En ciertos debates uno se siente como una rara avis. Hablo de esa sensación que se tiene cuando a todos les gusta una película, libro, cantante… menos a ti. Y eso mismo experimento cuando aparece el papel de la Unión Europea en nuestro proceso hacia la independencia. Me cuesta hablar de temas respecto de los que no sé lo suficiente. El de las relaciones internacionales y el papel de la Unión Europea sería uno de tantos. Pero en ninguna parte está escrito que los artículos periodísticos sólo tengan que dar respuestas en vez de hacer preguntas que provoquen una reflexión al lector. Y visto lo que se va viendo en los últimos meses aparecen varios de interrogantes. A veces, retóricos.
Siempre he entendido que la Unión Europea se resumía en coger lo mejor de cada casa y aplicarlo en casa de los demás para eliminar o mitigar los defectos de cada uno. Los hechos nos demuestran, sin embargo, que normalmente el norte tiene mucho más que aportar al sur que en sentido inverso. Y es en el norte de Europa, pero curiosamente fuera de la UE, donde quizá tenemos el ejemplo a seguir como Estado independiente. Y viendo el desbarajuste griego y cómo la Unión Europea lo ha gestionado, aún más. Me pregunto si una Cataluña que adopte el euro, o no, sin pertenecer a la Unión Europea y limitándose al Espacio Económico Europeo y a la Asociación Europea de Libre Comercio, con plena libertad en política fiscal, no nos sería tanto o más interesante.
En una reciente visita a Noruega, y estando fuera de la UE, no les ví muy preocupados por su futuro político, económico o geoestratégico. Al contrario. Mira por donde, hablamos de las economías más desarrolladas y con el Estado del bienestar más avanzado del mundo y que muchos años ha ocupado el número uno del planeta según los informes de la Organización de las Naciones Unidas. Y ahora me dirán: «¡Alma de cántaro! ¿Es que no sabes que tienen petróleo?» Sí lo sé, sí. Por supuesto. Ahora hablaré de eso.
En la ciudad de Stavanger, la tercera ciudad del país, se puede visitar el Museo Noruego del Petróleo. No todo el monte es orégano. El museo en ningún caso hace apología de la explotación de energías fósiles. De hecho, muestra un grado de conciencia sobre la vida finita del oro negro. Algún día se acabará y por ello abogan por defender las energías renovables y su desarrollo. De hecho, a pesar de tener unas reservas de petróleo bestiales, Noruega también es, con un 65% de la energía generada, el primer país del mundo en uso de renovables.
El fondo soberano creado en su día para gestionar las ganancias del petróleo -que combina inversiones con renta fija, variable -nunca en valores que no cumplan unos principios éticos- e inversiones inmobiliarias, ya acumula 7,2 billones de coronas, más de 785.000 millones de euros (en 2005 rondaba los 100.000) o, lo que es lo mismo, el equivalente a dos años de presupuestos públicos o una media de más de 160.000 € de ahorrillos para cada noruego. En términos populares esto significa ser, y ya me perdonarán, «el puto amo». En una Cataluña independiente, según apunta el Círculo Catalán de Negocios, el presupuesto de la Generalitat subiría de 30.000 a 67.000 millones de euros, es decir un 127%. A pesar de todo, pues, Cataluña estaría a años luz, como se puede comprobar, de la fortuna noruega.
Pero no es la cifra lo que más me impresionó cuando visité el Museo Noruego del Petróleo. Lo que sorprende es el grado de conciencia de todo. Noruega descubre sus yacimientos en 1969 y a principios de la década de los años 70 inicia la explotación. Conocida la condición humana, era altamente probable que se entrara en una especie de borrachera nacional de crudo. ¿Qué «pelotazo» no habrían hecho los españoles -¿o nosotros?- ante un escenario como ese. O peor aún, una privatización del 100% para que la llamada «casta» en términos podemitas, se hiciera las barbas de oro. Ya se ha visto qué ocurre con el modelo basado en el ladrillo cuando se acaba. Lo que impresiona es que los noruegos supieron preservar esa fuente de riqueza para prepararse para el futuro y que todo el mundo se beneficiara. La famosa redistribución. Se firmó un pacto nacional a favor del bienestar presente y futuro tanto para las generaciones contemporáneas, como para las que tenían que venir, que emocionaría mucho a los integrantes de «Cataluña sí se puede» si entendieran lo que significa soberanía nacional.
¿Por qué los noruegos siempre son primeros en tantas cosas? ¿Porque tienen soberanía nacional? De acuerdo. ¿Porque tienen petróleo? Ayuda a ello y mucho como ha quedado demostrado, pero ningún economista de relevancia -y no necesariamente catalán- pone en duda que una Cataluña independiente estaría en el grupo de cabeza en renta per cápita en el ranking de la Unión Europea. En cuarta posición concretamente si hacemos caso de los estudios del Centro Catalán de Negocios (CCN). Sigo. ¿Porque en Noruega hay una cultura arraigada en pro de la excelencia y la ambición? De acuerdo, pero los cambios culturales, con voluntad, se adoptan. Antes ir en moto por Cataluña sin casco era la norma y ahora un auténtico sacrilegio y esto ha pasado en cuatro días como quien dice cómo puede haber pasado con el fumar en un bar o en un transporte público. ¿Por eficiencia, transparencia democrática y administrativa? De acuerdo también. Ahora tendremos, si los catalanes lo queremos, la oportunidad de renovarse.
No nos engañemos, si la independencia no sirve para intentar hacer de Cataluña uno de los mejores países del mundo con datos contrastables será una independencia muy coja. En uno de los paneles del Museo Noruego del Petróleo está escrita una pregunta retórica: «Los noruegos han decidido en dos ocasiones mantenerse fuera de la Unión Europea. ¿Es también ésta una muestra de independencia, confianza en uno mismo y de la complacencia que puede aportar la riqueza?» Para pensarselo.
http://www.racocatala.cat/opinio/article/37361/noruega-per-exemple
RACÓ CATALÀ