Invertebrados

Aquel humorista genial que fue Ortega y Gasset escribió un librito muy fácil de leer, lleno de petulancia y palabras altisonantes -como todas sus obras-, una obra que muchos harían bien en llevarse a la playa este verano en lugar de las tonterías de Dan Brown.

En ‘La España invertebrada’, el filósofo Ortega no pone en duda la existencia del hecho catalán, como todavía se atreven a hacerlo en el diario El País cada día dos o tres columnistas… Sabe que esta identidad, con la vasca, es la de un pueblo diferente, aunque esta nación sólo se sentirá atraída hacia el separatismo (él dice ‘particularismo’) cuando desde el centro rector del Estado no se da un proyecto común estimulante, cuando Castilla o Madrid o el grupo dominante del proyecto español no sabe iluminar y liderar, vender un marco de pensamiento y de acción seductor y de envergadura, que haga que los otros pequeños grupos que están incluidos dentro del Estado no nos sentimos tentados en emprender su propio camino.

Cuando falla Madrid como faro director de las conciencias, cuando falla la ejemplaridad del proyecto español -y Madrid no es nada muy alentador, ni España ofrece nada a nadie- es cuando los diferentes pueblos se sienten tentados en hacerse independientes. Ortega -con más lucidez que nuestros líderes del PSC, por ejemplo- es capaz de echar la culpa de todo esto al centro, el primero en caer en el ‘particularismo’. Es cuando Madrid comienza a regir España como si estuviera solo (cuando Madrid comienza a pensar que él solo es un Estado independiente: ya sabemos cómo ha planificado y ejecutado las ‘sus’ infraestructuras…) cuando los demás despiertan de su sueño de convivencia constitucional, y apuestan por su propio particularismo. El primer separatismo lo inventaron en Madrid, nos dice Ortega, con la incapacidad de unir las diferencias bajo un paraguas más razonable y decente, más seductor para todos y más ejemplar a través de unas élites que supieran hacer frente a la ‘rebelión de las masas’. Cuando el hombre vulgar -afirma Ortega- coge el poder, también cae en esa cosa ‘particularista’, y sólo piensa en sí mismo -un egoísmo iletrado-, y es así es como se hunden los estados, los cuales siempre son plurales y diversos, sólo gobernables desde una cierta magnanimidad y apertura de miras, propia de los hombres excelentes. Que en España han faltado hombres excelentes es una verdad conocida: la corrupción, la gamberrada y las ganas de hacer bailar al otro bajo la propia batuta lo envenenan todo… y la calidad intelectual de las élites españolas no sirve ni para nutrir de humorismo a los herederos de Miguel Gila. Nos basta ver la calidad de los argumentos que ahora esgrimen para frenar ‘la tentación secesionista’, que sólo se aderezan con insultos o invocaciones a los amigos de Joseph Goebbels.

Madrid es un centro perdido, España no ofrece ninguna garantía de convivencia ni de futuro económico en nuestras clases medias (aunque sí a una cierta burguesía, que últimamente vive con el alma en vilo entre las garras de los inspectores de Hacienda y el terror de que no la inviten a las cenas de Madrid). Estas élites catalanas dejaron de serlo cuando olvidaron que tenían que liderar un país: su «particularismo» las ha borrado de la historia. Que estas élites egoístas -‘particularistas’, que sueñan con curas y con calderetas de langosta- tengan un recambio en unas élites más razonables y decentes y más acordes con el mundo en que vivimos -y no otra dosis de tontos con halitosis que no se dan cuenta de los que están por debajo- es lo que tendremos que aclarar en los próximos años. El miedo es un factor a tener en cuenta en los países ilustrados, y el miedo siempre juega a favor de los poderosos y de sus escribas. Y también las clases medias -ay- son proclives a su propio ‘particularismo’.

No hay en España ningún espejo ni grandeza en la que mirarnos y sentirnos recompensados por pertenecer a un proyecto de mayor alcance que el simplemente catalán. Aunque existe: hablo del proyecto europeo. Sólo Europa es ahora el Gran Marco dentro del cual queremos estar, porque sí que garantiza libertades, soberanía fiscal y una aspiración de esplendor económico. Entre ser una provincia más de un Estado colista en Europa o ser uno de los cuatro motores económicos de Europa no hay ninguna duda a la hora de elegir. ¿O sí?

Ahora el PSC puede venir de Granada con su propio federalismo envuelto en cuatro chorizos de segunda calidad, aunque sólo engaña a los que sean incapaces de mearse de risa cuando oyen a Navarro o a Lucena. Ellos son muestras de lo que decíamos: Rajoy de izquierdas -egoístas: particularistas del partido-, hombres del pleistoceno que todavía hablan de ordinalidades o de legalidades o de constituciones. El siglo les pasará por encima, aunque con ellos deban llevar también la pintura de las paredes. La izquierda comete errores, la derecha evita que se solucionen.

La gente del PSC prueba ahora las mordeduras que ellos mismos contribuyeron a afilar con su irresponsabilidad: difirieron en su momento un debate que ahora los hunde en la insignificancia. Y el PP se hace el sordo, porque hoy por hoy sólo escucha los mensajes de la fiscalía y el ruido de cuchillos de los que pueden hacerse con el control del partido cuando Rajoy tenga que comparecer a dar explicaciones. Bárcenas tiene papeles -papeles muy sucios-: puede hacer caer el gobierno de Madrid, alterar las piezas y que el soberanismo juegue en un tablero diferente la misma partida.

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