Participacionitis

Pendiente de aprobación por parte de la Sección Filológica del IEC -y del visto bueno de Albert Pla-, propongo que se defina provisionalmente la participacionitis como aquella inflamación -crónica o aguda- de la gestualidad política que permite fingir de manera exagerada la determinación de los partidos de combatir su descrédito con placebos pseudodemocráticos. Quiero decir que, como los partidos no parecen capaces de afrontar los verdaderos cambios que les harían recuperar la confianza de la ciudadanía, se dedican a inventar fórmulas que, sin hacerles perder el control de la maquinaria partidista, les permiten simular una falsa participación tan directa como inocua en los asuntos internos del partido e incluso en la gestión de los asuntos públicos.

De entrada, es cierto que esta inflamación patológica puede ser presentada -y confundida- como una demostración de músculo político. El argumentario pasa por destacar la capacidad de apertura a la sociedad, la toma del pulso a la tensión ciudadana, la oportunidad de escuchar la voz del pueblo -que siempre tiene razón, ¿verdad?-, La demostración de una sincera voluntad de servicio… Ahora bien, más que de una demostración de fuerza se trata de la constatación de una gran debilidad, y el primer síntoma de esto es que las expresiones concretas de la participacionitis, en general, suelen concitar poco interés popular. Pongamos en contexto las primarias barcelonesas del PSC en Barcelona. La ciudad cuenta con un censo de más de un millón ciento cincuenta mil electores, y los socialistas han obtenido históricamente una horquilla de votos que van de los 400.000 de Maragall en 1987 hasta los 134.000 de Jordi Hereu en 2011. Pues bien: el nuevo candidato a alcalde del PSC se habrá decidido con una participación de un 0,65 por ciento de este censo, o de poco más del 5 por ciento de los electores de Hereu. Es decir, que las primarias hayan convocado apenas 7.500 votos de entre su parroquia -algunos de los cuales conseguidos de ese modo… (imprescindible la crónica ‘Jaume’ de Andreu Barnils en Vilaweb: http://www.vilaweb.cat/mailobert/4182306/jaume.html)-, ya apunta claramente cuáles son las expectativas electorales del PSC para el próximo año. Y todo ello pendientes de saber con qué participación se decidirá la próxima semana el duelo -por decirlo de alguna manera- entre Collboni y Andrés.

También es cierto que no siempre la reclamación de más participación por parte del ciudadano es una petición franca, y puede tener mucho de excusa de mal pagador. La participación democrática es un derecho que hace falta que las reglas de juego faciliten, pero es sobre todo un deber que comienza con el compromiso de estar bien informado. Y la buena información no se puede pescar sino que hay que masticarla e incluso puede ser difícil de roer. Ahora bien, lo peor de la participacionitis es que se fundamenta en un trato condescendiente hacia el ciudadano que, a su vez, desvía la atención de lo fundamental. Sin una ley de partidos que regule adecuadamente su financiación, o sin una ley electoral que fuerce a los partidos a presentar candidatos escogidos con criterios meritocráticos basados en su capacidad de servicio a la comunidad y no en su docilidad al aparato del partido y que, en definitiva, abra una verdadera competitividad entre organizaciones con listas abiertas, todo el resto serán unos juegos florales que los mantendrán en la poca credibilidad que les queda.

El principal desafío de los partidos es el de la desconfianza del elector con el elegido, y no la supuesta desafección del ciudadano por la política que, al menos en Cataluña, ya ha quedado demostrado por activa y por pasiva que está muy interesado e incluso esperanzado. Y no son las gesticulaciones que simulan una falsa participación las que resolverán el problema de fondo, sino que me temo que la agravarán.

ARA