Tras un año de estar en la presidencia, la agenda legislativa tan ambiciosa que tenía de Barack Obama en sus inicios, incluida la política de reducción de emisiones de CO2, se ha visto amenazada por los últimos reveses políticos —la pérdida del senador de Massachusetts es tan sólo un aviso a navegantes. Lo mismo está pasando con su electorado que ya ha empezado a cuestionar sus prioridades, a la vista de que los tiempos económicos que vienen no parece que vayan a ser menos difíciles. Obama tiene que contraatacar apostando por una nueva era sostenible donde, gracias a otro modelo diferente de producción y de consumo de la energía, se podrán crear un gran número de nuevas empresas y de innumerables nuevos puestos de trabajo.
Como sabemos, el presidente demócrata llegó al poder prometiendo establecer diferentes reformas, además de las reformas relativas a la mejora de la asistencia médico-sanitaria también las que se refieren a la energía —ahorro y eficiencia energética, energías renovables y eliminación progresiva de importaciones de hidrocarburos fósiles— y al medio ambiente, en especial, la lucha contra el cambio climático, lo que incluía la aprobación de un proyecto de ley sobre el comercio de emisiones para, así, poder reducir las emisiones de dióxido de carbono causantes del calentamiento global.
Sin embargo, el Senado de Estados Unidos que, históricamente, acostumbra a convertirse en un cementerio para muchas de las iniciativas presidenciales, todavía no ha respondido a la llamada de Obama y dudo mucho que lo haga si Obama no contraataca de otra manera.
Por ello, si Obama quiere ganar lo que queda de partida deberá jugar sus cartas atendiendo a las bazas del contrario pero sabiendo con certeza que los republicanos también tienen sus límites y que todo no vale para ellos. La oposición que hagan también deberán justificarla ante su propio electorado, donde no todos son multimillonarios. Por ello, siempre les será muy difícil oponerse a medidas que vayan a favor de la creación de empleo y de riqueza.
El senador demócrata John Kerry ha estado trabajando con senadores republicanos e independientes en el Senado para pactar un proyecto que requiere un gran compromiso acerca del comercio de emisiones, la ampliación de las prospecciones el petróleo y gas natural, a nivel nacional, y la creación de incentivos para animar al nuevo desarrollo de la energía nuclear. Contra los dos últimos puntos, el de las prospecciones de petróleo y gas natural y el del nuevo impulso a la energía nuclear no parece que existan muchas objeciones por parte de los republicanos.
Por el contrario, en el tema del comercio de emisiones de CO2 sí que Obama tiene muchos opositores. Se requeriría que las industrias redujeran mucho sus emisiones de CO2, en los próximos 40 años. También se exigiría a las empresas obtener un permiso por cada tonelada de CO2 que emitieran a la atmósfera. Los permisos podrían ser negociados en un mercado regulado.
Los senadores republicanos que mayoritariamente se oponen a ello manifiestan que con estas políticas lo único que se conseguirá es que el empleo se desplace al extranjero y que se eleven los precios al consumidor de los productos de consumo en Estados Unidos.
Sería absurdo negar algo que es evidente que pueda ocurrir en un principio con algunas empresas multinacionales que sean muy contaminantes. Pero no sólo hay que saber restar, también hay que saber sumar los nuevos empleos y las nuevas empresas que se podrían crear si se impulsara la economía de manera sostenible.
Por consiguiente, para neutralizar las críticas que hablan de la destrucción de empleo es necesario hablar del que también se crea. Es necesario concretar y cuantificar dichos nichos de empleo cuanto antes. Algo que los demócratas todavía no han hecho para contrarrestar la perorata de los republicanos y, así, informar bien a los ciudadanos sobre la nueva era que se les abre. Todo depende de las opciones energéticas que se tomen.
La supresión de las importaciones de petróleo es clave y ello, a pesar del poderoso y superinfluyente lobby del petróleo, los republicanos lo saben muy bien. La dependencia del petróleo es una de las principales causas de la debilidad económica de Estados Unidos y de casi todos los países ‘petróleoadictos’ como son la mayoría de los países europeos.