Euskadi-Catalunya

En poco lapso de tiempo he podido participar en dos iniciativas que han unido a Euskadi y a Catalunya sobre la base de dos eventos de ámbito cultural. Por un lado, el primer Congreso Euskal Herria-Països Catalans, celebrado en el Aula Magna de la Facultad de Filosofía y Letras de Vitoria-Gasteiz entre los pasados 11 y 13 de mayo y, por otro, la inauguración en el edificio histórico de la Universidad de Barcelona de la exposición Batek Mila.

Estas iniciativas, como otras que proceden, generalmente, de ámbitos culturales y universitarios, se deben al entusiasmo de un reducido número de personas (en el caso del Congreso de Vitoria, a la inquieta profesora de la Facultad de Filología catalana de la Universitat Rovira i Virgili, Agnès Toda). Pero creo que nuestras dos naciones requerirían muchísima más atención desde las instancias institucionales y partidos políticos. He dicho algunas veces que la relación entre Euskadi y Catalunya es escasa, más allá de algunas pocas iniciativas institucionales, cada vez más raquíticas y espaciadas en el tiempo. Es, sin embargo, constatable el flujo continuo de visitantes entre ambas naciones, puesto que las cifras de los flujos de turistas en Cataluña y Euskadi revelan la gran cantidad de catalanes que visitan nuestro País, y de vascos que visitan Catalunya. Sin ir más lejos, la pasada Semana Santa recibíamos en la Comunidad Autónoma Vasca casi 6.000 turistas catalanes, quedando el siguiente colectivo por procedencia los madrileños, a más de 2.500 de diferencia.

Esa escasa relación la he llegado a traducir en la frase de que somos dos naciones que vivimos de espaldas. Hoy, lo catalán en Euskadi, para la gran masa, no pasa de lo folclórico o de los chistes que recrean su proverbial tacañería. Por el contrario, existe en Catalunya una admiración, en ocasiones bastante desmedida, por todo lo vasco. Parafraseando a Martxelo Otamendi, diríamos que existe mucha más vasquitis en Cataluña, que catalanitis en el País Vasco.

Lo que resulta paradójico, siendo como somos dos naciones que padecemos desde hace siglos la misma enfermedad -es decir, la del sometimiento al imperialismo español (llamemos a las cosas por su nombre, en estos tiempos en que ni los políticos españoles, ni cualificados medios de comunicación, ni el Consejo de Estado, ni el Tribunal Constitucional, por poner algunos ejemplos, sienten ningún reparo en mostrar el lado más duro del nacionalismo español)- es que a fecha de hoy ni exista delegación del Gobierno de Catalunya en Euskadi, ni del Gobierno vasco en Catalunya. Eso sí, ambos tienen o han tenido, hasta ahora al menos, delegación en Madrid.

Ese aislamiento político, ese pasar por Madrid, no solamente ha producido efectos devastadores en determinadas épocas de estos años de posfranquismo (solamente la ceguera comunicativa puede explicar la inexplicable ausencia de Catalunya en la agenda de comunicación del Nuevo Estatuto de Euskadi, por ejemplo); todavía hoy, determinados acontecimientos políticos, y singularmente lo que está sucediendo ahora en Catalunya, tienen una lectura en Euskadi que está contaminada por el análisis de los creadores de opinión, de los popes de lo políticamente correcto de la política española.

Me sorprende, por ejemplo, que haya gente militante en partidos nacionalistas en Euskadi que desdeñen la importancia de las consultas que se están celebrando en Cataluña, aduciendo que solamente ha votado el 20% de los llamados a las urnas, sin reparar en lo insólito que significa movilizar ese porcentaje del electorado con motivo de una consulta no vinculante, animada por centenares de voluntarios repartidos por todo el territorio catalán, y con unos presupuestos que en las tres consultas llevadas a cabo posiblemente no habrán llegado ni a los 100.000 euros en total, aportados por donantes a pie de calle.

Es verdad que, en esas circunstancias, y con el poco eco de publicidad y de presencia en los medios de comunicación, los porcentajes en las poblaciones de los cinturones industriales han oscilado entre el 10% y el 15%. Pero pensemos que en Barcelona se acaba de celebrar un referéndum -vinculante, por cierto- sobre los proyectos urbanísticos de la Diagonal, impulsado por el Ayuntamiento, para el que se ha dispuesto de todos los medios materiales y humanos del Ayuntamiento y de una generosísima campaña de publicidad, evaluada nada más ni nada menos que en 3 millones de euros, más el coste de implantación del sistema de votación, estimado en otros 400.000 euros, y el resultado ha sido un 12,17% de participación ciudadana.

Me sorprende también que algún dirigente de Batasuna aparezca el día de las consultas en Catalunya y afirme a los cuatro vientos que ése es el camino a seguir. La pregunta es inmediata: ¿en qué limbo han estado y de qué guindo se han caído los dirigentes de Batasuna para despacharse a estas alturas con semejantes afirmaciones? ¿No resultaría más fácil y productivo, de cara a emprender el camino de la paz, que estas afirmaciones las hicieran allá donde deben hacerlas, es decir, en Euskadi?

Pero por lo que leo día a día en Euskadi y por lo que escucho a los dirigentes de Batasuna, nadie parece haberse dado cuenta de la profundidad de los cambios políticos que se avecinan en Catalunya. Y no hablo solamente de sensaciones. Hablo de encuestas como la publicada esta misma semana por un medio tan poco sospechoso como La Vanguardia. Según esa encuesta, hoy hay un 37% de catalanes que se muestran directamente partidarios de la independencia, por un 41% que se muestran contrarios. El dato relevante es que los declaradamente independentistas son cada día más, y que hoy hay esos 4 puntos de diferencia entre no partidarios y partidarios de la independencia, mientras que en noviembre del 2008 la diferencia era de 14 puntos, y en octubre del 2009, de once.

En el momento en que escribo estas líneas, por otra parte, se acaba de dar a conocer un manifiesto conjunto firmado por 62 articulistas y escritores catalanistas de diferentes tendencias, entre los que sobresalen, por cierto, personalidades ligadas al PSC. Copio las últimas líneas de su reflexión: «Si esas aspiraciones -que han sido formuladas con plena lealtad al ordenamiento jurídico, pactadas entre todos y refrendadas en las urnas- no caben en la Constitución, sólo hay dos salidas posibles: o los catalanes renuncian a sus aspiraciones o renuncian a la Constitución; la evolución federal y plurinacional del Estado autonómico está hoy en peligro mortal».

Recuérdese que el pasado 25 de noviembre, doce diarios catalanes publicaban una editorial conjunta en la que se hablaba acerca de la sentencia del TC español, y se concluía que estaba en juego «…la aceptación de la madurez democrática de una España plural o el bloqueo de la misma; la progresión del espíritu abierto de la Constitución o su revisión restrictiva».

Claro que en Euskadi es impensable que el PSE, fiel lacayo del PSOE en su confrontación con el PSC, pueda suscribir nada de lo antedicho; ni mucho menos que se suscriban editoriales conjuntos cuando en pleno 2010 se llega a producir el bochorno de celebrar centenarios que no lo son -a no ser que se eche tierra sobre la incautación de medios ajenos en plena dictadura- para doloroso escarnio de muchas víctimas de la represión franquista.

Crece el sentimiento independentista en Catalunya, un sentimiento favorecido por el torpe choque de trenes propiciado por quienes han enfrentado la legitimidad popular de los votos catalanes con la pretendida e intocable legitimidad jurídica del Tribunal Constitucional español.

 

Publicado  por Deia-k argitaratua