El gobierno de la independencia
Hèctor López Bofill
Acusan a los partidos independentistas de no tener ningún otro punto del programa más allá de la construcción de un estado propio, pero, en verdad, sólo hay que revisar las propuestas de todas las fuerzas políticas con representación parlamentaria para constatar que en ninguna la independencia es el Eje central de su proyecto político. Si presentas un programa en el que el apartado de la independencia es accesorio ( o inexistente) al resto de cuestiones asociadas a la gestión de una comunidad autónoma es que sólo aspiran a gestionar una comunidad autónoma.
Esto es lo que le sucede a ERC ahora y en las últimas convocatorias electorales : como la idea independentista no pasa de una declaración retórica sin una verdadera intención de precipitar el gesto soberanista, al final su acción política se queda estancada en un programa propio del PSC. Un ejemplo descarnado de esta tendencia lo puso Joan Ridao cuando en las elecciones al Congreso español del 2008 presentó como propuesta electoral estrella que en el 2018 el déficit fiscal que sufre Catalunya se redujera al 4 por ciento. Con esta declaración Ridao admitía que en el 2018 todavía seguiríamos en España y enterraba toda la credibilidad de un referéndum soberanista en el 2014 o de una política independentista con cara y ojos de confrontación democrática con el Estado.
Porque, ciertamente, la voluntad firme de acceder a la independencia requiere un giro copernicano en la función de gobierno y de la administración catalanas. Estamos hablando de un aparato público protoestatal para alcanzar la plena soberanía, preparado para gestionar la secesión en todas sus dimensiones, un propósito que desborda las minucias de los programas políticos autonomistas expuestos con pomposidad para encubrir que no estamos en condiciones de decidir nada.
Por ejemplo, ¿cómo se puede acusar a un partido independentista de que no tiene políticas sobre inmigración, si la independencia conlleva la mayor consecuencia para la inmigración, esto es, la definición de la ciudadanía? Claro que aquí no estamos tratando las agónicas políticas de acogida que España nos permite realizar con recursos precarios, estamos hablando de la decisión sobre la constitución de un nuevo cuerpo político que de entrada se debe plantear incorporar a los ciudadanos sin nacionalidad española a la ciudadanía catalana (¿hay inmigrantes en un nuevo Estado?) así como el tratamiento de los ciudadanos por el momento españoles que residan más allá del Principado y las posibilidades de acceder a la ciudadanía catalana si así lo desean. Como digo, en los programas de los partidos autonomistas no consta ni una palabra sobre estas cuestiones, ERC incluida, porque nunca han creído de verdad en que dejemos de ser una comunidad autónoma.
Cosas similares se pueden decir sobre la estructura del gobierno que debe abrir el proceso independentista. Si el primer punto del programa es llevar a Cataluña a un estado propio dentro de
Un partido independentista no puede quedar atrapado en el «mientras tanto» de la gestión autonomista. Un programa sobre el «mientras tanto» es aceptar la continuidad de la crisis económica, institucional, cultural y moral en la que el autonomismo nos ha metido. Por lo tanto, si la opción independentista no obtiene suficiente mayoría para gobernar debe denunciar con firmeza desde la oposición la falta de capacidad de decisión del autogobierno catalán mientras no emprenda la singladura del estado propio. Una de las razones del fracaso del tripartito ha consistido en evidenciar que el margen de maniobra de un supuesto gobierno de izquierdas era ínfimo y que los logros sociales que tenía que presentar un gobierno de izquierdas no han sido mucho más sustanciales que los presentados en la etapa anterior de un gobierno liberal conservador. No olvidemos, por ejemplo, que los aspectos sociales de peso obtenidos en esta etapa, ahora en completo retroceso por la crisis, como las ayudas a la dependencia, fueron una decisión de las izquierdas españolas que
Independencia frívola
Vicent Sanchis
Cataluña ha vivido durante los últimos meses una auténtica sacudida nacional. Una parte nada despreciable de la sociedad ha llegado a la conclusión de que no vale la pena continuar ligados a un Estado que no les compensa y que más bien los desprecia o los agrede. Han contribuido la frivolidad del gobierno del PSOE, la agresividad del PP en la oposición y la contundencia dramática de algunas instituciones básicas y monadas como las del Tribunal Constitucional o del Defensor del Pueblo. La afirmación no es nada gratuita ni consecuencia de una voluntad interesada. De un lado, las encuestas presentan un aumento de los partidarios de la independencia, con tantos matices, reservas o manipulaciones para rebajarla como se quiera. De otro, cientos de asociaciones se han constituido en una red civil que ha extendido las consultas soberanistas por todo el país y decenas de ayuntamientos han empezado a aprobar mociones para desvincularse » moralmente » de
El propio presidente de
Y sin embargo este momento que parece histórico, sin caer en la exageración habitual del término, lleva implícitos muchos desconciertos. Los partidos políticos catalanes no han sabido reaccionar ante los cambios sociales. El PSC sigue apelando a un federalismo que, sencillamente, no es viable porque para un acuerdo entre dos que altere las reglas del juego siempre se necesitan exactamente dos. Y no es el caso. Cada reforma forzada que cede el PSOE para reconducir la sentencia del Constitucional es aplicada por sistema » a toda la estructura autonómica «. El autonomismo en Cataluña ya no lleva a ninguna parte. Y en Madrid sólo aceptan una asimetría : la que consagra -nunca mejor dicho-
Pero, acabe como acabe todo este proceso electoral, el adjetivo que no debería definir más el anhelo y el movimiento independentista en Cataluña es la frivolidad. La frivolidad de poner fecha a un referéndum que sus instigadores saben que ni podrán convocar ni podrán ganar a plazo fijo. La frivolidad de los que se sienten los únicos poseedores de la verdad nacional y aún perpetran divisiones ideológicas hirientes entre » derechas » -los malos- e » izquierdas » -ellos, no hace falta decirlo- con la superioridad moral que ha definido a los autodenominados progresistas en este país desde el final del franquismo. La frivolidad de los que son capaces de creer que pueden ganar estas elecciones y proclamar la independencia desde el Parlament el 29 de noviembre. La frivolidad de los que buscan cualquier argumento para estigmatizar a otros independentistas porque no son suficientemente puros o porque perpetran el » personalismo » que también les define a ellos. La frivolidad de los que creen en el santo milagro.
