Antonio Baños: ‘Si fuéramos una tribu, seríamos mejor vistos por la izquierda española’

Entrevista al escritor y periodista, miembro de Súmate y autor del libro ‘La rebelión catalana’

Ser independentista no es ninguna ideología, sino un camino para llegar a la República Catalana, y eso ya no es ningún proyecto utópico. Ahora hay que centrarse en la manera de construir esta república para construir ‘un buen lugar donde vivir’, y hacer caer ‘ídolos, tabúes, privilegios, miedos y oligarcas’. Lo sostiene el periodista y escritor Antonio Baños, autor del libro ‘La rebelión catalana’ (La Butxaca, 2013). Hace unos cuantos días que escribió una contundente carta a su amiga Cristina Fallarás por el ataque que había dirigido a Súmate. ‘Me sentí obligado’, explica Baños. En esta entrevista de Yahoo! demuestra que no pierde la ironía ni el sentido del humor ni siquiera incubando la gripe en la cama, desde donde nos atiende por teléfono.

– ¡Hay que ver el éxito de la carta que escribió a Cristina Fallarás!

– Me dejó algo tocado tener que hacer una respuesta pública a alguien a quien preferirías responder en privado y echando una caña, porque somos amigos desde la facultad y hemos trabajado mucho juntos. Siempre queda el pesar, porque sabes que no le va a gustar, pero creo que debía hacerlo.

– ¿Habéis hablado?

– Nos hemos escrito. Le expliqué que lo haría; que me sabía muy mal, pero que me sentía obligado. Es que aquella intervención fue un desastre. Ella se pensaría que Súmate eran el abuelo y cuatro jubilados, engañados por la pérfida burguesía de siempre. Pero en Súmate hay mucha gente, y muy válida, y que estructura un discurso muy diferente. Que lo dijera una amiga mía me hizo decir basta. Y me alegro de que haya calado el artículo, porque fue un texto acordado con Súmate. En cierto modo, es un manifiesto de nuestras intenciones.

– Uno de los argumentos que le rebate, y que parece que está muy extendido, es que este proceso es cosa de Mas…

– Hay una doble tontería. Por un lado, la frase canónica de ‘Esto es «Arturo» Mas que se ha envuelto con la bandera para tapar los recortes’. Pero también hay un discurso más matizado, que es el que hace la Fallarás y muchos otros ‘progres’ (entendemos por ‘progre’ todo aquel que no es cavernario y que forma parte de esta izquierda socialdemócrata que se encuentra en descomposición): no es solamente Mas sino aquel engendro inexistente de la burguesía catalana, que nos engaña. Pero esto es absurdo, porque esta burguesía hace negocio con España, es la que sale más a menudo a decir que esto debe detenerse y que hay que pactar. Si la burguesía catalana son los Fainé, Brufau, Alemán y Fomento, esta gente no empuja en absoluto, al contrario. Es decir que este discurso es una contradicción flagrante.

– ¿Le parece que cuesta mucho encontrar apoyos entre la izquierda española?

– ¡Uf, es horroroso! Hace unas semanas fui a Madrid, con gente de Podemos y de movimientos de izquierda, y ya volvíamos a estar con eso de: ‘Mas se envuelve en la bandera para tapar los recortes’. Hacen un matiz: los catalanes tenemos todo el derecho del mundo de votar nuestro destino. Punto. Y entonces añaden: ahora, no lo deberían ejercer nunca, porque es una trampa. Es decir, tenemos un derecho teórico, nadie nos niega que somos un pueblo y tenemos el derecho de decidir nuestro futuro, pero sería bueno que no hiciéramos nunca eso de intentar ponerlo en práctica.

– Choca que sean los mismos que defienden la autodeterminación del Sahara, por poner un ejemplo…

– ¡La del Sahara, la de los mapuches, y la de todos! A veces sostengo que nuestro error es intentar hacer un movimiento nacional europeo, deberíamos hacer indigenismo. Considerar a los catalanes como unos indígenas, como una tribu. Seguramente así seríamos mejor vistos por la izquierda española. Porque defienden el derecho de cualquier pueblo indígena americano (¡ep!, y yo también), pero son absolutamente incapaces de ver y defender que aquí hay un pueblo catalán y otros pueblos ibéricos. Depende de cómo me cojas, lo veo de una manera o de otra. Si estoy animado, pienso que podemos conseguir la solidaridad de mucha gente de España y que verán que, en vista del colapso de España, el proceso catalán es el único que puede llevar a grandes contradicciones a la monarquía borbónica. Si estoy triste, diría que estamos solos y que vale más que vayamos aguantando, que quizás con el ejemplo se irá apuntando gente.

