No, no condenan el franquismo; lO actualizan. Sí, el expolio fiscal intensifica la devastación. Sí, Aznar conmina a Rajoy a «restablecer» las bases de la nación española. No, no lo conmina a renovarlas o refundarlas sino a restablecerlas -las de antes, las de siempre-. No, en nueve meses no nos han hecho ninguna propuesta ni nos han invitado a quedarnos. Sí, nos han amenazado y legislan presionándonos la yugular. Sí, todavía hay algún partido catalán de izquierdas que los quisiera en un gobierno de unidad. Sí, es un partido que aspira a gobernar el país proponiendo que no se emancipe. No, todavía no tenemos la Hacienda propia a punto. Sí, parece que finalmente ya se han puesto. Sí, pronto habrá una propuesta de fecha para hacer efectivo el derecho a decidir, ¿verdad?
El «laberinto español» que evocaba Gerald Brenan en su esfuerzo por revelar las causas profundas de la guerra de 1936-39 ya está a punto de ser completamente desmantelado. El poder centralizador ha terminado arrasando el grueso del laberinto y ha expulsado el resto. Hoy, alrededor del centro conceptual inmutable de la España eterna -unidad de destino-, después de los delirios saturnales del PP, en el lugar del antiguo laberinto metafórico hay un erial vastísimo hundiéndose y transformándose en un abismo. Han encontrado las raíces auténticas del imperio (no era «tanto monta, monta tanto» sino «te monto tanto, que me mondo»). Han descifrado el sentido profundo del «atado y bien atado» (nuestras manos, su cuerda). Han encontrado el testigo supremacista justo allí donde se le cayó a la dictadura durante el último relevo… y no han parado de correr proclamando sortilegios ancestrales. Y la irreductible Cataluña, díscola, mezquina e ingrata -excepto tres servidores y cuatro federales-, está expulsada.
No hemos entrado en una fase política larga. Será necesariamente breve. Para ellos es un asedio. Económico y político. Para nosotros es una oportunidad. Nosotros nos lo jugamos todo. O somos sujeto, o no lo somos. O somos Estado, o bien su Estado se nos viene encima con todas las consecuencias. Con un afán vengativo aún multiplicado. ¿Más? Sí, más. Todo el mundo ha mostrado sus cartas bastante claramente. Todo el mundo tiene difícil el retroceso. ¿Escucha alguna voz que, desde sus filas, defienda una consulta democrática y pida una actitud de respeto por los resultados y voluntad negociadora?
No es sólo que PP y PSOE -o PPC y PSC- no tengan proyecto catalán, que no tienen, sino que tampoco tienen proyecto español. Quiero decir que no tienen un proyecto propio nuevo, global, social y nacional. Una oferta de inclusión en el escenario global, en el mundo en red de las culturas híbridas y de los entornos plurales. Un modelo de incorporación amable de lo que nosotros queremos representar. Una propuesta de trabajar juntos… No la tienen. Ni unos ni otros. Se han acostumbrado a concebir España tan acabada y completa que no son capaces de pensarla diferente. Y, en consecuencia, acaban compartiendo los desperdicios, más o menos actualizados, del proyecto y el discurso decimonónico que el falangismo y el nacionalcatolicismo franquista reciclaron. Hace 30 años, durante el felipismo, pareció posible la articulación de una nueva idea de España. Una España desacomplejada, capaz de hacer una lectura crítica de su historia, de superar la obsesión totalizadora y uniformizadora; capaz de reconocer su propia complejidad: nación de naciones. Pero fue un espejismo.
La reacción ante la reivindicación catalana de soberanía de los últimos meses ha sido la radicalización y el empeño en las definiciones y afirmaciones más rancias de la españolidad. Como si la historia hubiera terminado. Como si ellos ya supieran quienes son de una manera categórica. Y ya supieran, también categóricamente, quienes somos nosotros. Un simple apéndice molesto de su definitiva configuración. Una protuberancia «a cepillar».
Ningún argumento. Ningún proyecto nuevo. Ninguna propuesta de regeneración. «España va bien». Nadie la ha de rescatar de ella misma. A la idea catalana de país en construcción, de identidad de proyecto inclusiva, de ciudadanía comprometida en un proceso de renovación democrática, de apuesta popular por un futuro ilusionante, se opone sólo la aceptación de permanecer anclados en el abismo. Enfangados en la inconsistencia, las mentiras y la poca monta política de Zapatero y Rajoy. Y en la devuelta visceralidad reaccionaria y presuntuosa de Aznar. Hagámoslo con rigor y con todos los escrúpulos formales, pero tiremos decididamente adelante. Neceser a punto. Emancipación o irrelevancia. No hay otra alternativa.