En el documental “Una historia de Vasconia: euskaldunización tardía”, pagado con dinero público y cuyo autor intelectual es Alberto Santana, se incluye la hipótesis de partida del celtismo de una parte de Euskal Herria: «La hipótesis dice algo aparentemente tan brutal y conflictivo como que en Gipuzkoa, Bizkaia y Álava la lengua propia y original antes de los romanos no era el euskera, sino que probablemente era un idioma celta”.
El origen de los celtas hay que buscarlo en Anatolia, Mar Negro y Caspio. Pueblos con una cultura común que llegaron a los Alpes hacia el año 1.200 a.C., época de una revolución en la fundición del hierro conocida como Hallstatt o Primera Edad de Hierro. En el siglo V a.C. (época La Tene o Segunda Edad de Hierro) son identificados diferentes pueblos en las crónicas griegas a los que llaman keltoi o “gente oculta”, también llamados pueblos hiperbóreos. El arqueólogo británico Andrew Colin Renfrew (1937) es la mayor inminencia mundial en lo que a estos pueblos indoeuropeos se refiere y los sitúa en la península ibérica a partir de la II Edad del Hierro sobre el año 350 a.C., aunque otros autores señalan fechas anteriores. Estos pueblos tendrían un sustrato técnico-cultural común y unos idiomas emparentados entre sí sin que se pueda determinar el grado, pero no una unidad política.
Entre los pueblos celtas llegados a la península ibérica, algunos adquirirán una fuerte influencia de los íberos mediterráneos por lo que recibirán el nombre de celtíberos, que son los más cercanos a los pueblos euskaros por el sur. Plinio el Viejo en su libro “Historia Natural” nos dice que Celtiberia acaba en Clunia “Celtiberiae finis” (Coruña del Conde –en la provincia de Burgos-) y también “caput Celtiberiae” en Segóbriga (Saelices en Cuenca). El griego Estrabón en su obra “Geografía” escrito sobre el año 29 a.C. detalla su territorio: «Pasando la Idubeda (sistema ibérico con los Picos de Urbión –entre La Rioja, Soria y Burgos actuales- y el Moncayo –oeste de la provincia de Zaragoza-) se llega enseguida a la Celtiberia (por tanto no ha llegado), que es grande y desigual, siendo su mayor parte áspera y bañada por ríos, ya que por esta región va el Anas (Guadiana) y el Tagus (Tajo) y los ríos que siguen (…) De ellos el Dorius (Duero) corre por Numancia y Serguntia”. Se asentaron por tanto los celtíberos entre los ríos Duero-Tajo-Guadiana.
La Celtiberia según Estrabón sería un país pobre y dividido en cuatro partes de donde habitan los arévacos, lusones, bellos y tittos, comarca con muy poca densidad poblacional. Otros pueblos celtas se diseminaron por el centro peninsular serían: los vacceos (cuenca central del Duero), los vetones (Salamanca, Ávila y parte de Cáceres, Toledo y Zamora), lusitanos (Portugal del Duero a Extremadura-Alentejo), celtici (al sur de los anteriores), carpetanos (centro peninsular), turones (Teruel), etc.
Sobre la presencia de estos pueblos en la península ibérica, es importante resaltar lo que comentaba sobre pueblos celtas y pueblos con “rasgos” celtas el prestigioso historiador y arqueólogo español Antonio García y Bellido (Ciudad Real 1903- Madrid 1972) en su libro “La Península ibérica en los comienzos de su historia”: “Ahora bien, tales pueblos no eran celtas, ni lo fueron nunca, aunque su cultura se nos aparezca hoy con claros rasgos de celtización. La razón de ello es la efectiva presencia en estas tierras o en sus proximidades de elementos celtas inmigrados y porteadores de una cultura superior (vivían ya en posesión de hierro) que acabaron de celtizar a los indígenas precélticos”. Idea que también remarca Colin Renfrew que habla de una “irradiación cultural” por encima de una migración física.
Es decir, los celtas se asentaron en numerosos puntos de Europa incluida la Península ibérica desde donde pudieron extender su influencia sobre otros pueblos técnicamente menos desarrollados, por lo que hay que diferenciar esta circunstancia de la existencia de un pueblo celta. Hoy en día los historiadores hablan de celtas, pero también de idiomas celtas que se imponen a poblaciones autóctonas o del uso de técnicas aprendidas a los celtas por pueblos diferentes a éstos, sin que estas dos últimas circunstancias supongan un desplazamiento de gentes.
En nuestro caso, es conocida y documentada la presencia de pueblos celtas al norte del río Garona (como los galos de “Bello Gallico”, Julio César) y en la ribera del río Duero (los celtíberos), desde donde habrían extendido su influencia (como la más clara de los íberos desde el mediterráneo), pero cuya presencia física fuera de estos ríos antes de la llegada de los romanos no está demostrada.
