Salvador Cardús: ‘Al Estado español, la hostilidad se le puede escapar de las manos

Entrevista con el sociólogo y miembro del Consejo para la Transición Nacional, que considera que ‘todo va deprisa, quizá demasiado deprisa’

 

 

‘Al Estado español, la hostilidad se le puede escapar de las manos y provocar lo contrario de lo que quisiera’, dice el sociólogo Salvador Cardús, miembro del Consejo Asesor para la Transición Nacional. En esta entrevista con Vilaweb, Cardús avisa de que el proceso de independencia ya va deprisa, ‘quizás demasiado deprisa’, y que ‘tan importante es llegar pronto como llegar vivos’. En este sentido, destaca que el principal desafío ‘es nuestra capacidad de resistencia’. También hace esta recomendación al poder, mediático y financiero que se opone al proceso: ‘No las tendría todas conmigo a la hora de oponerme a la aspiración mayoritaria de los ciudadanos’.

 

– ¿Hasta cuando piensa que el gobierno catalán y la sociedad podrán aguantar la situación actual, de asfixia económica financiera, crisis y hostilidad por parte de algunos políticos y medios españoles?

– No lo sé, entre otras cosas porque tenemos muchos números para estar aún más estrangulados económicamente y para ser objeto de más provocaciones. Por eso, ahora mismo, el principal desafío es nuestra capacidad de resistencia ante las embestidas. Desde mi punto de vista, aunque perdemos demasiado tiempo respondiéndoles, y aún nos equivocamos demasiado a la hora de señalar a los culpables de la asfixia.

 

– ¿Si el proceso no se acelera no podría aparecer la sensación de fatiga entre la gente?

– Sí. Este es ahora el principal peligro. Es una lucha de resistencia, y habría que conseguir que el adversario también se sienta fatigado. Pero atención: acelerados, ya vamos. Todo va deprisa. Quizás demasiado deprisa. Y tan importante es llegar pronto, como llegar vivos. Ahora mismo, no me preocupa tanto la velocidad como la resistencia.

 

– El hecho de que el proceso lo dirijan ahora los partidos y el gobierno, y no las entidades civiles, ¿puede hacer que sea visto con más lejanía?

– No creo que sea cierto que el proceso haya quedado en manos de los partidos y el gobierno exclusivamente. La sociedad civil, por el momento, no da señales de desfallecimiento. En todo caso, actúa más que piensa, y eso tampoco es bueno. En cuanto al gobierno, trabaja en la buena dirección y a buen ritmo. Y, en relación a los partidos, quizás falta ver la capacidad de llegar al acuerdo amplio que a todos nos gustaría, que el país necesita y que si no lo alcanzaran, no se lo perdonaríamos. La sociedad civil ha de tirar, sí, pero el proceso hacia la independencia o está en manos de las instituciones políticas democráticas, o no será.

 

– ¿Cree que hay algo que lo podría precipitar todo?

– Sí. Y además, este es el escenario más probable. Es decir, que hay que tenerlo todo previsto… incluso la posibilidad de un imprevisto. Al Estado español, la hostilidad se le puede escapar de las manos y provocar lo contrario de lo que quisiera. Pongamos por caso, la inhabilitación del presidente Mas. Pero nosotros también tenemos que ser prudentes y no encender fuegos inútiles, porque hemos demostrado a menudo la capacidad de tropezar nosotros solos.

– ¿Hay suficiente masa social en Cataluña para llevar adelante el proceso?

– Hay suficiente masa social como para seguir adelante y llegar a tener la mayoría necesaria. Pero todavía no estamos todos los que hacen falta. Creo que hay que reforzar la confianza en nuestras propias fuerzas. Tenemos el convencimiento racional, pero nos falta más coraje emocional.

 

– En un referéndum sobre la independencia que se celebrara mañana, ¿piensa que ya podría ganar el sí?

– Dependería mucho de las condiciones. Si fuera mañana mismo, por sorpresa y sin campaña previa, podría ganar el sí, con una participación discreta. Si era pasado mañana, con veinticuatro horas de campaña y todas las instituciones del Estado tocando a somatén, quizás ganaría el no, atendiendo a las fuerzas actuales de cada uno. Un hecho relevante sería saber si los contrarios al derecho de decidir acabarían queriendo votar para decidir que no, o si rechazarían el mismo hecho de participar. En el segundo caso, que no participaran, ganaríamos ahora mismo, claro.

