Populismos de izquierdas

Los populismos se han mostrado habitualmente esquivos a los análisis de los especialistas. Resulta difícil establecer conclusiones generales, ya que incluyen casos y fenómenos muy diversos. Hay populismos europeos de derechas vinculados a la cuestión de la inmigración y a presupuestos antiliberales y antidemocráticos (presentes en Francia, Dinamarca, Suecia, Finlandia, Austria, Alemania, etc.), y populismos de izquierdas, visibles en estados del sur de Europa (Grecia, Italia, España) y de América Latina (Argentina, Venezuela, Bolivia, Ecuador). También hay populismos de movimiento y lógica de oposición, y populismos de partidos y lógica de gobierno. Y a veces los primeros evolucionan hacia los segundos, los que también cambian con el tiempo (la secuencia Perón-Menem-Kirchner en el peronismo argentino resulta paradigmático de la capacidad de cambio de políticas).

Así, siempre será más adecuado hablar de populismos, en plural, que de populismo. En relación con los «de izquierdas», ¿cuáles son sus referentes teóricos y cuáles son los principales elementos que los conforman? Puestos a elegir sólo un referente contemporáneo podemos citar el nombre de Ernesto Laclau, el cual, desde reflexiones críticas de carácter antiautoritario sobre las sociedades occidentales, establece premisas para una «alternativa democrática», visualizada sobre todo en algunos casos latinoamericanos.

A partir de la experiencia comparada, algunos elementos que parecen caracterizar el populismo de izquierdas serían:

Surgen más fácilmente en contextos de crisis, frustración y descontento político y social. Expresan un malestar de la sociedad, especialmente de las clases populares.

Muestran más dificultades de desarrollo en sociedades estructuradas alrededor de defensas sólidas de los derechos humanos y de los procedimientos de garantía de las democracias liberales.

Ofrecen un discurso muy simplificado de la realidad. Pocas categorías y muy genéricas, presentadas en términos de antagonismo social.

Critican el conjunto de la clase política institucional, tanto la del gobierno como la de la oposición. Los acusa de corruptos y de defender básicamente sus intereses.

Antagonismo élite-pueblo. Enaltecimiento del «pueblo», «la gente» o «la ciudadanía», presentados como realidades fundamentalmente homogéneas y virtuosas en contraste con unas élites políticas y económicas egoístas y perversas.

Construcción de un nacionalismo popular ante los poderes internos e internacionales (especialmente en Latinoamérica). Patriotismo del pueblo o de la nación.

Concepción de la política como expresión de la «voluntad general del pueblo». Cuando las sociedades civiles están más estructuradas y hay diversidad de actores, se dan relaciones ambivalentes con los valores y las instituciones de las democracias liberales (Argentina). Cuando están más desarticuladas y con escasez de actores relevantes, se justifican prácticas autoritarias, aunque, obviamente, no se formulan así, sino como prácticas «democráticas» (Venezuela, Bolivia).

Teoría muy simplificada de la democracia. Defensa de «democracias sin liberalismo político» (o con pocos elementos políticos liberales). Desconfianza de los mecanismos de intermediación (representativos). El pluralismo y los procedimientos constitucionales liberales son vistos a menudo como coartadas para el mantenimiento de la dominación de clase.

«Participación ciudadana» como parte de la reivindicación de una nueva política («tomar decisiones desde la base», etc.).

En bastantes casos, confianza en un líder con vocación carismática y que tiene un discurso estructurado pero que apela más bien a las emociones.

Cuando se trata de un movimiento no institucional, predominio de propuestas sin mucha vocación de realismo (en el caso de Podemos, algunos ejemplos de su Programa colaborativo: renta básica universal, prohibición de despidos de las empresas con beneficios, referendos antes de las privatizaciones, desprofesionalización de la política, salarios máximos no superiores al salario medio, eliminación de privilegios fiscales de la Iglesia católica, eliminación de subvenciones a la enseñanza privada y concertada, derogación del plan de Bolonia, presupuestos participativos obligatorios en todos los ámbitos de la administración -local, autonómica, estatal y europea-, referéndum para salir de la OTAN).

Cuando el movimiento no institucional se pasa a una lógica más de partido y de gobierno, predominio de discursos legitimadores mucho más abstractos y políticamente ambiguos.

Políticas exteriores poco diseñadas, más allá de las relaciones con otros casos de afinidad ideológica.

Sobre el populismo de hace un siglo en Cataluña, resulta reveladora la crónica que Gaziel hizo de un importante mitin de Alejandro Lerroux, líder del Partido Republicano Radical, realizado en La Casa del Pueblo de Barcelona en otoño de 1910 (cualquier persona interesada en las crónicas de la actualidad política creo que debería tener como lectura obligatoria las narraciones del tridente Xammar-Pla-Gaziel). El tema del mitin era claro: el líder republicano debía presentar el «giro político» del partido hacia posiciones conservadoras ante masas proletarias incondicionales acostumbradas al lenguaje anterior a la «República redentora del Pueblo», «los explotadores de esclavos», etc . Gaziel retrata la situación con la ironía profesional de estilo británico de un gran periodista que aún no sabía que lo era: «Como no tenía la menor experiencia de aquella especie de democracia barata, me parecía extraño que con unos anzuelos tan rudimentarios y sin cebo sustancioso de ningún tipo se pudiera tener tanto pescado». Y más adelante «El líder radical […] acababa de iniciar, aquella noche, la larga y lenta curva de retorno de todo lo que había predicado» (Todos los caminos llevan a Roma. Memorias, vol. II, MOLC, Ediciones 62, 1981, p. 224-5).

Dejo a la consideración del lector la evaluación y los paralelismos de la evolución de la Syriza griega desde sus retóricas discursivas iniciales hasta la situación actual en el gobierno, así como del caso más cercano de Podemos, situado todavía en el estadio evolutivo más primigenio del paso de movimiento social a partido con vocación de gobierno.

ARA