El exilio más doloroso

Más de 32.000 niños vascos fueron evacuados en 1937 ante el inicio de los bombardeos contra civiles por los franquistas y sus aliados

Fue en principio una evacuación provisional, pero muchos no volvieron

LA tarde del 5 de mayo de 1937, el puerto de Santurtzi era un hervidero de gente. Pequeños acompañados por sus madres, algunos padres de permiso en uniforme, mujeres, ancianos y personal educativo y asistencial, encuadrados por la Ertzaña, se apresuraban en los muelles con sus pequeñas maletas para embarcarse en el viaje más insólito de sus vidas. Algunos meses antes nadie hubiera pensado que aquello era posible; esa tarde, con la angustia de un destino incierto marcada en los rostros, partir en el Habana aparecía como la única tabla de salvación ante la escalada de horror franquista que se abatía desde el cielo. Se iniciaba así un proceso singular de evacuación masiva por vía marítima de la población civil que en apenas seis meses iba a conducir hacia el exilio a más de cien mil vascos.

La idea de evacuar a la población civil había surgido a finales de 1936, cuando la embajada republicana en París lanzó la posibilidad de acoger temporalmente en Francia a los menores que vivieran próximos a las zonas en conflicto. El bombardeo que sufrió Bilbao el 4 de enero de 1937 hizo que el Gobierno vasco tomara en consideración la propuesta. Una semana después de este ataque, que causó varios muertos, el Departamento de Asistencia Social del Gobierno de Euzkadi, dirigido por el socialista Juan Gracia, ofreció por primera vez a los padres la posibilidad de inscribir a los niños de 5 a 12 años para una futura evacuación al extranjero. La conmoción causada por el poder destructor de la Legión Cóndor fue tan profunda que en apenas una semana, entre el 9 y el 16 de enero, hubo 1.655 solicitudes de padres que demandaban la evacuación al extranjero de sus hijos.

Inmediatamente el Gobierno vasco comenzó los trámites para poner en marcha una primera expedición que evacuara estos niños a Francia. La organización fue complicada puesto que el traslado debía hacerse por mar ya que el territorio vasco republicano se encontraba aislado por tierra y el puerto de Bilbao, bajo la amenaza de los buques de guerra franquistas presentes en las inmediaciones. Tras dos meses de complicadas gestiones con autoridades británicas y francesas, a primeros de marzo de 1937 se consiguió la garantía de la protección de la armada británica y el apoyo de grupos sindicales y humanitarios franceses para la acogida de los menores en Francia. Esta primera expedición, compuesta por 450 pequeños de ambos sexos, salió el 21 de marzo de 1937 desde el puerto de Bermeo a bordo de dos destructores británicos, el Campbell y el Blanche, con destino a San Juan de Luz, desde donde fueron conducidos hasta la isla de Oléron, al norte de Burdeos.

Bombardeos Apenas diez días más tarde, el Ejército franquista inició su ofensiva sobre Bizkaia con el bombardeo de Durango el 31 de marzo de 1937, que arrasó una parte del pueblo y provocó más de trescientas víctimas. En las semanas posteriores, la Legión Cóndor bombardeó con frecuencia numerosas localidades vizcainas, provocando un número considerable de muertos y un gran temor en la población, alcanzando la cima del horror el 26 de abril de 1937. La destrucción de Gernika y las amenazas de Mola de arrasar Bizkaia, dieron la voz de alarma sobre la enorme capacidad de destrucción de la aviación alemana a las órdenes de Franco y extendieron el miedo de que Bilbao sufriera la misma suerte trágica de la villa foral.

Es en este contexto, de intensa actividad bélica contra la población civil, en el que hay que situar el inicio de la organización por el Gobierno vasco de las evacuaciones masivas de la población civil, para evitar lo que se preveía como una catástrofe humanitaria inminente. Ante el avance franquista, la evacuación comenzó a vislumbrarse como la única solución a una situación de acoso aéreo insostenible. Muchas familias pasaban el día a las puertas de los refugios y la tensión y la incertidumbre que se vivían esas jornadas era tal que con frecuencia las familias se dividían en dos grupos para evitar la muerte de toda la familia si una bomba llegaba a alcanzarles. Además de los bombardeos, hubo también otros factores que influyeron directamente en la decisión de evacuar la población civil, como fueron las dificultades cada vez más frecuentes para encontrar alimentos y, conviene no olvidarlo, el hecho de que inicialmente se trataba de una evacuación temporal que iba a durar unas semanas, a lo sumo unos meses hasta que la ofensiva fuera detenida.