 

– ¿Dónde hay que hacer más pedagogía sobre el proceso? ¿Donde hay más recelos? ¿Quién debe hacer esta tarea?

– Hay que seguir argumentando, pero prestaría atención a los excesos pedagogistas, que pueden tener un sabor de condescendencia y causar emociones reactivas. Como he dicho antes, la desproporción de los argumentos a favor y en contra, hace que el combate racional esté ganado. En cambio, mostramos más debilidad ante los miedos irracionales y, sobre todo, cuando nos hacen creer que no seremos capaces de hacerlo bien. Es sorprendente la cantidad de gente que dice que no ha pensado en esto o aquello, cuando más bien diría que ya es difícil encontrar alguna dimensión del proceso no estudiada. Seremos el país del mundo que habrá llegado a la independencia más bien repensada. Por tanto, creo que, en primer lugar, hay que ayudar a superar lo que los psicólogos conocen como ‘indefensión aprendida’, ‘learned Helplessness’, es decir, a descubrir que tenemos la capacidad para llegar a desprendernos del alma de esclavo que nos habían inoculado. Y, después, hay que combatir los temores ligados a la falsa idea de un posible aislamiento o de una mal vecindad con España. La independencia sirve, sobre todo, para construir puentes.

 

– Algunos sectores contrarios al proceso tienen mucho poder económico, político y mediático. ¿Con su oposición será posible alcanzar la independencia?

– No tengo ninguna duda. El poder económico que está en contra es, de hecho, una economía subsidiaria del poder político español, y cada día es menos relevante. Y el poder mediático sabe que es subsidiario de la sociedad a la que sirve y que no se puede pasar en la frenada a la hora de querer contrariarla en sus aspiraciones legítimas. Si yo fuera poder financiero, económico o mediático en Cataluña no las tendría todas conmigo a la hora de oponerme a la aspiración mayoritaria de los ciudadanos.

 

– ¿Se ha abierto lo suficiente el debate sobre la definición de este nuevo Estado?

– Yo creo que se ha abierto demasiado. O si se quiere, que se ha precipitado excesivamente. ¡Estamos diciendo trigo! y todavía no está en el saco. Hay quien ya está exigiendo la nacionalización de la banca, o discute la oficialidad del español, o quiere imponer un sistema único de escuela pública… Sin querer, hay quien sabotea el proceso poniendo condiciones políticas que sólo se podrán determinar una vez seamos independientes y según las mayorías democráticas que se establezcan en ese momento. Una cosa es debatir el proceso, y el otro querer constituir en asamblea parlamentaria antes de tiempo.

 

– ¿Quién debería definir la nueva constitución catalana y qué proceso de elaboración se podría seguir?

– Habrá que abrir un periodo constituyente, y el Parlamento que tenga encomendada esta alta responsabilidad, debe proponer una constitución catalana para ser refrendada posteriormente.

 

– ¿Qué papel debe tener la inmigración? ¿Cómo se lo ha de invitar a participar en el proceso?

– Ya hace años que dije que en Cataluña no hay inmigrantes por definición, y que si alguien quiere serlo, que pida papeles… Ahora bien, si nos referimos a extranjeros sin derecho a voto en un marco legal español, habrá que decidir cómo la nueva constitución establece caminos de incorporación legal para que tengan los derechos políticos que en una sociedad abierta y avanzada como la nuestra les debería reconocer. Estoy seguro de que, como siempre ha pasado en la historia en cuestiones delicadas como ésta, Cataluña acabará haciendo la legislación más avanzada del mundo.

 

– ¿Ve conveniente que el Consejo Asesor analice posibles fórmulas federales o confederales para Cataluña?

– No estoy seguro de que el Consejo Asesor le corresponda discutir cómo debe ser España. Si se me permite la ironía -aunque en general, vamos escasos de humor, y quizás alguien lo tomará mal-, diría que lo podría hacer si le fuera encargado por el gobierno español… ¡pero cobrando! En todo caso, la decisión no me corresponde.

 

– ¿Qué respuesta debería dar como miembros del Consejo si el TC lo llegara a suspender?

– No puedo responder por mis colegas. Pero yo estaría dispuesto a seguir trabajando aunque fuera reuniéndonos alrededor de la mesa de mi casa. Yo pondría el café, pero ellos deberían desplazarse hasta Terrassa…

 

 

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