Hemeroteca: Alta Velocidad Española

23 de abril de 1720

Enric Juliana

La Vanguardia

 

A 619 KILÓMETROS

Hoy vamos a darle otra pincelada al Gran Madrid, la fortaleza que aparece en el fondo de la gran euforia española de los últimos quince años; la foresta sombría de muchos cuadros de la escuela catalana. Un dato fundamental de la restauración democrática.

¿En qué momento España comenzó a ser obsesivamente radial, Zavalita?

– El 23 de abril de 1720.

Lo cuenta el economista independiente Germà Bel en España, capital París, ensayo de imprescindible lectura publicado hace muy pocas semanas. La lógica del kilómetro cero comenzó el 23 de abril de 1720, cuando el gabinete de Felipe V expidió el Reglamento General para la Dirección y Gobierno de los Oficios de Correo Mayor y Postas de España, del que emanaba una red radial de caminos de postas con origen y destino en Madrid, con la única excepción de la ruta entre Barcelona y Alicante (el tozudo eje mediterráneo), y un largo trayecto entre Cádiz y León. En los siglos venideros, con esa plantilla se proyectaron las carreteras, los ferrocarriles, la red de alta velocidad… Con esa horma se gestionan aún hoy los aeropuertos. 23 de abril de 1720, festividad de san Jorge.

Los Austria habían mantenido la red de caminos que tenía su origen en las antiguas calzadas romanas, una red en forma de malla especialmente densa en el sudoeste de España. Un esquema que podía haber sido la plantilla de la modernización del país. Con Felipe V llegó Francia. El deseo de una capital absoluta para una monarquía absoluta.

Germà Bel sostiene que, tres siglos después, el modelo es ya irreversible, pese a no haber alcanzado la contundencia de París y Londres, en términos demográficos y de generación de riqueza. En las áreas metropolitanas de Londres y París (Île-de-France) vive alrededor del 20% de la población británica y francesa. Esos dos gigantes generan, respectivamente, el 32,3 y el 29% del PIB. Y multiplican por seis el volumen de las segundas áreas metropolitanas (Manchester, Marsella-Bocas del Ródano…). La región de Madrid sólo supone el 13,5% de la población española y su aportación al PIB (18%) es levemente superada por Catalunya (18,6%), según los últimos datos de la Contabilidad Nacional.

He ahí el Tema. El diagnóstico de Bel es muy certero, pero aún queda por saber cuál será el efecto de la crisis. Sin crisis financiera e inmobiliaria, el Gran Madrid se disparaba hacia un gigantismo latinoamericano.

(Dos apuntes a pie de página. La deuda del Ayuntamiento de Madrid es de 7.200 millones de euros y multiplica por cuatro lo que deben Barcelona y Valencia. Caja Madrid-Bancaja está buscando, con sigilo, cómo aplazar el vencimiento de deudas, según explicaba Manel Pérez ayer en La Vanguardia. En España aún no se sabe ni la mitad de lo que está debajo de las alfombras. Sólo los catalanes nos hemos retratado. El empréstito Castells es, en este aspecto, políticamente demoledor: la Generalitat tripartita cierra el mandato proclamándose arruinada, y los demás, silbando hasta después de las autonómicas de mayo del 2011.)

 

