Además del asedio de Pamplona que ya recordamos la semana pasada, el contraataque del rey Juan III de Albret en noviembre de 1512 provocó toda una oleada de alzamientos en los pueblos y ciudades de la Alta Navarra. En Estella, la revuelta estuvo encabezada por Johan Remíriz de Baquedano y Johan Belaz de Medrano, en Miranda de Arga fue el beaumontés legitimista Ladrón de Mauleón quien la lideró, en San Martín de Unx, el mariscal Pedro; en Tafalla, Martín de Goñi; en Santacara, el futuro alcaide de Amaiur, Jaime Belaz de Medrano, etc. Tal vez el acontecimiento más destacado de estos enfrentamientos, aparte de los ocurridos en la propia Pamplona, fue la severa derrota que un grupo de roncaleses, dirigidos por su capitán Petri Sanz de Bereterra, infligieron a un contingente de soldados aragoneses cerca de Murillo el Fruto. Los autores que se refirieron a este hecho, como el Padre Moret y Ramírez de Ávalos, difieren mucho en el cálculo de soldados que allí se enfrentaron, pero parecen estar de acuerdo en que un grupo de unos cien roncaleses derrotaron a una tropa mucho mayor de enemigos, procedentes de las milicias de Daroca, Teruel y Albarracín, a quienes vencieron y apresaron, dejándoles luego marchar a sus casas, desarmados y en camisa.
Como era de esperar, no obstante, el fracaso en el asalto a Pamplona trajo consigo que los ocupantes impusieran su control en la zona sur del reino, allí donde no había llegado el ejército legitimista. Ya vimos que cerca de doscientos pamploneses habían sido desterrados de Pamplona y obligados a marchar a Logroño. A ellos se unirían los legitimistas tudelanos que fueron desterrados hoy hace exactamente 500 años, el 18 de noviembre de 1512, con el capitán de la milicia tudelana Gonzalo de Mirafuentes a la cabeza. Como recuerda Pedro Esarte, otros navarros legitimistas fueron inmediatamente detenidos, como ocurrió con un vecino de Fustiñana, de nombre desconocido, que había manifestado públicamente su deseo de seguir a Juan III de Albret y que había amotinado a sus paisanos «con palabras muy deshonestas» en contra de Fernando el Falsario. Otro vecino de Larraga, a quien se acusa de ser «francés», fue detenido por igual motivo. No obstante, tal vez el caso más dramático sea el de Pedro de Rada, legitimista que había encabezado la revuelta de Murillo el Fruto, y que tras ser apresado fue condenado a muerte. El desgraciado fue atado al potro de tortura donde, tras horas de terrible sufrimiento, moriría por descoyuntamiento de sus huesos.