En junio de 1512 la evolución de los acontecimientos hacía ya presagiar lo inminente del ataque español. Como recuerda Pedro Esarte, para el día 28 de mayo Fernando el Católico se había dirigido desde Burgos a los «parientes mayores» vascongados, exigiendo su ayuda en la próxima guerra contra Navarra. Ante la gravedad de la situación, los reyes navarros multiplicaban las embajadas para intentar una solución in extremis. El día 12 de junio el mariscal Pedro de Navarra y Ladrón de Mauleón, importante legitimista de familia beaumontesa, iniciaron algunos contactos. Pocos días después era el presidente del Consejo Real, Johan de Jaso quién, junto al propio mariscal, se esforzaba por encontrar una salida pacífica. Todo fue inútil, puesto que «el Falsario» planteaba condiciones cada vez más difíciles de cumplir, al tiempo que mandaba aprestar el ejército y maniobraba ante el Vaticano para obtener las garantías legales que justificaran su agresión. Las exigencias, que pasaban por permitir el libre paso de las tropas españolas a través de Navarra, la puesta en manos extranjeras de los principales castillos navarros y otras condiciones abusivas, tan solo pretendían situar a los reyes navarros ante la obligación de negarse, y justificar así una guerra que ya estaba decidida.
Para mediados de junio Fernando el Católico había concentrado en Vitoria-Gasteiz las tropas que ocuparían Navarra, al tiempo que los puertos de Gipuzkoa se convertían en un hervidero de tropas, provisiones y bastimentos destinados a la invasión. Y es aquí donde se da la gran paradoja de este proceso histórico, puesto que los territorios occidentales de Navarra, que habían sido conquistados por Castilla en el año 1200, se emplearon como lanzadera logística para la aniquilación de la Alta Navarra en 1512-1522. El contexto en el que la utilización de estos antiguos territorios navarros se produjo, bien estudiado por autores como Victoriano Herrero, Montserrat Fernández o Estíbaliz González Dios, muestran un panorama de movilización general, que en ocasiones se produjo entre intimidaciones y amenazas, y que dejaría tras de sí un reguero de endeudamiento endémico, carestía de precios y escasez de cereal y de otros alimentos en las villas vascongadas. Y es que cada vez quedan menos dudas de que la conquista de Navarra, al margen del beneficio personal obtenido por algunos arribistas, trajo consecuencias funestas a ambos lados de la antigua frontera.
http://www.noticiasdenavarra.com/2012/06/17/ocio-y-cultura/ultimos-preparativos-para-la-invasion