– ¿Está de acuerdo en que la mayoría de discursos del miedo, la gente ya no se los traga?

– Yo creo que nunca han dado miedo. Por una cuestión: la credibilidad del emisor. ¿Qué miedo puede dar una Soraya Sáez de Santamaría? Ya da bastante miedo obedecerla como españoles. Ya se ve bastante su desastre de gestión, de modo que las amenazas cataclísmicas que hace no asustan mucho. Además de que tienen esta retórica pasada de rosca. Cuando sale un ministro del Reino de España diciendo que esto es Somalia y que acabaremos yendo con turbante y una kalashnikov por la calle… se cae por su propio peso. Es muy interesante esta serie de artículos que publica El País, no sé si los va leyendo.

– De vez en cuando.

– Sí, esto debe hacerse de vez en cuando, ¡que yo lo hago cada día y mira, he cogido la gripe! Cada día publican el artículo de un académico con grandes argumentaciones, y es muy divertido porque todos los argumentos son muy de los años ochenta. Todo es sobre identidad, sentimiento, mucho de los debates de ERC de los años 80-90. Claro, hace veinte años que no miran hacia Cataluña y ahora de repente ven que en la biblioteca sólo tienen un Vicens Vives, y tiran por ahí. Y no aciertan ni una. Es ridículo.

– De esto habla el libro ‘La rebelión catalana’: que, más allá de cuestiones identitarias o históricas, ‘la rebelión catalana se hará por completo por razones esencialmente políticas’.

– Yo el proceso me lo tomo como un proceso político. Incluso eso de las balanzas fiscales y la expoliación -es cierto, evidentemente- es un argumento débil, porque si con un 8% de expoliación queremos la independencia, con un 4% qué, ¿querremos ser federales? La fuerza no está en las cifras de la expoliación. La fuerza es entender que somos una nación y que si somos una nación somos soberanos. Y si somos soberanos, debemos tener soberanía formal, en forma de instituciones, y poder ejercerla en forma de referéndum. Esto que nos pasa es una cuestión estrictamente política. Y más allá, porque no tenemos estructuras que puedan encajar en estructuras superiores que serían el Reino de España, el cual se dedica a negar la plurinacionalidad.

– En esta cuestión se ha hecho una especie de evolución, ¿verdad? Dicde que antes era federalista…

– Bueno, hace ya quince años de eso, desde que Aznar subió al poder en 2000. El hecho nacional catalán no lo he negado nunca, pensaba que podíamos ser una nación y que la constitución era el punto de partida, como mucha otra gente, que pensaba que esto evolucionaría hacia un reconocimiento plurinacional. Pero ha sido al revés. Ha habido una reacción del nacionalismo español, atizado por el PP. Y entonces uno ya ve, si sabe un poco de historia, que cuando la fuerza es centrípeta, ya estamos perdidos y somos los primeros de caer.

– ‘Tenemos unas ganas terribles de dejar de ser nacionalistas pero no nos dejan’, decía Joan Fuster. Lo cita en el libro, donde también dice que nunca, ni durante un cuarto de hora, no ha sido nacionalista.

– No. Lo encuentro algo muy del siglo XIX. ¡Yo soy catalán, y ya tengo bastante trabajo, con ello! Y como catalán, quiero la libertad de Cataluña.

– ¿Un independentista con ganas de dejar de serlo?

– ¡Sí! ¡No hay nada más horroroso que eso! El proceso independentista es como la adolescencia. Todos la queremos pasar deprisa y llegar a la madurez. De manera que cuanto más camino hagamos, mejor. Aparte de que el independentismo y la independencia no son nada ni tienen ningún interés. El proyecto político es la República Catalana, y es en eso en lo que debemos pensar. Esto es un proceso doloroso, nervioso e incluso feo, pero ser independentista no es ninguna ideología. Por eso hay independentistas carlistas e independentistas anticapitalistas, porque no es ninguna ideología, es un camino.

– Un camino que ha de servir para construir ‘un buen lugar donde vivir’, a través de un proceso destituyente/constituyente, defiende.