El texto mencionado de Estrabón lo deja muy claro: “Al norte de los celtíberos están los berones (…) Lindan también con los bardyetas, que hoy se llaman bárdulos”. Por tanto, los pueblos euskaros de berones y bardietas o bárdulos no son celtíberos y tampoco los sitúa como celtas como queda claro en este texto. Estrabón conoce perfectamente a los celtas y celtíberos pues Roma los acaba de conquistar y cuando escribe son los años de la Guerras Cántabras.
Era el modo de proceder habitual de Roma: tras conquistar a los pueblos celtas y celtíberos entre los años 181 al 133 a.C. que acaba con la destrucción de Numancia (conocidas como las tres Guerras Celtíberas), incorporaron a los hombres celtas y celtíberos a su ejército para que les sirvan en la legión en la siguiente guerra, la conquista del Ebro baskón: que empezaría en el 179 a.C. con la creación de Gracurris sobre la Ilurcis indígena (Alfaro, La Rioja, ili/uri= ciudad) y que acabó con las Guerras Sertorianas (77-72 a.C.) y la fundación de Pamplona con la población indígena de Iruñea y los legionarios veteranos de estas guerras (Pompailun, 75 a.C.). Después vinieron unos años de relajamiento y mediante las llamadas Guerras Cántabras terminaron los romanos con la conquista de toda la península ibérica (años 29-19 a.C.), lo que incluiría los últimos reductos de los pueblo euskaros del cantábrico y sus montañas. Está documentado y arqueológicamente contrastado como veremos, que los celtas llegaron con estas legiones romanas para conquistar a los pueblos aquí asentados (el territorio de la Baskonia alto medieval), así como la repoblación parcial del territorio con esos legionarios.
También está documentado avance del pueblo baskón frente a los celtíberos en la comarca del Ebro que estos dominaban: entre Varea (berones, castro hallado a las afueras de Logroño) y Alagón (baskones, Ribera Alta del Ebro a 25 km de Zaragoza). Todo parece indicar que este pueblo sí “pactó” con las legiones romanas o colaboró en la conquista romana como el caso documentado de Calagurris (Calahorra, tomada en el 72 a.C.), siendo incluso la guardia personal de César Augusto, lo que les permitió ensanchar su territorio a costa de los celtíberos que les estaban presionando e intentando ocupar sus territorios.
Tito Livio en el año 75 a.C. al hablar de la Campaña del general romano Sertorio cuando se dirige a Varea, dice: “per vasconum agrum ducto exercita”. La segunda noticia que se tiene de la palabra «baskones» es del historiador y político Salustio Cayo Crispo (86-35 a. C.) en su obra «Ora Marítima», el cual al hablar del Ebro dice: «Quod inquietos baskones proelabiur». Cuatrocientos años después Calahorra y el Ebro era baskón con Marco Aurelio Prudencio (348-410), el poeta cristiano en latín más grande de todos los tiempos y que además fue gobernador romano de la Tarroconensis. Prudencio de Calahorra dice del río Ebro: “nos vasco hiberus dividit”, el Ebro vasco.
Respecto a la situación de los berones y autrigones que siguen a los baskones Ebro arriba, el profesor de Historia Antigua de la Universidad de La Rioja y su antiguo rector, Urbano Espinosa (1945), sobre las 19 estelas halladas de esta época en la comarca de la Rioja (depresión del río Ebro), comenta en el trabajo más importante realizado sobre ellas que: “la elementalidad teórica de ejecución y la distancia geográfica y cronológica entre algunos ejemplares no pueden pertenecer a una “officina lapidaria”, sino que deben derivar de la homogeneidad social y cultural de las gentes que las tallaron, lo que indica un reducto del iberismo (se refiere a los pueblos euskaros) en estos espacios serranos. El no celtismo se ve en los temas, símbolos y onomástica. En ellas, el uso del latín en ocasiones denuncia su ausencia de conocimiento escrito”. Por tanto los arqueólogos descartan el celtismo de estas estelas del Ebro riojano y son productos de los ritos de los indígenas de los diferentes pueblos euskaros prerromanos de la zona (simbología común), qué decir más al norte de la misma. Pero en otros casos, tras la conquista vino la repoblación con gentes celtas.
Si seguimos remontando el Ebro, el catedrático Rufino Gómez Villar (Belorado, 1952) experto en historia de la comarca, sobre la población romana de La Mesa en Belorado (riojilla burgalesa, río Tirón afluente del Ebro), fundada después de la conquista del territorio a los autrigones por Roma, comenta que: “esta civitas fue un asentamiento levantado ex novo por parte de alguna unidad militar romana, compuesta de tropas itálicas o de celtas hispanos medianamente romanizados, en un número suficiente para subsumir a la población autóctona». En ella ha aparecido la típica “tesera hospitalis”, un pez en bronce con textos en celtíbero pero grafía íbera, fíbulas de caballito, hebillas etc. todas ellas típicas de enterramientos celtas. Todo ello nos permiten: “constatar que en la región se desarrolló en los siglos cercanos al comienzo de la era cristiana un foco cultural característico del área celtibérica, sin puntos de contacto, aparentemente, con el mundo vasco.
