La pregunta

ARA

Apartad las criaturas

SALVADOR CARDÚS

En las últimas semanas el establecimiento de una fecha y una pregunta se había convertido más en un obstáculo que en una meta. Había generado más desconfianzas y temores que tensión positiva y moral de victoria. Había muchos nervios, y las insinuaciones del gobierno que el presidente Mas podía agotar hasta el último día del año para cerrar el asunto hacían prever unas Navidades muy nerviosas en la casa del independentista. Tanto o más que en la del federalista o en casa de no-somos-nadie-para-decidir-nosotros-solos.

Pero la noticia del jueves de un acuerdo histórico entre todos los partidos favorables al derecho a decidir deshizo la tensión muscular acumulada, alivió los espíritus e incluso desató un cierto entusiasmo. No sólo no hacíamos el ridículo espantoso que algunos pronosticaban, sino que se marcaba territorio. El éxito de la política pasa por la capacidad de marcar los tiempos, y el golpe de efecto de este jueves 12 de diciembre, víspera de Santa Lucía -que nos ha de conservar la vista durante todo el proceso-, lo ha demostrado sobradamente. La política la lidera quien domina los ritmos. Y, en este sentido, el presidente Mas ha vuelto a tomar las riendas, si es que alguna vez las había dejado.

Reconozco que a mí me costó un rato tener un criterio claro sobre la pregunta cuando me la contaron. Primero me costó creer que fuera una solución aceptable para ICV y Duran. (Nótese que, como yo, casi nadie menciona a UDC, sino a su dirigente). Después, me sorprendía la doble pregunta por lo que tenía de redundante. Pero una vez visualizado el efecto del doble sí, me acabó pareciendo una genialidad. En el plano popular, la eficacia del sí-sí lo ha demostrado el chasquido de creatividad gráfica, de la más irónica a la más encendida. La pregunta no sólo es buena: es inspiradora.

Huelga decir que, también que al cabo de cinco segundos -incluso antes de que el adversario reaccionara-, ya teníamos encendidas todas las susceptibilidades locales. Desde las críticas razonables -que las hay-, pasando por los que expresan su incomodidad personal buscando pegas a cualquier nuevo paso que se da, hasta el independentismo de mírame y no me toques (utilizo esta expresión para no recurrir a la más grosera del papel de fumar) y que antes preferiría una derrota por tener que despeinarse o que tener que enbarrarse para ganar alguna batalla. Es urgente repensar los viejos eslóganes de la resistencia y comenzar a fabricar los de la victoria. Como este: «Que la pureza no nos haga traidores».

Una de las salidas que más me ha divertido es la de que la pregunta no se entiende. Hay quienes hubieran querido que precisara la opción del estado federal o del confederal, como si alguien supiera a estas alturas a qué remiten una cosa y otra. Entendámonos: si un país que tiene que decidir ser o no ser un Estado independiente no estuviera en condiciones de entender esta doble pregunta, más valdría que renunciase, francamente. Y en cualquier caso, es responsabilidad de quien defiende cada opción hacerla clara. Quiero decir que el independentismo ya hace días que trabaja para precisar de qué habla. Si alguien quiere defender federaciones y confederaciones, que se ponga y que muestre las ventajas, los caminos y la receptividad de los afectados. Precisamente, si la pregunta es buena es porque obliga a los sí-no a defenderse, sabiendo que buena parte del no ni siquiera querrá ir a las urnas (¡toma!).

Cuando se fue a Madrid a presentar el proyecto de reforma de Estatuto, el 2 de noviembre de 2005, a pesar de expresar mis dudas sobre el posible éxito del intento, escribí un artículo titulado ¿Sabríamos ganar? (Avui, 9-11-2005), que acababa: «A veces se pierde porque no se sabe ganar». Esta vez, sin embargo, sólo vale la victoria. ¡Apartad las criaturas!

