Según las encuestas, los conservadores llevan una ligera ventaja sobre los laboristas, por lo que las elecciones que se celebrarán en Gran Bretaña el 6 de mayo podrían dar como resultado un parlamento en el que ninguno de los partidos principales obtenga la mayoría y los demócratas liberales controlen el equilibrio del poder. Dependiendo de cuál sea el partido que obtenga más escaños, el laborista Gordon Brown o el conservador David Cameron será el próximo primer ministro con el apoyo de los demócratas liberales.
La sorpresa es que los conservadores no llevan una gran ventaja en las encuestas sobre los laboristas. Después de 13 años en el poder, estos últimos comenzaron las elecciones con una gran desventaja: el legado de Tony Blair. Tras haber sido el activo más valioso de los laboristas en 1997, Blair se convirtió en el mayor pasivo después de la guerra de Irak y prácticamente fue necesario expulsarlo en 2006.
Blair describió bien a su sucesor Gordon Brown, el Ministro de Hacienda, como aburrido. Si bien en privado es un hombre con encanto y sentido del humor, en público es implacablemente adusto. En el primer debate “presidencial” televisado en la historia de Gran Bretaña, Nick Clegg ganó la partida para los demócratas liberales con su frescura y franqueza. David Cameron mostró buenos modales pero fue vago, y Brown, con sus mejillas caídas, se presentó cargado de estadísticas.
Pero las estadísticas no fueron tan buenas como debieron ser. La reputación de prudencia fiscal de Brown se evaporó con
No obstante, los laboristas siguen en la pelea debido a
Esto hace que la gente se preocupe por sus empleos. La mayoría de las personas –con la excepción de los banqueros y muchos “expertos”—son keynesianas por instinto, aunque nunca hayan oído hablar de John Maynard Keynes. En cierto nivel, comprenden lo que Keynes llamó “la paradoja de la frugalidad”: si los hogares y las empresas se ven obligados a reducir sus gastos, y el gobierno recorta el gasto al mismo tiempo, el desempleo aumentará, porque el gasto de una persona es el ingreso de otra, y el resultado será menor gasto y menor ingreso en general.
Además, ahora no es momento para que un partido político se muestre muy cercano a los banqueros. Si bien no existe realmente un equivalente de la puerta giratoria entre Washington y Wall Street, se considera ampliamente que los conservadores son amigos de
Además, incluso si la desigualdad de la riqueza y el ingreso en Gran Bretaña ha aumentado en los 13 años que llevan los laboristas en el poder, se piensa que esto es algo que un partido de izquierda podría tratar de corregir, mientras que no existe una expectativa similar de un partido de derecha. En resumen, cuando el poder del dinero está bajo ataque, un partido que representa al dinero tendrá más dificultades.
Los laboristas tienen un interés evidente en disputar las elecciones sobre la base de su manejo de la crisis económica. Para los conservadores habría sido mejor apoyarlos en esto y concentrar sus ataques en el historial económico general del gobierno –especialmente la adicción de los laboristas a la centralización y el exceso de regulación. Pero eso va a ser difícil porque el ingenuo responsable de Hacienda de la oposición, George Osborne, parece estar decidido a colocar la cuestión de la reducción del déficit en el centro del programa conservador.
Aduce que recortar el gasto restablecerá la credibilidad de las finanzas públicas británicas, con lo que se calmará la ansiedad de empresas, inversionistas y consumidores sobre futuros aumentos de impuestos e inflación. Un futuro más cierto restituiría la confianza, impulsaría la inversión privada y aseguraría una recuperación robusta.
El recorte del gasto se les facilita más a los conservadores y –a pesar de su falta de sinceridad—han tratado de hacer una virtud de esta necesidad. El manifiesto conservador “Una invitación a unirse al gobierno de Gran Bretaña”, es simplemente una forma grandilocuente de decir que en un gobierno conservador el pueblo tendrá que ver por sí mismo.
En contraste, los laboristas argumentan que un recorte inmediato del gasto haría que la recuperación fracasara, y que el problema al que hay que dedicar más atención es el hueco en la economía y no el déficit gubernamental.
En la práctica, ambos partidos temen a sus convicciones. La promesa de los conservadores de comenzar a recortar el déficit inmediatamente significa una reducción de únicamente el 1% en el próximo año. Sienten que una promesa de llevar a cabo recortes más profundos sería un suicidio electoral, a pesar de que su modelo económico les dice que el gobierno debe ser de menor tamaño y que el déficit es innecesario e incluso perjudicial.
El modelo económico de los laboristas supone mantener el déficit el tiempo que sea necesario e incluso aumentar el gasto del gobierno si la recuperación da señales de debilitarse. Pero los laboristas temen demasiado a los mercados para decir eso abiertamente. Como San Agustín, prometen virtud, pero hasta el año que viene.
Dicho de otro modo, ninguno de los principales partidos políticos puede darse el lujo de espetar la incómoda verdad: la magnitud de la reducción del déficit que cualquier gobierno pueda lograr dependerá de lo que suceda con la economía en los próximos cinco años, y nadie puede afirmar nada con seguridad en ese sentido.
Así pues, los partidos compiten entre sí con sus promesas de no recortar los servicios públicos. Los laboristas no recortarán el gasto en “servicios de primera línea” no especificados. Los conservadores no reducirán el gasto en salud, ayuda internacional y defensa, con lo que dejan igualmente vago dónde se harán los recortes. Únicamente los demócratas liberales se han comprometido con un gran recorte: la eliminación de los submarinos nucleares británicos.
Por último, todos los partidos prometen grandes cambios constitucionales. Los conservadores quieren reducir el tamaño de
En un parlamento sin mayoría, la histórica constitución de Gran Bretaña se convertiría en un peón en el juego por el poder de los partidos. En ese caso, los electores obtendrían, a la vez, más y menos de lo que esperan.
Copyright: Project Syndicate, 2010.
Traducción de Kena Nequiz
Robert Skidelsky, a member of the British House of Lords, is Professor emeritus of political economy at Warwick University, author of a prize-winning biography of the economist John Maynard Keynes, and a board member of the Moscow School of Political Studies.