Fordismo y posfordismo

La economía vasca presenta una riqueza de recursos humanos que no tiene  correspondencia salarial

La estructura productiva del régimen fordista, vigente en las tres décadas siguientes a la II Guerra Mundial, descansaba en las grandes empresas verticales de producción en serie operadas por batallones de cuellos azules. La del posfordismo, en vigor desde fines de los años setenta, se basa en pequeñas y medianas empresas coordinadas en redes con una producción clientelizada e informatizada y un fuerte predominio del sector servicios.

El libro de Antón Borja «Euskal Herriko Ekonomiaren Historia» (Gaiak, 2009), ofrece una precisa documentación sobre la actividad económica del país en todas sus fases históricas y, hecho novedoso, en todos sus territorios. Utilizo sus últimos capítulos para ilustrar estas notas sobre el fordismo y el posfordismo vascos.

Desde principios del siglo XX, el carácter primo-exportador de Bizkaia, con una producción de hierro de 5 millones de toneladas en 1902 de la que se exporta el 91%, se compensa con la formación endógena de gigantes industriales como Altos Hornos de Vizcaya (1902), Euskalduna (1900) y la Naval (1916). La estructura gipuzkoana es más diversificada. Junto a grandes compañías surgidas a principios de siglo, Sociedad Española de Construcciones Metálicas (1901) en Beasain (luego CAF), Papelera Española (1901) en Tolosa y Rentería, Unión Cerrajera de Mondragón (1902), surgen en los valles abundantes PYMEs siderúrgicas, metalúrgicas, textiles y papeleras que se extenderán tras el declive de la industria armera a los sectores de la máquina-herramienta, bicicletas, material eléctrico, máquinas de coser… En Araba predomina la agricultura minifundista. Sólo en la Rioja hay propiedades más extensas. La industria es escasa, salvo las empresas de vidrio y metalúrgicas de Laudio. En Nafarroa, la agricultura de pequeñas explotaciones constituye el 60% de la riqueza, contra el 18% la industria y el 20% los servicios. La industria gira en torno al campo, con empresas conserveras, azucareras y harineras sitas en la capital. Las únicas empresas de más de 200 trabajadores son Papelera Española y Portland.

En Iparralde existen muchas pequeñas explotaciones agrícolas de propiedad colectiva. La industria supone el 26% de la riqueza, con empresas conserveras, de zapatos… Las Forjas del Adour emplean 1.700 trabajadores. Predomina el sector servicios, con su punta de lanza en el turismo. En Hegoalde, el crecimiento industrial inducido por los Planes de Estabilización de 1959 dibuja entre 1960 y 1975 un fordismo real pero artificial y vulnerable. El sector primario desciende del 7,9% del PIB al 3,9%. El campo se industrializa en lo que permite la orografía. El sector pesquero es importante, con 15.000 trabajadores en 1972. El Instituto Nacional de Industria (INI) concentra el sector naval en Astilleros Españoles. Las acciones concertadas difunden un gigantismo industrial en sectores, como el siderúrgico y el naval. La industria constituye en estos años el 52% del valor añadido. Cuando la amortización de los créditos a bajo interés exija la sustitución del crédito público por el privado se producirá el desastre. La población vasca crece en el sur entre 1960 y 1975 de 1.765.525 habitantes a 2.558.809, un 27,5% de crecimiento por la mano de obra inmigrante.

El posfordismo, con sus secuelas de fragmentación empresarial y terciarización, coincide con la crisis de mediados de los años 70, la cual azota una estructura económica basada en el monocultivo industrial. En AHV, en la producción no integral de acero común, en los aceros especiales, se hace evidente el exceso de capacidad. En Hegoalde, el empleo en el sector primario pasa entre 1955 y 1985 del 12,8% al 3,2%; en la industria desciende del 48,3% al 42,4 %; en servicios aumenta del 33,6% al 50, 3%. El paro se dispara del 3,3% en 1975 al 22,8% en 1985. En 1990 se han perdido 150.000 empleos en la CAV y 19.000 en Nafarroa; catástrofe humana agudizada por la entrada en el mercado de trabajo de las mujeres y los jóvenes.

En el periodo 1985-2008 alternan dentro de la atonía fases de relanzamiento (1985-91), de recesión (1992-93), de crecimiento oscilante… Pero las mejorías tienen pies de barro, pues descansan en la construcción. La población asciende levemente entre 1975 y 2007, de 2.787.000 a 3.070.000 habitantes; el crecimiento es visible en Araba y Nafarroa, se mantiene en Gipuzkoa y desciende en Bizkaia, antaño emporio siderúrgico y naval, y hoy fortaleza asediada.

El sector primario tiene una importancia reducida en la CAV, con el 1,47% de la riqueza en 2003. Se potencian en Nafarroa y la Rioja los vinos y la producción hortofrutícola de regadío; en Nafarroa, los prados y cultivos forestales.

