Cajas , sentencia , España

Lamento repetir, aunque sea parcialmente sólo, el tema de esta página de hace pocas semanas. No por el desastre de las cajas valencianas en tanto que obra de la propia incompetencia, de las organizaciones empresariales del país, de su gobierno y parlamento, más de sus partidos, grandes insensatos y sordos y ciegos a la existencia, y al presente y al futuro del país propio como país y como propio. No sólo por eso, sino porque el suicidio financiero de la Comunidad Valenciana tiene todo el aspecto de formar parte, o de ser resultado, de estrategias más amplias y más profundas. La debilidad institucional, ideológica y política de este país nuestro, la incoherencia suicida de los empresarios y sus organizaciones, lo obtuso de Valencia y el recelo cantonalista de Alicante, y algunos hechos y factores más que no es necesario detallar, han servido en bandeja de plata las instituciones financieras valencianas al gran proyecto de Madrid -Castilla- España. Sensacional, y Camps y sus acompañantes no dejan de cantar las alabanzas del funeral tristísimo. No es fantasía mía, es ideología española en estado bruto (bruto, en más de un sentido de la palabra). Tal como explica el señor don José Antonio Zarzalejos, ex director del diario ABC y notable ideólogo de la cosa nacional. El que escribe que, probablemente, la fusión de Bancaixa (perdón, Bancaja) con Caja Madrid se ha producido también por razones geopolíticas. Es decir, la rendición incondicional de Bancaixa «deja a la Comunidad Valenciana sin Entidades de ahorro propias (aportarán sus beneficios al holding que tributará en Madrid ), pero constituye una nueva Demarcación político-financiera virtual, que reequilibra el complejo mapa del país». El país es España, no hace falta decirlo. Continúa la cita, recogida del diario Levante: «Se ha creado … un nuevo ente intangible (el espacio Madrid-Valencia, pronto a poco más de una hora) a costa de los atributos autonómicos de los Levantinos». Y más aún, por si no quedaba perfectamente claro: la fusión también representa y anuncia «la gran reconversión del sistema político español, con un nuevo eje (Madrid-Valencia), de enormes posibilidades, que diluye la centralidad madrileña con el aditamentos Levantino -más próximo a Cataluña que CUALQUIER otro, salvo el balear -y que reducirá contradicciones, absorberá dispersiones y reequilibrará poderes». Bueno, la declaración de principios, y su aplicación a la realidad de los hechos, es perfectamente transparente.

O sea: Madrid-Valencia (o Valencia como suburbio sometido a Madrid), frente a Cataluña, y así se «reequilibra» España. Es perfecto, es clarísimo. Y los valencianos, intelectuales y políticos incluidos, tan ciegos como siempre. No será porque no se lo dicen y se lo explican diáfanamente. No debemos olvidar, concluye Zarzalejos, «que la cartera industrial del nuevo SIP (Indra, Enagás, Iberdrola, Iberia) ofrece una réplica a la Criteria catalana». Mayor claridad, imposible. El «Eje de la Prosperidad», tal como bautizó Eduardo Zaplana aquella línea directa entre Madrid, Valencia y Mallorca. En Mallorca, el socio Matas ha acabado como ha acabado. En el País Valenciano, la prosperidad significa ir hacia atrás un año tras otro, hasta cerca de la cola, en todos los índices visibles. Prosperidad, en efecto. Bajo Madrid. Y hace pocos días, Francisco Camps afirmaba solemnemente que esto de la rendición de las cajas valencianas era magnífico, porque se trata de un tema «de Estado y de nación». La proclama es diáfana. Y , como escribe un comentarista cualificado en La Vanguardia, «empiezan a significarse a derecha e izquierda -y con ardor guerrero- defensores de una gran Coalición política del PP con el PSOE que, con la crisis económica como coartada, pretenden cambiar el rumbo constitucional de España. Todo apunta a que la sentencia del Tribunal Constitucional contra el Estatuto de Cataluña (…) se convertirá en el acta fundacional de un nuevo movimiento nacional español de matriz castellana, excluyente, por supuesto, de CUALQUIER otra realidad nacional interna». Y no es cuestión de derecha o izquierda, es cuestión de España. La idea la patrocina entre otros Alfonso Guerra desde que se planteó la reforma del Estatuto de Cataluña, ha sido asumida por la dirección socialista, y el señor Zapatero ya ha dicho que no más autonomía, ni más identidad, ni nada más que reivindicar. Punto. O sea que, finalmente, todo liga. En realidad, ha ligado siempre.

Publicado por El Temps-k argitaratua