 

VILAWEB

Pere Cardús

No se enrede más: libres (sí + sí) o muertos (no / sí + no)

Ya la tenemos. Queríamos una pregunta que, a pesar de ser inclusiva, no quedara descafeinada. Yo no estaba dispuesto a aceptar una pregunta que, para incluir los federalistas, no preguntara sobre la independencia. Ya me parecía bien la inclusividad, pero no a costa del contenido. Y tenemos una pregunta sobre la independencia y plenamente inclusiva. Es una pregunta muy ingeniosa, aceptada por CDC, ERC, ICV, UDC, CUP y EUiA. También tenemos una fecha marcada en el calendario -el 9 de noviembre de 2014- que nos obliga a no perder ni un minuto más con debates eternos sobre el sexo de los ángeles. El bloque democrático ha elegido fecha y pregunta y, en consecuencia, ha disparado el tiro de salida del conflicto de soberanías y legitimidades con el Estado español. Dejadme hacer unas cuantas reflexiones sobre la situación de partida y los meses que vienen para contribuir modestamente a hacer del camino hacia la independencia una aventura exitosa.

1. Es importante que el acuerdo democrático (el de la consulta) tenga el máximo de apoyo y marque netamente la separación entre quienes quieren dar la voz al pueblo (CiU, ERC, ICV-EUiA, CUP, SI, RCat… y ANC, Òmnium, AMI, CCN, UGT, CCOO, Intersindical, CECOT, Wilson, etc.) y los que ceden todo el poder de decisión a Mariano Rajoy (PSC, PP, Ciudadanos, la Falange… y la Caixa, Lara, Fomento, Puente Aéreo, Ecuestre, etc.). Ahora todos sabemos quiénes son nuestros compañeros de viaje -desde los más conservadores a los más innovadores- y quien se ha situado en el bando contrario para impedir que nos expresemos en libertad.

2. El independentismo, positivo como siempre, tiene la oportunidad de decir que sí al futuro de Cataluña dos veces. Como decía alguien estos días, hemos estado esperando tantos años poder votar que ahora con un solo sí no tenemos suficiente y podremos votar dos veces. He leído algunas reacciones que calculan que la pregunta doble perjudica el voto independentista. Y no lo comparto. Si queríamos ganar con una sola pregunta sobre ‘el Estado independiente’, teníamos que presentar en las urnas un 50% +1 de votos independentistas. Si queremos ganar con la pregunta doble, seguimos teniendo que presentar en las urnas con un 50% +1 de votos independentistas. Todo lo demás son excusas. Además, vamos por mal camino si pensamos en el 50+1. El objetivo es el 75% o más. Tan sólo hay dos opciones: votar sí + sí es libertad; votar no o sí + no es disolución. Libres (sí + sí) o muertos (no / sí + no).

3. Al día siguiente del acuerdo sobre la pregunta y la fecha, CDC, ERC y CUP ya anunciaban el sí + sí. UDC y ICV anunciaban un primer sí, pero dejaban el segundo a merced de la situación que hubiera en el momento de convocar formalmente el referéndum. Concretamente, ICV dice que la respuesta a la segunda parte de la pregunta dependerá de si hay una oferta en el sentido federal desde Madrid. Si realmente depende de ello, ICV acabará haciendo campaña por el sí + sí. Y, según como vayan las cosas, Unió también (el congreso que hará en enero puede dar la vuelta a todo).

4. Desde una perspectiva comunicativa de campaña, el independentismo lo tiene todo de cara y lo debe aprovechar. Una campaña por un sí + sí no tiene nada que ver con una por un sí + no y que se entienda algo. Además, partiendo de esta situación estratégica hay que tener en cuenta que toda la reacción que pueda irse precipitando desde España y sus servidores en Cataluña no hará nada más que derrumbar cualquier expectativa sobre una ‘tercera vía’ (sí + no).

5. A la hora de hacer cálculos, tengamos en cuenta que un referéndum no son unas elecciones y que contar partidos y escaños por el sí y por el no no sirve de gran cosa. Votamos los ciudadanos y tomamos la decisión al margen del partido que votemos en las elecciones. Ya pueden ir diciendo misa. Los partidos harán campaña, pero, como indican las encuestas bien hechas, su electorado está repartido e, incluso, hay votantes del PSC, PP y Ciudadanos que harán un doble sí. Pero también los hay de la CUP y ERC que votarán que no. El voto es libre e ir a votar a un candidato u otro es muy diferente de ir a votar por la vida o la muerte de tu país.