Velozmente a Madrid

Joan F. Mira

El Temps

Muy velozmente, con una alta española velocidad, a partir del próximo 18 de diciembre, iremos a Madrid y volveremos de Madrid atravesando la Meseta como un rayo. Me parece que es hoy mismo cuando escribo este papel, día 13, que los señores Blanco y Camps harán el primer viaje de demostración. Y el 9 de Octubre pasado, fiesta de la Comunidad sin nombre, la prensa de Valencia y los discursos del día iban llenos de euforia fervorosa por el evento. Si tuviéramos que hacerlo cabalmente, la felicidad ciudadana, la prosperidad y la lluvia milagrosa de dinero, de negocios y de todo tipo de inversiones ya estarían sólo a pocas semanas de distancia, o a pocos minutos de Madrid, sólo noventa. Publicaba ese día la prensa seria cálculos fabulosos sobre el milagro inminente, el maná del cielo, los efectos de tan prodigioso ferrocarril volador. En una entrevista de hace pocos meses, el secretario general de los socialistas valencianos aseguraba, con un sentido profundo de la historia, que la Alta Velocidad Española es «la principal infraestructura de transformación de la Comunidad Valenciana durante muchas décadas». O sea, que iremos velocísimos en Madrid, volveremos de Madrid rapidísimos, y el país se transformará a una velocidad equivalente. Como muestra, el mismo don Jorge Alarte, siguiendo un estudio del ministerio de su compañero Blanco, afirmaba hace pocos días que el tren de los prodigios producirá velozmente una subida entre el 7% y el 10% del producto interior bruto de la Comunidad Valenciana, de nombre impronunciable. Este cálculo, como tantos otros que se han hecho sobre la materia, son una pura especulación fantasmal, propaganda y demagogia, estupidez de tontos, o simple indecencia política. También la primera gran velocidad, AVE volando de Madrid a Sevilla, hace cerca de veinte años que circula, y los resultados están a la vista: gracias al tren velocísimo Andalucía, tal como todo el mundo puede constatar, ocupa ahora los primeros puestos en el PIB per cápita de los territorios de España. ¿O no? Otros aseguran muy seriamente que la rapidez voladora del tren hará que se duplique en Valencia el número de cruceros, para que los turistas navegantes puedan ir a Madrid a visitar el museo del Prado y volver a embarcarse el mismo día. Sensacional. Otros apologistas fervorosos de la obra aseguran que, al quedar libre la vía antigua por Albacete y poderse dedicar al tráfico de mercancías, el volumen de transporte entre Madrid y Valencia se multiplicará rápidamente por diez. Por diez, no por dos o por tres: no sé de dónde saldrá tanto material transportable. Ni el político del PSOE que lo dice tampoco lo sabe, pero lo escribe y se queda tan ancho.

Me recuerda a otro estudio encargado por la patronal valenciana, que comenté hace pocos meses en un diario, según el cual el trasvase del Ebro generaría, exactamente quinientos catorce mil ciento treinta y cinco (514,135) puestos de trabajo. De modo que en poco tiempo tendríamos, además de otros beneficios, las listas del paro reducidas a cero. Si a tal transformación por la alta velocidad terrestre, añadimos la de los caminos del agua, la felicidad sería perfecta. Lástima que, por culpa de los catalanes, el trasvase no se haya podido hacer todavía. La ciencia del miembro del Instituto de Estudios Económicos de Alicante que dirigía el estudio era tan exacta, que incluso preveía las cifras por partidas, como 83.349 puestos de trabajo en la agricultura, o 345.604 en la industria y los servicios.

Igual de claramente lo ve el alcalde de Madrid, Ruiz Gallardón, que está seguro de que el nuevo tren, tal y como calcula el ministro Blanco, producirá 7.000 nuevos puestos de trabajo … en Madrid. Esto ya es más posible, sobre todo a la larga. Porque si hay una cosa clara, clarísima y sólidamente confirmada, es que este tren ruinoso y carísimo, un lujo que ningún país ha llevado a los extremos a los que le llevan los sucesivos gobiernos de España, tiene como objetivo final, expresamente meditado, la consolidación de un estado radial, el incremento brutal de la potencia del centro y el debilitamiento del resto, reducido a la condición de periferia. Y en el caso del País Valenciano, la sumisión definitiva a todos los poderes que se concentran en Madrid: los económicos, los ideológicos, los políticos y, si puede ser (que será), los culturales. Camps ya dijo en su discurso del 9 de octubre que estaba contentísimo, y que se había acabado eso de mirar hacia el norte (irreversiblemente, dijo), ahora que tenemos un lugar muy cercano donde mirar.