parecer, “no habla para todos los catalanes”. Para remate, todo queda aliñado con un tonito paternalista que intenta redimirnos de nuestro infantil romanticismo y retornarnos al sensato diálogo. Instalada la suficiencia, el debate desaparece y se impone la consigna. Sin embargo, cuántos sin embargo. Porque lo cierto es que no hay nada más retrógrado que imponer la razón del poder por encima de los pueblos, usar la represión por encima contra urnas y correr a porrazos a gentes que quieren votar. No, no hay nada más reaccionario que lo ha hecho el PSOE y lo que amenaza por hacer, si somos chicos malos. Y encima desprecian al nacionalismo catalán desde posiciones de ultranacionalismo de Estado, ese sí más decimonónico que Espartero. Y luego está lo de Iceta y el hablar para todos. ¿Hablan para todos los catalanes cuando amenazan con un nuevo 155? Y, ¿pueden hablar en nombre de todos, ellos que gobiernan con minoría ínfima y encima necesitan los votos independentistas?
Que no, que todo es una gran mentira, que su suficiencia esconde su incompetencia por resolver el conflicto, que su superioridad se basa en la traición a los valores que dice defender. En fin, vuelvo a Canetti. Dice el sabio: “El conquistador ya no sabe cómo volver del mapa”. Pues eso.
LA VANGUARDIA