6. El presidente Mas, pasadas unas semanas -necesariamente- grises y difíciles, ha salido muy reforzado de la negociación sobre fecha y pregunta. Cada vez más voces ponían en duda su capacidad de lograr el porvenir de todo el bloque democrático en el plazo comprometido. El día 12 de diciembre de 2013 será un día importante en la biografía política de Artur Mas. El liderazgo reforzado le debe servir ahora para encarar el conflicto democrático con más fuerza y confianza. Me he pasado meses pidiendo confianza en la gente que tiene que conducir el proceso. Si hasta ahora alguien ha pensado que la confianza era imposible sin más pruebas, ahora se ha quedado sin más excusas. Los que asumirán los golpes más fuertes del conflicto deben saber que tienen un pueblo al lado que no los dejará solos. Y esto vale para Mas, Homs, Rull…, Junqueras y Rovira, Herrera y Camats, para la CUP, para Forcadell, para Muriel Casals, etc. Deben saber que estamos en ello.

7. Ahora empiezan once meses en los que puede pasar de todo. Quien quiera hacer una crónica, ya tiene título: ‘Once meses que sacudieron Cataluña’. Hablamos de conflicto democrático, pero también será una batalla legal y no debe descartarse una represión fuerte, incluso violenta. La independencia nos la tendremos que ganar con mucho coraje, pero también con mucha picardía. No podemos dar nada por sabido ni por supuesto. No sabemos exactamente qué pasará a partir de ahora ni en qué situación nos encontraremos en noviembre de 2014. Haremos santamente en mantener la máxima unidad de acción y en saber reaccionar con inteligencia a cada provocación. Tratarán de hacernos caer en muchas trampas y las reacciones de los milhombres harán un flaco favor al conjunto del independentismo. Y, sobre todo, no podemos perder la capacidad de llevar la iniciativa; son ellos que van a remolque.

8. Junqueras no se ha cansado de repetir que la negativa y la prohibición de España a la consulta hacen que democracia e independencia pasen a ser sinónimos. Los que sufren por la dispersión de voto ‘federalista’ de la segunda parte de la pregunta, que lo tengan muy en cuenta. Los federalistas de verdad -los que saben que para federarse es necesario ser un Estado- recibirán ahora el mismo trato que los independentistas del sí + sí. ¿Y qué reacción pensáis que van a tener cuando vean que el Estado con el que se quieren federar les impide expresarse democráticamente? Al contrario de lo que han dicho algunos asustadizos estos cuatro días, la nueva fórmula de pregunta -un artefacto innovador de la mejor ingeniería política- no quitará federalistas del seno independentista, sino a la inversa. Junqueras lo dijo el sábado en el acto ‘Votar es la vía’: ‘Estoy convencido de que la pregunta que tenemos es mucho mejor que la que nosotros proponíamos’. Lo repito: ICV y Unió acabarán haciendo campaña por el sí + sí. En conclusión, dentro de once meses debemos tener a punto una mayoría sólida por la independencia. No valen excusas. Tenemos una pregunta que trenza una complicidad extraordinaria de los federalistas y confederalistas de verdad con el independentismo; una pregunta que liquida el discurso y la estrategia del PSC (a ver qué pasa con cinco diputados o seis estos días); una pregunta que reposa sobre una mayoría cualificada del Parlamento; una pregunta que refuerza el flanco institucional de nuestro bando, y una pregunta que ha puesto mucho y muy nerviosos a los contrarios al ejercicio democrático de autodeterminación. La unidad institucional del jueves por la mañana tuvo la réplica de unidad civil por la tarde, en un gesto muy acertado de la ANC, Òmnium y AMI. Todos ocupan su posición y han cumplido su trabajo. Ya hemos hecho el calentamiento necesario. Empieza la aventura. Ganaremos si somos mayoría. Ahora todo depende de nosotros. Preparados, dispuestos… ¡ya!

‘¿Llanto y lamentos de qué sirven? ¡Gente que luche es lo que hace falta! ‘ (Miquel Martí i Pol)

 

Amadeu Abril

Una chapuza útil

VILAWEB

La pregunta, en sí misma, es una chapuza. Pero una chapuza digerible, útil y que hará el hecho. ¿Qué más queremos? La pregunta perfecta no existe, tampoco.

Yo siempre uso el mismo test para ver si las cosas del país tienen sentido en sí mismas o si son fruto de nuestro mundo político de vuelo no muy alto: explicar a un extranjero, no residente. La segunda parte de la pregunta lo entiende todo el mundo, tanto si sabe de nuestra historia como si no, tanto si tiene simpatía por la causa o no. En cambio, la primera parte, no lo entiende prácticamente nadie, por buena voluntad que pongan. Sólo hay una explicación posible: hacer felices a ICV y UDC, y tratar de repescar al menos parte (s) del PSC. Sólo esto, pero eso ya es mucho, tirando a muchísimo.

