En este mundo globalizado en el que nos ha tocado vivir, cerca de un 80% de la población suspira por alcanzar las cotas de bienestar de las que disfruta un ciudadano medio de los países desarrollados. Pero, para hacer realidad su sueño, a todas luces legítimo, los aspirantes deben cumplir un requisito imprescindible: igualar, o como mínimo aproximar, su consumo energético al de los países que pertenecen al selecto club de los privilegiados. ¿Es eso factible? ¿De qué cantidad de energía estaríamos hablando?
Para responder a estas cuestiones conviene hacer cuentas. Un habitante de EE. UU. consume anualmente unas 7,9 toneladas equivalentes de petróleo (Tep), mientras que el consumo medio por persona en el mundo es de 1,68 Tep (casi cinco veces menos). Teniendo en cuenta que la población del planeta se acerca a los 6.700 millones de personas, si aplicásemos la tasa de consumo energético per cápita de EE. UU. al conjunto de los habitantes del mundo, obtendríamos un resultado equivalente al de un planeta poblado por algo más de 31.500 millones de almas consumiendo energía según el patrón mundial promedio actual.
Probablemente, tomar como referencia el consumo anual de un ciudadano de EE. UU. no sea una buena idea; básicamente, porque dicho consumo constituye un claro ejemplo de derroche, propiciado por la gran extensión del país, su condición de superpotencia económica y militar, así como por las condiciones climáticas extremas de algunos de sus estados. Quizás fuera más apropiado fijarse como objetivo un consumo por persona más moderado, como el promedio de un habitante de
Para calibrar la cantidad de energía requerida por los países en desarrollo para que sus ciudadanos puedan seguir ascendiendo por la escalera del bienestar, otro dato de interés es que los consumos energéticos anuales per cápita de algunas de las grandes económicas emergentes, como Brasil (1,2 Tep), China (1,54 Tep) e India (0,39 Tep), todavía se sitúan por debajo del promedio mundial. Con el agravante de que entre los tres totalizan 2.585 millones de personas, de los cuales 1.300 millones corresponden a China y 1.095 millones a India
Las perspectivas no son halagüeñas. Pero siempre nos queda el recurso de apelar al optimismo, argumentando que el futuro nunca resulta ser como lo habíamos imaginado y que, con un poco de suerte y la oportuna inversión en I+D, quizás seamos capaces de repetir el milagro de la multiplicación de los panes y los peces, evitando así acabar a la greña por la energía. Aunque, con toda seguridad, de lo que nadie nos va a salvar es de pagarla cada vez más cara.
Publicado por La Vanguardia-k argitaratua