Esos meses convulsos posteriores a las elecciones plebiscitarias del 27-S me han traído a la memoria un libro de uno de los más eminentes dirigentes anarcosindicalistas del siglo XX, Joan Peiró, titulado «Peligro en la retaguardia», escrito en 1936 para denunciar las maldades de todo tipo que se producían en la Cataluña republicana y revolucionaria inmediatamente posterior en julio de 1936 bajo la coartada de la lucha contra el fascismo. Aquellos episodios desgraciados no surgieron de la nada sino que se estaban incubando desde hacía mucho tiempo en la conflictividad social catalana y se estimularon ideológicamente precisamente por parte de los compañeros de militancia de Peiró en contra de los anhelos de prosperidad y libertad asociados a la catalanidad mayoritariamente representada por el republicanismo.
De hecho las víctimas de aquella represión no fueron principalmente los cómplices de los militares sublevados sino creyentes católicos, ciudadanos acomodados, campesinos tradicionalistas y gente adicta a un orden social y político establecido por la restauración monárquica posterior a la primera república española en general. Pero el impacto social y político de aquel trasiego difícilmente disociable del derrumbe del sistema institucional provocado por los militares golpistas resquebraja la mayoría -soberanista diríamos hoy- que se expresó favorablemente en pro del Estatuto de Nuria refrendado en agosto de 1931 y que se había mantenido después del 6 de octubre de 1934 y de las elecciones de febrero de 1936.
En la actualidad vivimos unas circunstancias no equiparables a las de hace setenta años, pero hay algunos elementos persistentes: el supremacismo español, la degradación del sistema institucional estatal, el elitismo chulo de las élites dominantes castellanas, y también en el ámbito nacional catalán la insurgencia abstractamente revolucionaria contra las libertades republicanas y las instituciones nuestras que las representan. El acoso indignante al Parlamento de Cataluña de junio de 2011, la okupación de Can Vies, son dos ejemplos relevantes de una conflictividad interna que se plantea no contra España sino contra las autoridades catalanas y que tiene puntos en común con los precedentes vividos durante la etapa de la Generalitat republicana.
Los conflictos internos en el seno de las sociedades en proceso de subversión -democrática o revolucionaria según las épocas- son inherentes a fenómenos de esa trascendencia, difícilmente evitables teniendo en consideración que están en juego intereses enfrentados, pero de resultados determinantes en cuanto al carácter del orden institucional resultante. No es comparable la Argelia independiente al recién nacido Estado de Israel, por poner dos ejemplos que vivieron en el seno de los respectivos movimientos de liberación nacional episodios de guerra civil de distinta naturaleza y dimensión.
Las controversias que afloran prematuramente en el seno del independentismo catalán contemporáneo prefiguran el choque entre los modelos de sociedad: republicano liberal y anticapitalista respectivamente, sin que se den las condiciones para poder implantar ninguno de los dos a corto plazo dada la tarea pendiente -e ingente- de materializar la pregonada desconexión hacia el orden estatal español. Esas circunstancias, inciertas a estas alturas, pondrán a prueba la consistencia de la mayoría cívica y política favorable a la independencia, la capacidad estratégica de los que se proclaman dirigentes y las complicidades foráneas del orden estatal y del emergente nacionalismo catalán.