En una valoración nacional reciente sobre la cultura de las distintas provincias, Navarra ocupa el penúltimo puesto, y el 30 de septiembre Pamplona no era preelegida entre las seis candidatas para la posible Capitalidad Cultural Europea del 16. Dos malas noticias para nuestra cultura. Quizás no hemos sabido valorar, y mucho menos vender, nuestra rica cultura. Puede entenderse por cultura el conjunto de conocimientos y valores de un pueblo que se transmite de generación en generación: lengua, mitos, costumbres, folclore, deporte rural, pensamiento popular, arte, creatividad, educación, creencias, formas de vida, gastronomía, paisaje, historia, ritos, símbolos… Todo ello configura a un grupo humano, a un pueblo. Navarra es muy rica en estas manifestaciones y representa una identidad específica y propia que para sí quisieran otras regiones de España y hasta de Europa. Podía insistir en cada una de nuestras especificidades. Por poner un ejemplo, nuestra lengua, el euskera, no es sólo una lengua vehicular de cultura, es cultura en sí misma, lengua preindoeuropea, milenaria, viva y admirada por lingüistas de todo el mundo. Nuestro fallo puede estar en que no valoramos lo nuestro y hasta se llega a despreciar nuestro bagaje popular.
Aunque parezca mentira, a veces es culpa de nuestras autoridades. Cada vez nos parecemos más a otras regiones porque vamos perdiendo nuestra propia identidad. En Navarra se valora muy poco la cultura y se destinan pocos recursos para su promoción, la cultura se ve como algo inútil y así nos va. Se dice en psicología nihil vólitum quin praecógnitum «no podemos valorar lo que no conocemos». ¿Tendrían que pasar un examen de cultura nuestros políticos para que los navarros no hagamos el ridículo en este campo?