– Mucha gente centra la independencia en el proceso independentista. Cree que la película se acabará cuando alguien salga al balcón a proclamar la independencia, y que entonces todo seguirá igual y mandarán los mismos. Pero resulta que la película comienza después. No deberíamos hablar tanto de independentismo y hablar mucho más de la República Catalana y de cómo la construiremos. Eso sí que puede animar a la gente! Aquí es donde nos pelearemos todos, los de derechas, los de izquierdas… pero será una pelea atractiva. Muy pocas generaciones pueden hacer historia. ¡Y si no te excitas ni con esto…!

– ¿Es el momento de ponerse a hablar de cómo será la República Catalana?

– Creo que nos debemos centrar en esta idea. No sólo una república porque no tengamos rey, sino por los valores, tradiciones e ideales del republicanismo catalán, que tienen mucho que ver con el municipalismo, la participación en instituciones y la legalidad. Aquí tenemos muchos colectivos, es fascinante, y en Madrid se piensan que esto es cosa sólo de Mas. El otro día explicaba a los madrileños que hay un colectivo que diseña cómo será la defensa catalana sin ejército, y hay otro que diseña el contrario, como será el ejército catalán. Esto lo encuentro emocionante. Hace meses que debatimos sobre veguerías, cuencas hidráulicas, área metropolitana; sobre geografía, integración, lengua, hay juristas diseñando los tribunales, hay todo un trabajo fantástico porque nos hace pensar en cosas que en el resto del Estado no piensan en absoluto. Esta es la diferencia. Ellos no trabajan imaginándose una España nueva, esperan que caiga la vieja. Y nuestro trabajo es que diseñamos un país nuevo, independientemente de la contingencia para poder llevarlo a cabo.

– ¿Cómo os gustaría que fuera esta República?

– Siempre digo que deberíamos decir República Municipalista de Cataluña. Precisamente el movimiento comenzó en los municipios, con Arenys de Munt, y creo que el municipio catalán es una entidad muy operativa para el tamaño de país que tenemos. El peso de la administración pública debería estar en los municipios, y la Generalitat debería ser una pequeña administración estatal, para cuestiones de territorio y asuntos exteriores. Yo soy muy ‘cupaire’ y me gusta mucho la idea de la autogestión municipal, que el centro sean los municipios -agrupados en comarcas, veguerías o en la forma que sea-. Debemos hacer una administración exactamente opuesta a la española. Si allí el poder son los Ministerios, aquí deben ser los municipios. Este sería uno de sus características. Además, yo quiero una república sin ejército, con una diplomacia orientada a la paz, enfocada en el Mediterráneo. La quiero cooperativista más que con grandes industrias multinacionales, quiero que se repiense el territorio y que no centre el desarrollo en Barcelona. Quiero que garantice la neutralidad, privacidad y seguridad en las redes, y que lo recoja la constitución, porque eso nos haría ser referente como lugar donde se trabaja por la libertad de la red.

– ¿Y con respecto a la lengua?

– Yo aquí pienso como Vicent Partal, que había manifestado que no deberíamos tener una lengua oficial. Que hay países como Estados Unidos, México o Gran Bretaña que no tienen lengua oficial porque tienen muchas lenguas. El Estado catalán debe hablar en catalán, evidentemente, y se debe enseñar en las escuelas en catalán, eso no creo que deba discutirse. Ahora, la administración debe estar al servicio de los administrados y dirigirse en la lengua que entiendan. En esto también debemos hacer lo contrario que los españoles. ¡Lo de ‘hábleme en cristiano que no le entiendo’ en una ventanilla, que no nos pase nunca! La administración debe estar al servicio de quien vive aquí. No veo lenguas oficiales, ni ir persiguiendo a nadie. Ahora, el catalán es la lengua y el centro del Estado.

– Una lengua que actualmente es atacada en el Principado y en el resto de territorios: País Valenciano, Islas, Franja, Cataluña Norte. ¿Cómo cree que puede influir en los Países Catalanes este proceso que vivimos?

– Lo decía en Madrid el otro día: ¡cuidado con que no se independicen tres territorios de golpe! Yo creo que pasan muchas cosas juntas y todas son buenas. El proceso catalán coincide con el fantástico movimiento de los docentes en las Islas, y con muchos movimientos de fondo en el País Valenciano. Incluso entre el empresariado, que demuestra que esto de ser el puerto de Madrid les ha dejado arruinados. Esta idea de eje mediterráneo, no sé si político pero cuando menos de sinergias entre los tres territorios, creo que ha empezado a echar raíces. Ahora ¿qué les pasará si Cataluña se independiza? Supongo que nada bueno, porque la presión contra ellos será muy fuerte. Pero somos pueblos que formamos parte de una nación cultural, y ojalá formáramos parte de una confederación política.