La producción siderometalúrgica típica del fordismo sigue teniendo su peso; en los años 2000-2003 genera del 30 al 32% del valor añadido bruto y ocupa el 34% del empleo industrial. En la CAV se ponen en marcha Planes Políticos Industriales en 1991-1995 y 1996-2000 a fin de acceder a la innovación y paliar la recesión, agrupándose los centros tecnológicos. Pero los gastos en I+D son el 1,27% del PIB, cuota alejada de la alemana del 2’8% y por debajo de la media de la UE. Son los sectores de baja y media tecnología los que predominan en la estructura industrial. En 2003, 11.258 trabajadores ocupados presentan un nivel tecnológico alto, 65.107 un nivel medio alto, 114.686 un nivel medio bajo, y 53.346 un nivel bajo. Así pues, y salvo excepciones, no se ha accedido a la cara brillante high-tech de la luna posfordista.

Las exportaciones se centran por consiguiente en productos de medio y bajo nivel tecnológico. Mejora en todo caso la situación competitiva en el mercado mundial de las herramientas y la maquina-herramienta, con Alemania como principal mercado de las fresadoras vascas. La dimensión media de la empresa -rasgo éste posfordista- es muy pequeña.

Borja define como déficits de la economía vasca su poca diversificación productiva, la escasa mejora tecnológica de gran parte de las PYMEs y sectores industriales tradicionales, y la vulnerabilidad del tejido industrial ante los desafíos de la UE.

Gana importancia la producción de automóviles y sus componentes, sobre todo en Nafarroa, donde Volkswagen concentra 5.000 empleos. En la CAV la construcción de material de transporte sigue en importancia a la industria del metal. El sector electrónico ocupa a 5.000 empleados. MCC, con sus tres sectores financiero, industrial y de distribución, las dos áreas transversales de la investigación y formación, y sus 210 empresas, es en 2005 el primer grupo empresarial vasco y el séptimo del Estado, con una plantilla de 78.000 trabajadores, de los que el 81% son cooperativistas. La crisis de los años 2008-09 ha golpeado la economía vasca, con cierres de empresas; en 2009, la producción industrial ha descendido un 24,2%.

Como en todas las sociedades posfordistas predomina el sector servicios, subiendo en la CAV entre 1980 y 2004 del 49,2 % al 61,4% de la riqueza: 29.000 establecimientos terciarios ocupan a 112.000 empleados. Aumentan hostelería, sanidad y educación; los servicios relacionados con las empresas crecen del 10,22% al 16,2% de la riqueza. La actividad informática viene en cabeza por volumen de empleo, seguida de las actividades económicas, el suministro de personal, y la limpieza industrial.

La economía vasca presenta una riqueza de recursos humanos que no tiene correspondencia salarial. La cualificación del personal y las políticas de formación profesional, ocupacional y educativa han generado una alta productividad por persona, 115,1 contra la media europea de 100. Pero el crecimiento de las retribuciones se mantiene por debajo del de la productividad, descendiendo entre 1993 y 2003 del 55,4% al 50,3% del PIB. Aumenta el papel sociolaboral de las mujeres, las cuales han ocupado en la década de 1983-2003 el 60% de los nuevos empleos. Se concentran en los estratos de baja remuneración del sector servicios, y son golpeadas por el paro un 50% por encima de los hombres.

El fordismo de Iparralde es periférico, caracterizado por una industria dependiente y débil, la hipertrofia de un sector servicios polarizado en torno al turismo, y una fuerte descompensación de su población (275.000 personas) a nivel territorial y de grupos de edad. Los mayores de 60 años, 27% de la población, son más que los menores de 20 años, el 21%. La mayoría de los habitantes, un 67%, se concentra en la costa; mientras que Nafarroa Beherea y Zuberoa pasan entre 1975 y 2001 de 43.000 a 38.000 habitantes. El sector industrial, con el 14’3% de los empleos, disminuye de 15.525 trabajadores en 1975 a 14.095 en 1999. La industria es débil y dependiente del exterior; de las 19 empresas principales, 13 tienen su sede fuera del país. Mientras que la industria tradicional del calzado declina, la de bienes de equipo crea 1.300 empleos. El sector servicios es el más importante, con 71.000 personas empleadas, el 78% del total. Predomina en él el turismo, que concentra en 1999 el 15% de la actividad laboral; viene después la construcción, con 6.600 empleos, ligada también al turismo. Los servicios públicos concentran 20.000 empleos; el comercio, 15.000; los servicios particulares, 11.000; y los servicios a empresas, 8.500 empleos. Las actividades artesanales se fragmentan en 5.000 mini-empresas con 7.600 empleos. Las explotaciones agrícolas, pequeñas, han disminuido de 8.000 en 1975 a 5.900 en 2000. El uso de la tierra se reparte entre pastos y forrajes en un 64% y cultivos en un 35%. La crisis de 2000 y 2009 ha impactado en unas estructuras económicas débiles.

En el útil libro de Antón Borja queda un capítulo por escribir: la formación de los clusters, agrupaciones en red de industrias y servicios, su ubicación territorial en esa economía de valles que es Euskal Herria, y los intercambios y flujos existentes entre ellos. Desde aquí animo cordialmente al autor a proseguir su empeño.

 

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