De hecho, lo que cuenta no cambia mucho entre la doble pregunta o la simple pregunta directa: necesitamos la mitad más uno de los votos a favor de la independencia (del sí-sí, en esta formulación de doble pregunta). Igual que como si hiciéramos sólo una. E, idealmente, necesitamos el 55% o más de los votos con una participación del 50%, para que, además de legal, sea perfectamente legítima.

Pero ocurre que debemos alcanzar esto jugando con unas cuantas desventajas, que hemos asumido alegremente sin que casi nos lo pidieran:

1. No discutir el voto de los funcionarios destinados en Cataluña. De acuerdo, vale más que no entremos, no vale la pena.

2. No cuestionar las concesiones anormalmente altas que se conceden a extranjeros residentes en Cataluña. También de acuerdo: mejor no entrar.

3. Asumir una pregunta en la que de hecho están no las cinco opciones habituales en un referéndum (abstención; voto en blanco; voto nulo; sí y no) sino que hay una más (sí pero no). En el fondo es un referéndum de respuesta múltiple, pero sin hacerlo explícito. Que permite responder más allá de la típica disyuntiva. Esto es, de manera casi universal, una receta para el fracaso del sí, sea cual sea la pregunta. Pero de acuerdo, es el peaje que tenemos que pagar y… hala, bienvenido sea. Queremos ganar con rotundidad, y eso incluye, probablemente, con dosis especiales de deportividad y asumiendo nosotros la mayor parte del riesgo. Adelante, pues.

4. Técnicamente, hay tantas posibilidades de voto, y de voto nulo, y tantas dificultades para calcular los votos efectivos, que habrá que mirar con lupa el reglamento del referéndum. Y, una vez más, ser generosos y asumir en contra del sí una buena parte del riesgo, para no deslegitimar el proceso.

Profundicemos en esto último. Entre las diversas posibilidades de voto, hay seis en las que está claro cómo deben ser contadas:

a) Abstención (por el motivo que sea).

b) Voto en blanco (a ambas preguntas).

c) Voto nulo ‘clásico ‘ (desgarrado, con textos o dibujos añadidos, material añadido, sustitución de la papeleta…)

d) Sí y sí.

e) Sí y no.

f) No.

En cambio, hay cinco votos más que presentan problemas diversos y que hay que resolver : no y no, no y sí, sí y abstención; abstención y sí, y abstención y no. Ay, qué mareo. Vayamos por partes.

g) No y no. Técnicamente es voto nulo. La segunda pregunta es sólo para quien conteste afirmativamente a la primera. Pero humanamente, psicológicamente e incluso políticamente, parece casi ‘natural’ de responder a la segunda pregunta también en negativo. Yo aconsejaría contar el doble no como lo que es: un no a la primera pregunta, que también computa en la segunda como tal en el ‘total final’ pero que no debe contar en el ‘total específico’ de la segunda pregunta. Lo más sencillo, como decía, sería declararlos nulos. Pero políticamente me parece inviable porque el sentido del voto es meridiano, porque la actitud del votante es la lógica y en todo caso, la confusión viene introducida por la pregunta, no por la respuesta, doble y coherente. Tengamos en cuenta, además, que entre los votantes del no hay una sobrerrepresentación de población con un nivel de estudios bajo o nulo. La complejidad se debe volver contra quien la introduce, no contra quien la recibe. Consejo: aceptar el primer No como válido, y el segundo como innecesario a efectos del recuento.

h) No y sí. Aquí no hay dudas: voto nulo, en ambas preguntas, por contradictorio (y no valen conjeturas si la contradicción es la primera respuesta o a la segunda: nulo y para casa).

i) Sí y abstención. En principio parece un resultado legítimo y claro: expresa dos votos favorables y no contradictorios a las dos preguntas. Pero tiene un claro problema de recuento. El recuento de las dos preguntas es evidente, pero no el del ‘total combinado’. Cuando se trate de hacer la proyección de los votos afirmativos a la segunda pregunta, los síes al Estado independiente, sobre el total de los votos… ¿sobre qué total de votantes hablamos?

