Con Candel no bastará

La coincidencia de la conmemoración de los 50 años de la primera edición del libro ‘Los otros catalanes’ de Paco Candel, el escándalo de Ceuta, el acto memorable en el Parlamento de Cataluña de la celebración de los 25 años del Centro de Estudios Demográficos de la UAB (CED), el referéndum suizo en favor de limitar la entrada de forasteros europeos o la permanente partida de jóvenes catalanes bien formados para buscar trabajo en el extranjero, ha vuelto a poner el debate sobre las migraciones en los primeros lugares de la agenda catalana.

Todos estos hechos señalan las múltiples perspectivas desde las que se puede abordar la cuestión de las migraciones y la dificultad de integrarlas en una sola interpretación coherente y sistemática. Así, las consideraciones que hacía Miquel Puig el pasado sábado en el ARA sobre el impacto económico de las migraciones son de naturaleza muy diversa de las que merecen los protocolos de vigilancia de fronteras. Y la salida de jóvenes catalanes al extranjero por la incapacidad del mercado laboral de incorporarlos tiene poco que ver con el debate demográfico que hace tiempo que plantea la doctora Anna Cabré, directora del CEM, cuando advierte -dicho a lo bruto- que dentro de unas décadas puede muy bien ser que los inmigrantes sean un bien escaso y que no haya para todo el que los necesite.

Todos estos desafíos no llevan a las mismas conclusiones ni permiten definir legislaciones claras y comunes en Europa, porque hay en juego muchos intereses legítimos pero contrapuestos. Y eso sin mencionar el gran debate que sí hemos hecho a lo largo de los años y muy a fondo en Cataluña sobre la dimensión propiamente política. Es decir, sobre la necesidad de incorporar a los forasteros en un proyecto nacional común, en un sistema de derechos y deberes compartido, y sobre cómo respetar la diversidad a la vez que mantener la cohesión social del país. De hacerlo bien dependía nuestra supervivencia como pueblo y como país.

Precisamente, esta última dimensión -la «Cataluña, un solo pueblo», en palabras de Candel- era la que trataba ‘Los otros catalanes’, un libro que está mereciendo la atención académica de universidades europeas y norteamericanas pero que, me temo, es muy desconocido en nuestros centros. Un libro cuyo impacto social queda bien definido por los 30.000 ejemplares que se vendieron en sólo tres semanas cuando apareció en 1964. Y esto en unos tiempos en que Cataluña no disponía de ningún tipo de instrumento político para hacer frente a una gravísima y dramática situación y en el que una vez más fue la sociedad civil, y de entrada muy particularmente la Iglesia católica, la que se tuvo que arremangar para llevarles un poco de esperanza.

Creo que se puede decir sin exagerar que Cataluña tiene una teoría y una práctica de éxito -una «doctrina», como suele decir el presidente Jordi Pujol- sobre esta dimensión del debate migratorio. Más allá de ciertas retóricas etnicistas minoritarias -y a menudo hinchadas desde fuera con mala intención-, la realidad social catalana se ha mostrado, no sin tensiones, capaz de incorporar una amplia diversidad de orígenes y orientarlos hacia un futuro de convivencia común. Como he escrito muchas veces, en Cataluña la inmigración ya es un lugar de memoria nacional y las raíces no se hacen sobre el pasado sino en el futuro. Y por si alguien dudaba, la participación y el compromiso mayoritario en el proceso soberanista actual lo ponen en evidencia.

Pero sepamos también que cuando seamos independientes, con esta dimensión cívica de éxito no tendremos suficiente. También tendremos que decidir sobre el modelo económico y laboral o sobre el modelo policial y de fronteras. Vayamos haciéndonos cargo de que la mayoría de edad política comportará muchas nuevas responsabilidades que hasta ahora hemos podido obviar.

ARA