El concepto de globalización es quizá uno de los más controvertidos en ciencias sociales actualmente, aunque no es mi propósito exponer en detalle esa controversia en este artículo. Globalización es una idea que se puede definir como la formación de redes en tiempo y espacio a una escala transnacional. Más específicamente, la globalización hace sentir sus efectos cuando se da un proceso de transformación local y regional por medio de una expansión transnacional y en virtud de conexiones internacionales.
De ahí que el concepto de globalización pueda entenderse con ayuda de la idea de «acción a distancia», en la medida en que esa acción involucre actores o procesos en territorios nacionales diferentes. La globalización consiste, en suma, en un distanciamiento espacio-temporal desplegado a nivel mundial. La formación del sistema mundial en el siglo XVI, documentada de forma excepcional por Immanuel Wallerstein, o incluso el desarrollo de un sistema transnacional de comercio en los siglos XIII y XIV, tal y como ha sido analizado por Janet Abu-Lughod, constituyen ejemplos históricos de procesos de globalización, un fenómeno que dista de ser exclusivamente contemporáneo.
Ya en 1991, la urbanista estadounidense Janet Abu-Lughod advertía en contra de desarrollar explicaciones de la globalización que se limitaran a reconocer la dimensión espacial transnacional del concepto, señalando además el riesgo de caer en lo que denominaba una cierta cacofonía global de escaso interés explicativo. De acuerdo con esta advertencia, el carácter totalizante de la globalización y la aceptación del concepto entre los científicos sociales durante los últimos veinte años han contribuído a la aparición de una infinidad de explicaciones, la mayoría de las cuales no ofrecen distinciones precisas entre las causas y los efectos del proceso, en buena parte debido a que tales análisis no están basados en suficiente evidencia empírica y en un estudio cuidadoso de rasgos específicos y variaciones en tiempo y espacio.
¿Hemos superado ese estado de cacofonía global? La respuesta a esa pregunta es seguramente un matizado no y de ahí que el significado específico y el alcance real de los procesos de globalización aún constituyan temas de intenso debate. Michael Storper, por ejemplo, señala que «el significado teórico y el impacto práctico de la globalización económica siguen siendo oscuros». Sin duda, los urbanistas y científicos sociales dedicados al estudio de las ciudades y su desarrollo disfrutan de una perspectiva privilegiada para entender el significado específico de la globalización en los albores del siglo XXI, simplemente porque la ciudad ofrece un referente empírico adecuado que ayuda a equilibrar el interés por la teoría general y la necesidad de estudiar peculiaridades basadas en casos concretos, en su desarrollo temporal específico.
He aquí, pues, algunas proposiciones teóricas que pretenden avanzar nuestra comprensión del fenómeno de la globalización desde una perspectiva urbana:
a) La globalización no es simplemente una fuerza externa que determina el destino de localidades y territorios autocontenidos espacialmente. Antes bien, la globalización está compuesta por las relaciones de esos territorios en diferentes escalas espaciales. De ahí que las localidades y ciudades siempre hayan sido construidas en una relación específica con la escala global y, por lo tanto, se puede decir que siempre han sido globales, al menos desde la formación del sistema mundial en el siglo XIII.
b) La globalización no es un fenómeno universal y global. La geometría de redes que constituye la globalización está desigualmente extendida en todo el mundo, puesto que tal geometría relacional depende de condiciones materiales pre-existentes que son específicas de unos lugares y no de otros (lo cual, por cierto, es testimonio de la relevancia de la historia y del lugar en su análisis).
c) En este sentido, la globalización consiste en una interacción entre, al menos, fuerzas globales y condiciones locales que produce resultados específicos. Tal interacción continua nos lleva a caracterizar la globalización no como una causa o un efecto, sino más bien como un proceso en formación con resultados abiertos y no predeterminables. En ciertos casos, las condiciones locales contribuirán a dar forma al proceso de globalización (y en tales casos la globalización deviene efecto); en otros casos, la globalización afectará a localidades específicas y contribuirá a su transformación (y en estos casos la globalización es sin duda una fuerza causal). En todo caso, sin embargo, la globalización es un proceso contingente en formación y, como tal, sujeto a conflicto y oposición.
d) La globalización no es un proceso enteramente nuevo, si bien las estrategias financieras transnacionales y el papel de las tecnologías de la información pueden estar fortaleciendo su papel en los procesos económicos mundiales de principios de siglo. Por el contrario, la globalización parece ser un proceso cíclico o espiral, quizás no irreversible, en el cual el posicionamiento de los Estados frente a las fuerzas globales depende tanto de la fortaleza de las tendencias globalizadoras como de los arreglos políticos nacionales y regionales dominantes en una determinada época. Si la globalización es un proceso histórico, y por lo tanto específico en tiempo y espacio, entonces deberíamos dar menos importancia a explicaciones teleológicas y grandes narrativas como «la compresión tiempo-espacio» y «el espacio de los flujos,» y estar preparados para aceptar diferentes resultados del proceso en diferentes tiempos y lugares.
e) El análisis global no es un juego de suma cero en el cual entender el surgimiento de fuerzas internacionales necesariamente significa no prestar atención a las fuerzas nacionales y sub-nacionales. Dicho de otro modo, la globalización no es el único factor que puede explicar procesos de reestructuración urbana y desarrollo económico en las ciudades. Los intentos de muchos Estados por forzar una mayor centralización y la reciente devolución de poder político y económico a las regiones en numerosos países han configurado también los acontecimientos locales en varios períodos. En suma, no todo lo que ocurre en el nivel local ha de ser determinado o fuertemente influido por procesos que ocurren en contextos más amplios. Si la globalización representa solamente una explicación parcial de procesos reales de la economía mundial, entonces debemos estar preparados para preguntarnos si el ciclo más reciente ha integrado el mundo de una manera cualitativamente más profunda que ciclos pasados.
f) La globalización es un proceso socio-económico y político, en el cual los Estados, en vez de perder control, se reconfiguran para tratar de posicionarse como potenciales actores globales. Su suerte depende de la fuerza relativa de las economías nacionales en el contexto global y también de los posicionamientos del mismo. Implícitamente se tiene la idea de que la globalización es una fuerza igualadora, que en la medida en que el mundo se haga más parecido económica y culturalmente todas las ciudades tendrán la posibilidad de hacerse globales, es decir, de convertirse en nodos centrales en una red global. Sin embargo, cuál sea la posición en la jerarquía global marca diferencias y es importante, aunque esta afirmación solo puede tener el carácter de conjetura debido a que una arquitectura organizativa compleja de la economía global vinculando ciudades alrededor del mundo no se ha desarrollado aún.
La globalización, en suma, es una red de relaciones, estructuras, y territorios, por lo que los flujos y vínculos que la componen deberían ser discutidos dentro de su contexto de producción local-regional. La globalización no es un proceso lineal y uniforme sino contingente y complejo y, aunque uno puede ver similitudes a lo largo del tiempo y el espacio, puede que los resultados locales no sean similares y homogéneos. Uno de los caminos más fructíferos para estudiar la globalización es considerar su ocurrencia en un lugar específico a través de la historia y analizar algunos actores, instituciones y estructuras que son más importantes que otros: la ciudad, la región, el Estado-nación, y la economía global.
La globalización adquiere significado específico cuando es considerada dentro de tal pluralidad de fuerzas actuando en varias escalas espaciales. La globalización no consiste solo en una red de relaciones o flujos entre estructuras o territorios; también incluye las formas en que las estructuras son transformadas en el proceso de globalización y las maneras en que los territorios se convierten en parte de tal red de relaciones.