Amenaza franquista Las autoridades franquistas se opusieron frontalmente a esta evacuación, que echaba por tierra en el exterior la legitimidad de su supuesta cruzada, e incluso llegaron a amenazar con apresar los barcos, a la vez que denunciaron con frecuencia el hecho de que los menores eran evacuados en contra de la voluntad de sus padres como una acción de propaganda republicana. Esta acusación era totalmente falsa. La evacuación fue totalmente libre para las mujeres, los ancianos y para los niños con edades comprendidas entre los 5 y los 12 años. En el caso de los niños, los padres tenían que inscribir a sus hijos en las sedes de los partidos políticos y agrupaciones sindicales, que eran los encargados de su tramitación en el Departamento de Asistencia Social. Los padres podían incluso elegir el destino de sus hijos, generalmente Francia, Gran Bretaña o la URSS, aunque también nos hemos encontrado en las fichas menciones singulares como «al extranjero» o «a donde se pueda», que reflejan de forma extraordinaria la creciente incertidumbre de las familias vascas sobre la suerte inmediata de sus hijos.

Para llevar adelante esta evacuación masiva, se recurrió a barcos de gran envergadura y fundamentalmente el buque Habana, que se encontraba amarrado en el puerto exterior de Bilbao y que el Gobierno vasco pretendía convertir en barco hospital. Construido en la Naval de Sestao para la Compañía Transatlántica en los años 20, el Habana era un fabuloso transatlántico, con más de 146 metros de eslora que había realizado numerosos trayectos transoceánicos con destino a Cuba, México y Nueva York.

Las expediciones masivas se iniciaron en esa noche del 5 al 6 de mayo de 1937 cuando el Habana salió del puerto de Santurtzi con destino al puerto de La Pallice (La Rochelle) con 2.843 refugiados a bordo, de los cuales 2.273 eran niños, y el resto mujeres y ancianos. A esta primera expedición le siguieron otras cinco más, protagonizadas por este gran buque, entre mayo y junio de 1937, entre las cuales podemos destacar las del 21 de mayo, con 3.871 niños a bordo con destino a Gran Bretaña, o la del 13 de junio, apenas una semana antes de la entrada de las tropas franquistas en Bilbao, que fue la más numerosa, con 4.500 niños a bordo, de los cuales 2.900 fueron conducidos a Francia y unos 1.600 a la Unión Soviética.

Además del Habana, también se usaron para la evacuación de la población diversos buques mercantes, fundamentalmente franceses, que habían llegado a Bilbao con víveres y ayuda humanitaria. También fue utilizado el Goizeko-Izarra, antiguo yate de recreo de Ramón de la Sota, que su hijo puso a disposición del Gobierno vasco, para conducir hasta Baiona a los menores ingresados en el Hospital de Gorliz, que fueron igualmente evacuados el 10 y el 13 de junio de 1937. A pesar de prever una estancia limitada en el tiempo, el Gobierno vasco concedió una enorme importancia a la educación y al cuidado que los pequeños pudieran recibir durante su exilio y todas las expediciones contaron con la presencia de maestros, andereños y auxiliares del Departamento de Cultura dirigido por Jesús María de Leizaola, encargados de proporcionarles educación, cuidado y las primeras atenciones.

El 19 de junio de 1937, las tropas franquistas entraron en Bilbao y a finales de mes se habían hecho con el control del resto del territorio. No obstante, el final de la guerra en Euskadi no supuso el final de las evacuaciones masivas. Más de cien mil personas habían huido previamente hacia las Encartaciones y hacia Santander. En esos momentos, la evacuación al extranjero era algo que muchos de estos refugiados, sobre todo madres acompañadas de sus pequeños, ni siquiera contemplaban cuando iniciaron su huida. No obstante, cuando llegó la oportunidad, el embarque hacia Francia fue vivido en la mayor parte de los casos como un verdadero alivio tras la incertidumbre de las semanas previas, como recordaba en sus memorias la dirigente de Emakume Abertzale Bazta, Polixene Trabudua: «Después de un año de angustias y, sobre todo, después de aquellos últimos días en que el terror de saber que podíamos morir despedazados, en cualquier momento, por una bomba o por una bala era tan grande, el sabernos de pronto completamente seguras en aquel barco francés, con aquella tripulación de hombres vestidos con sus impecables uniformes, que nos trataban con toda consideración y respeto, a pesar de nuestros aspectos sucios y malolientes… era algo que sobrepasaba nuestra capacidad de sorprendernos».

Cien mil vascos Durante los meses de julio y agosto, las evacuaciones continuaron desde Santander y posteriormente desde Asturias, hasta la caída de Gijón en el mes de octubre. En esta ocasión, el exilio tuvo un carácter más familiar, con una presencia mayoritaria de mujeres, niños, y algunos ancianos, a los que hay que añadir funcionarios, políticos, los integrantes del Gobierno vasco y aquellos gudaris y milicianos que continuaron combatiendo hasta la caída final de Asturias. En total más de cien mil vascos, de los cuales al menos 32.000 eran niños, salieron hacia el exilio en 1937. Al final, lo que se preveía como una ausencia de unas semanas se convertiría en un largo éxodo. Muchos de ellos retornarían a Euskadi tras el final del conflicto, otros tras la muerte del dictador, algunos, sin embargo, no volvieron a ver nunca más la tierra que los había visto nacer.

Publicado por Deia-k argitaratua