No habrá milagros. Ni el 29 de noviembre de este año ni el Once de Septiembre del 2014. El camino hacia la independencia en Cataluña, difícil y sacrificado, conlleva convencer de su de la necesidad a las personas y las entidades que ahora lideran la sociedad. O desbordarse las y sustituirlas democráticamente. Desde el Fomento del Trabajo Nacional hasta
La hora de mojarse
Toni Strubell i Trueta
Un buen amigo lituano me comenta con frecuencia las similitudes que ve entre el caso catalán y el lituano a lo largo de los años. Me comentaba el otro día el carácter «cultural» e intelectual que tenía inicialmente el movimiento regeneracionista Sajudis -creado antes de hundirse el régimen soviético- que le recuerda en cierto modo el brillante papel jugado por Òmnium Cultural en el 10-J. Otra similitud que veía era la compartida insistencia en la memoria histórica, clave de la demostración de que ni Lituania nacía con Gorbachov ni Cataluña nacía con
Personalmente pienso que una parte de la sociedad catalana actual sufre de esta misma miopía e inflexibilidad. Por ejemplo, siento y leo gente que parece esperar la llegada de algún perfecto «deus ex machina» – previamente anunciado por el arcángel correspondiente – antes de que se los viera tomarse la molestia de hacer mucho más por Catalunya que una periódica bajadita manifestiva por el paseo de Gràcia. ¡Y apenas eso! Dicen que quizá sea el 2010 o incluso en el 2014 el momento de movernos. ¿De verdad? ¿Todavía existiremos como nación en aquellas remotas fechas si triunfa la sociovergencia o si se renueva el tripartito? Pensamos que la deriva española de PSC y PP será implacable. Nos lo están avisando a diario. En este sentido, entiendo perfectamente que mi amigo lituano me llame a menudo para pedirme, con cada vez más desesperación y tendencia a la palabrota : «que c… esperan los catalanes para actuar políticamente?».
Y yo pienso : si no somos capaces de reaccionar después de todo el descalabro del Estatuto, de toda la estimulante dinámica de las consultas por la independencia y de todo el ridículo que ha hecho la clase política catalana en estos últimos años, tal vez tendrán razón los que nos niegan nuestro carácter de nación extrapreambular. Creo que debemos estar a la altura de las circunstancias y ver que, por una vez, quizás sí que es mejor asumir un riesgo renovador que no arriesgarnos a renovar la confianza en los inmovilistas y autonomistas que hemos dejado malmandarnos hasta ahora.
Pocos meses antes de las vitales elecciones de febrero de 1990, muchos lituanos de corazón temían que nunca verían la libertad de su país. Decían que los de Sajudis eran una » olla de grillos » y unos » románticos poco políticos «. ¿Os suena? Pero lo cierto es que aquellos lituanos fueron lo suficientemente responsables como para unirse (a última hora) y la gente se atrevió a votarlos. Todos juntos consiguieron 101 de los 141 escaños del Consejo Supremo lituano, el claro paso previo a la independencia. Ahora Cataluña está en una situación que, con todas las distancias, no es tan diferente de la de Lituania en 1989. ¿No tienen puntos en común nuestro 10- J con la inmensa manifestación báltica del 23 de agosto de 1989? Lo único que nos hace falta – incluso lo insinúa el conseller Nadal – es creérnoslo.
Y, ¿como lo tenemos entonces? Por un lado hay una estimulante opción que lidera el presidente del Barça más triunfante y catalanista de la historia con dos líderes destacados de