Los referendos se calculan por porcentaje sobre la suma de sí + no (sin nulos ni votos en blanco). Todos los noes son a ambas preguntas, claro. Los sí y no también computan claramente sobre la cuestión capital, el Estado independiente. Pero el total de votos afirmativos de la segunda, lo proyectamos sobre el total de votos sí + no de la primera pregunta, y los noes también, sumándolos a los noes rotundos de la primera, ¿verdad? ¿Pero cómo contamos la abstención específica de la segunda pregunta, sobre el total global? La cosa más simple, nuevamente, es declararlos nulos, técnicamente lo son. Pero una vez más, parece una respuesta política y sociológicamente comprensible. Parecería una buena solución contarlos sólo para el recuento de la primera cuestión, pero contarlos como votos en blanco para el total combinado. Es el caso que veo más complicado, porque no estoy nada seguro de que esto que propongo tenga sentido.

j) Abstención y sí. Otro caso, como el (g) donde tenemos una respuesta técnicamente nula, pero que tiene una evidente lógica política, psicológica y de mecánica en el propio referéndum: yo voto independencia, y no quiero más romances. Como he propuesto aceptar el no y no, creo que habría que aceptar la abstención y sí, como forma técnicamente equivocada pero indudable del sí y sí. Si alguien quiere un Estado independiente, quiere un Estado. Ahora, esto es forzar un poco la técnica electoral, como todas las demás de este grupo que no sea optar por la nulidad. Pero menos que considerar el absurdo de abstención en la primera y votación afirmativa a la segunda, subordinada de la primera. Aparte de que esto complicaría aún más (falsearía…) los cálculos de los totales combinados, porque tendríamos totales que no serían del 100% para recuentos diferentes en las preguntas. Consejo, por lo tanto: que valga como a un sí y sí (cuidado, única concesión en favor de mi opción en todo el comentario, y tan evidente como la de no y no en contra).

k) Abstención y no. Aquí hay que declarar el voto nulo, y punto. Porque abstención y no puede querer decir dos cosas: sí y no o bien no y no, que son diferentes y que ambas son relevantes para el resultado del referéndum. Aquí ha habido error, y falta de voluntad de contestar, más allá de las confusiones casi comprensibles para quien tenga las ideas claras de g) y j). Voto nulo, y basta.

En fin, las minucias lo hacen todo tan complicado que, más allá del resultado, tendremos que evitar dos riesgos políticos claros: un voto nulo alarmantemente alto, producido por la complejidad de la doble pregunta, y un número demasiado alto de impugnaciones a causa de un recuento demasiado complejo para los presidentes y vocales de mesa electoral típicos. A ver cómo lo conseguimos.

PS: Cuidado, también hay una distorsión técnica en favor de la independencia, hay que admitirlo: la respuesta que lleva es el doble sí, y los referendos siempre tiene una pequeña ventaja la respuesta positiva, y la primera opción que aparezca en la papeleta de voto. Es decir que un pequeño porcentaje, técnicamente, iría a parar a la opción contraria si la pregunta fuera ‘¿Quiere renunciar a ser un Estado?’ y en caso negativo: ‘¿Quiere renunciar a un Estado independiente?’ Ahora, ventaja de la inercia en parte, formular las preguntas así sería una tontería, fuera cual fuera la posición de quien las formulara.

 

Atemorizar no vale. Sobre si un nuevo Estado puede o no permanecer en la UE

Bardo Fassbender

SinPermiso

Antes de finales de 2014 el gobierno regional catalán, presidido por Artur Mas, quiere celebrar un plebiscito sobre la independencia de la región, aunque el Gobierno central español rechaza un referéndum como contrario a la Constitución. Contra las aspiraciones de independencia se ha emplazado, empero, un argumento de peso: una Cataluña independiente se separaría “automáticamente” de la UE. Y para una (re)incorporación a la Unión, según el Tratado de la UE (TUE), sería necesaria la aprobación de todos los estados miembros; por tanto, también la de España, que, seguramente, se negaría a dar, con consecuencias económicamente catastróficas para la región.

“Verdaderos” terceros estados

La Comisión Europea también se ha hecho suyo ese argumento. Así lo explicaba el presidente de la Comisión, José Manuel Durão Barroso, en diciembre de 2012, en un escrito a la Cámara de los Lores británica: “En caso de que una parte del territorio de un estado miembro de la UE dejara de pertenecer a ese estado por convertirse en un nuevo estado independiente, los tratados comunitarios ya no tendrían vigencia en ese territorio.” Según Barroso, en una entrevista concedida a la BBC, un tal nuevo estado tendría que solicitar, conforme a las normas del TUE, una afiliación a la UE, “como cualquier otro estado”. ¿Está jurídicamente fundada esta opinión?