Dicho esto, no puede descartarse totalmente la posibilidad de que la colonización lingüística y material de tipo indoeuropeo haya afectado profundamente a las zonas bajas e intermedias del Tirón, más apropiadas para la creación de asentamientos urbanos, mientras que en el sector montañoso pudo haber seguido perviviendo entre las gentes un substrato indígena de raigambre vasco-ibérica”. Esta apreciación fue ya apercibida anteriormente por Julio Caro Baroja.
Es decir, el pueblo celta llamado celtíbero llegó a las depresiones beronas y autrigonas del Ebro con las repoblaciones romanas y se situó en las cuencas de los ríos más importantes (el “ager”), pero la población indígena se retiró en gran parte hacia la montaña (el “saltus”). Otras poblaciones romanas de repoblación celta en la comarca serían al menos Tenobriga (¿?) o Deobriga (cerca de Miranda de Ebro, territorio autrigón). La palabra “Briga” sería una “Ciudad, fortaleza en alto”, pero sólo aparece en diversa toponimia romana de la península ibérica y no fuera de ella.
Respecto a la conquista de la costa vasca actual (de oeste a este: autrigones, karistios, bárdulos y auskos), tenemos los restos de un campamento de dos legiones romanas (sobre 5.000 soldados) del siglo I a.C. en Ilunzar frente al castro indígena de Maruleza en Arrola (municipio de Nabarniz, cerca de Gernika), campamento de legionarios que ocupaban de forma permanente una extensión de 8 hectáreas y que habrían formado una primera línea de ataque para la conquista del territorio de los karistios costeros (que no bárdulos como aparece por error en el documental de Santana sobre la Edad de Bronce, salvo que sea una nueva hipótesis).
La fecha aproximada de la invasión de la costa vasca también se puede datar, así como la presencia de tropas romanas compuestas por legionarios celtas. Por el norte, las Galias fueron dominadas por Julio César, entre los pueblos que se rindieron al romano estaba el pueblo euskaro de los ausko, cuyo gentilicio era aquitano (plural de ausko: auski+tano), y que se rindieron con su rey Adietuanus y sus mejores 600 soldados en Sos de Albert en el 56 a. C. Del 39 al 38 a.C. En estas rebeliones los ausko contaron con los cántabros y diferentes pueblos euskaros. Hubo nuevas campañas contra ellos por Agripa, yerno de Augusto, y del 28 al 27 a.C. Roma mandó a Valerius Corvinus Messala a Aquitania para sofocar otra sublevación, de nuevo de los tarbelli (comarca del río Atturri-Adour, capital Akize-Dax, Aquae), que antes también habían sido los más constantes en su instigación a Roma (comarcas actuales de Lapurdi y parte de Baja Navarra).
Por el sur, en la batalla de Andagoste los legionarios romanos de origen galo de entre 1.200-1.800 hombres, fueron derrotados probablemente por los karistios que habitaban el Valle de Kuartango en la actual oeste de Alaba hacia el año 38 a.C. (Cuadrilla de Añana), por tanto, poco antes de las Guerras Cántabras (29-19 a.C.) que habrían acabado con los últimos reductos de resistencia en las cadenas montañosas de toda la costa del Cantábrico (toda ella llamada “Pirineo” por los historiadores romanos). Es decir, la conquista definitiva de la costa vasca es posterior a esta batalla y a la conquista del Ebro baskón.
En la costa vasca, tenemos el caso conocido de Flaviobriga, repoblación celta sobre el indígena Portus Amanum (¿Ría de Bilbao o Castro Urdiales?). Los soldados que controlaban el importante puerto de Forua también serían de origen celta en todo o en parte. La población romana de Forua con restos de un templo romano bajo la actual iglesia de San Martín de Tours, empezó su existencia probablemente como asentamiento militar en una colina deshabitada de una legión compuesta por soldados de diferentes lugares del Imperio, algunos de ellos italianos según una lápida encontrada, el asentamiento data de los siglos I al IV d.C. El arqueólogo experto en época romana Fermín Pérez Losada (2002) comenta al respecto: “Forua como derivado del término latino forum (lugar de comercio e intercambios). Los fora surgirían por voluntad directa de Roma encaminada a proporcionar a comunidades dispersas de un centro cívico que acumule las funciones político-administrativas y comerciales (). Los fora se crean en regiones en proceso de integración y romanización en fechas tempranas (…). Forua es el ejemplo mejor conocido de este tipo de ocupaciones en el norte peninsular”.
En los siguientes artículos repasaremos qué más sabemos sobre estos pueblos euskaros para que no puedan ser celtas como propone Santana sino euskaros. Hipótesis de celtismo que veremos que resulta imposible remontar al siglo VI, siglo en el que Santana propone que los baskones conquistaron a estos pueblos euskaros occidentales (autrigones, karistios, berones y bárdulos). También veremos qué ocurrió en Baskonia entre los siglos III al VI, lo cual, para la mayoría de los historiadores especializados en ésta época, se conoce relativamente bien en su generalidad.