Es un teólogo suizo de renombre y de libros. Un hombre con planta, hechura y verbo grato, largos años profesor en la universidad de Tubinga y que ahora, a los cinco de pontificado de Benedicto XVI, ha escrito una carta a los obispos católicos de todo el mundo animándoles a cierto aggiornamento ante la que les está cayendo.
Y si en los sesenta fue, con Ratzinger, el teólogo más joven del Concilio en el 2010, con 82 cumplidos, es plantilla de los más ancianos. Y se nota, en Küng y en Ratzinger.
Leo que se ha presentado en Buenos Aires una querella por los crímenes del franquismo, que dos familiares de víctimas de la dictadura reclaman a la justicia argentina que recabe los datos de los ministros de Franco y dirigentes de Falange desde el 36 hasta 1976. Los querellantes solicitan un listado con el número de desaparecidos, asesinados y torturados, otro de las fosas halladas en España, un censo de los niños robados a sus familias durante la dictadura y los nombres de «todas las empresas privadas beneficiadas del trabajo forzado y esclavo de los presos republicanos, que aún siguen activas».
Y aunque la comparación es nada más que semejanza, algo parecido le ocurre a la Iglesia católica. No sólo tiene un pasado de sangre, como demuestra Karlheinz Deschner en su hasta ahora nueve tomos de la “Historia criminal del cristianismo” o, como según denuncias y documentos eclesiásticos internos, la Iglesia Católica viene protegiendo durante décadas a curas y religiosos pedófilos, que abusaron sexualmente de niños y niñas en diversos países e impidió que fueran procesados por la justicia, sino que l a Iglesia ha pervertido y sigue pervirtiendo casi todos los valores de la vida sexual: llamando al bien mal y al mal bien, bautizando lo honesto como deshonesto, lo positivo como negativo. Impidiendo o dificultando la satisfacción de los deseos naturales y convirtiendo en deber el cumplimiento de mandatos antinaturales. Se han interpuesto denuncias, querellas contra ella y hasta hay intentos de sentar al Papa en el banquillo de acusados por presuntos delitos.
Hay un hecho ilustrativo de la antinaturalidad de la Iglesia católica. El 18 de julio de 1870 se convirtió en dogma de fe la infalibilidad del papa, un hombre que no se puede equivocar.
Hans Küng, que siempre ha sido un sí pero no, como teólogo católico escribió un libro respecto a este tema: “¿Falible? Una pregunta”. Küng admite la posibilidad de la infalibilidad, tan sólo debate y cuestiona cómo hay que definir la infalibilidad de la Iglesia , del magisterio eclesial y del papa, en qué circunstancias tiene vigencia esta infalibilidad y hay que creer. Y obtuvo una réplica brillante por parte de otro teólogo y profesor de la universidad de Viena, Hubertus Mynarek, en su libro “Señores y esclavos de la Iglesia ”: “Los mismos teólogos, que dentro de este geto se hallan muy a la izquierda en realidad son más derechosos que el seguidor más derechoso de un sistema no cristiano y antiautoritario, que no reclama para sí ninguna infalibilidad “de arriba”, por revelación graciosa de Dios”. ¿Cómo algo humano puede ser infalible?
Hans Küng no deja de ser un teólogo católico que, con su crítica, trata de potenciar el sistema establecido.
Y como dice Karlheinz Deschner: “Quien a estas alturas quiere salvar algo en esta Iglesia o es un necio, un oportunista o está emborrachado de mística. Aquí no hay nada que salvar desde hace tiempo, sólo cabe salvarse uno de ella y a los demás prevenirles. La Iglesia es una práctica que crea ciegos para conducirlos, que crea enfermos para poder sanarlos, que ayuda en necesidades que sin ella no existirían; sólo cabe que aquellos que siguen creyendo se dejen guiar por quienes ya no creen”.
Publicado por Nabarralde-k argitaratua