Es correcto que Cataluña, en caso de secesión, no permanecería “automáticamente” en la UE. Mientras que la pertenencia a la UE de España, a pesar de la reducción de su territorio estatal y de su población, seguiría, Cataluña —pese a su estatalidad propia anterior, vigente hasta el siglo xviii— sería, desde el punto de vista del derecho internacional, un nuevo estado sin vínculos contractuales con la UE. La opinión de Barroso según la cual Cataluña tendría que solicitar una adhesión a la UE “como cualquier otro estado”, empero, es falsa. Y es que las normas correspondientes, recogidas en el artículo 49 del TUE, están concebidas con la vista puesta en la adhesión de un “verdadero” tercer estado, es decir, de un territorio hasta ahora fuera de la Unión. La posibilidad de la adhesión de un estado surgido de la separación de un estado miembro no se considera en modo alguno. Por ello, sólo procede una aplicación del artículo 49 del TUE para una adhesión de Cataluña que considere las circunstancias especiales. Y es que el procedimiento establecido en el artículo 49 es problemático, porque, para una adhesión, prevé una decisión unánime del Consejo de la UE, además de una ratificación del convenio de adhesión por parte de todos los estados de la UE. Este procedimiento permitiría que el estado miembro del que el candidato a la adhesión se ha separado impidiera la adhesión, aunque se cumplieran todos criterios materiales para ésta. Tal obstrucción sería un abuso de derecho, si el motivo fuera un “castigo” a la población en cuestión por sus afanes de independencia. El derecho de la UE no ofrece base alguna para tal sanción, porque una secesión no está prohibida. Guarda silencio sobre una separación de un territorio de un estado miembro, así como sobre la cuestión de una unión de estados miembros. Es verdad que la Unión “respeta” la salvaguardia de la integridad territorial como una tarea de cada estado miembro y protege hacia fuera la integridad de la Unión. Pero no defiende a sus propios pueblos y ciudadanos contra las fronteras estatales de dentro de la Unión. También la ciudadanía de la Unión introducida en Maastricht en 1992, reducida a libertades económicas básicas, y los derechos individuales de la carta de la UE de derechos fundamentales hablan contra un derecho de obstrucción unilateral de una adhesión. Y es que, como ya subrayó el Tribunal Europeo en 1963 en su sentencia Van-Gend-&-Loos, la UE es un nuevo orden jurídico del derecho internacional, “cuyos sujetos de derecho no son sólo los estados miembros, sino también los individuos”. Por ello, el derecho comunitario concede derechos a los individuos, que son parte del “patrimonio jurídico”. El derecho de la Unión está orientado a que todas las personas que alguna vez hayan sido portadores de tales derechos individuales los conserven.

La exclusión punitiva de un país que se ha decidido por la independencia mediante procedimientos democráticos y conformes al estado de derecho es incompatible con el “proceso de creación de una Unión cada vez más estrecha de los pueblos de Europa” (preámbulo del TUE). La UE reconoce los principios del derecho internacional, a los que también pertenece el derecho de autodeterminación de los pueblos. La “invitación a los demás pueblos de Europa” a agregarse a la Unión (preámbulo del Tratado de funcionamiento de la UE) también se dirige al pueblo catalán tras la obtención de la independencia. La UE se basa en la inclusión, no en la exclusión. Esto también se desprende del artículo 50 del TUE, que incluso prevé el caso de una salida voluntaria de la Unión de un estado miembro, con un acuerdo de establecer un “marco para las relaciones futuras de ese estado con la Unión”.

Objetivos y valores de la Unión

Es comprensible que, en la disputa sobre Cataluña, los órganos de la UE cubran la espalda del país miembro España. Sin embargo, es de esperar que, en caso de una independencia efectiva de Cataluña, insten a la ulterior afiliación del país a la UE. Cualquier otra actitud no sólo dañaría los objetivos y valores de la Unión, sino que también implicaría, en vista de la fuerza económica de Cataluña y su papel como zona de inversiones y de tránsito, graves perjuicios a los estados miembros de la UE.

Bardo Fassbender es profesor de derecho internacional, derecho europeo y derecho público en la Universität St. Gallen.

Traducción para www.sinpermiso.info: Daniel Escribano

 

EL PUNT – AVUI

¿Esto va en serio?

Miquel Sellarès

La buena gente del país que ha luchado como militante de base de los partidos, desde el mundo profesional o desde la sociedad civil y la que vibró el Once de Septiembre pasado, la que formó parte de la Vía Catalana con toda la familia, está ahora muy ilusionada. Y no por una zanahoria del Estado, por un Estatuto, por una utopía federal o confederal, sino que la ilusión es la de convertirse en un país normal, como muy bien expresó Òmnium Cultural.

Ya no se trata de pájaro en mano, de un buen o mal acuerdo, de más o menos dinero… Se trata de dignidad nacional, de sentimientos, del derecho de los catalanes a ser, a tener una nación Estado como todo el mundo, y de participar como catalanes en la construcción de una nación libre sin nunca más depender de aquellos que dicen tener derecho sobre nosotros. Y construir una independencia del siglo XXI para construir una Europa fuerte, con sus valores sociales y de progreso. Y hacer todos juntos un mundo mejor. Y también, evidentemente, para ser buenos vecinos con España y Francia, con los que seguro que haremos muchas cosas, y afrontaremos también muchos riesgos de manera conjunta.

Y todo esto lo queremos conseguir ejecutando y ejerciendo el derecho democrático fundamental de votar para decidir. La mayoría social soberanista ha dado un paso adelante, este histórico 12 de diciembre, y han sido conscientes de la excepcionalidad de la hora que estamos viviendo. Vivimos un momento de sumar, de unidad nacional, para enfrentarnos a un Estado y a su quinta columna en Cataluña que, junto con las cloacas, quieren destruir y hacer descarrilar el proceso soberanista.

Además, la gente más sensibilizada ve, azorada, cómo las ofensivas en contra de nuestras estructuras de Estado -enseñanza, lengua, medios de comunicación, policía, instituciones propias o nuestra proyección exterior, junto con el ahogo económico- tienen una respuesta poco contundente por parte de nuestra clase política y nuestras instituciones. Y si a todo ello añadimos la debilidad y la indecisión de crear y consolidar nuevas estructuras de Estado para el día de después, la pregunta siempre es la misma: ¿esto va en serio?

Yo siempre respondo la pregunta con una explicación sobre las dificultades de todo tipo que sufren nuestras instituciones. Trescientos años sin herramientas de Estado han creado entre nuestros dirigentes y también entre los medios de comunicación, etc., una falta de conciencia y de sentido de Estado.

Ahora, tomada la decisión de la pregunta y la fecha de la consulta, que representa el gesto político más importante de los últimos 300 años, las instituciones catalanas han de convencer con hechos, ya que nos jugamos demasiado. Y los ciudadanos debemos aportar firmeza, disciplina y resistencia, así como el mismo sentido de Estado que tienen los españoles, con los que nos confrontaremos democráticamente, o así lo esperamos.

Construyamos, pues, una estrategia clara, unas estructuras de Estado firmes, un nuevo gobierno con mujeres y hombres que tengan los tejados transparentes, decididos y referentes. Porque necesitaremos mucha fortaleza. La independencia no vendrá de un día para otro: no soñemos. No nos despertaremos un día y seremos independientes. Es necesario que todos pongamos el cuello y nuestros dirigentes en primera línea, así como nuestra institución máxima.

Ahora sí que necesitamos los mejores para el paso adelante más importante de nuestras vidas. Algunas oportunidades quizás no se vuelven a repetir. No puede ser que -aunque quizá con razón- muchos ciudadanos se pregunten: ¿esto va en serio? Ya hemos acordado la fecha y la pregunta. Anunciamos ahora que, además de nuestra libertad nacional, queremos hacer también un país nuevo para todos los ciudadanos que viven y trabajan en Cataluña, sea cual sea su procedencia o estrato social.

Cataluña tiene derecho a ser una parte de una nación catalana más amplia que no puede olvidarse en un futuro. Digamos, pues, al país: sí, esto va en serio. Hagámoslo posible y creíble, y el país y su mayoría social seguirá porque tiene ilusión y un gran sentimiento de responsabilidad histórica de lograr la libertad. Ahora o nunca. Y todos detrás de nuestras instituciones.