Una cosa curiosa ha pasado de camino hacia el nuevo New Deal. Hace un año, lo único a lo que teníamos que tener miedo era al miedo; hoy, la doctrina que impera en Washington parece ser la de “Ten miedo. Ten mucho miedo”.
¿Qué ha ocurrido? Ciertamente, los “centristas” del Senado han puesto trabas a los esfuerzos para estimular la economía. Pero todos los indicios dan a entender que además de soportar la oposición política, el presidente Obama y su círculo más cercano se han dejado intimidar por las historias de terror procedentes de Wall Street.
Fíjense en el contraste entre lo que los asesores de Obama decían en vísperas de la toma de posesión, y lo que él mismo dice ahora. En diciembre de 2008, Lawrence Summers, a punto de convertirse en el economista de más alto rango del Gobierno, instaba a una intervención decisiva. “Muchos expertos”, advertía, “creen que el desempleo podría alcanzar el 10% a finales del próximo año”. Ante esa perspectiva, proseguía, “hacer demasiado poco supone una amenaza mayor que hacer demasiado”.
Diez meses después, el desempleo alcanzaba el 10,2%, señal de que, a pesar de su advertencia, el Gobierno no ha hecho lo suficiente para crear puestos de trabajo. Era de esperar, por tanto, que tomara la determinación de hacer más.
Pero en una entrevista concedida recientemente a Fox News, el presidente parecía poco seguro de sí mismo y nervioso respecto a su política económica. Hablaba con vaguedad de los posibles incentivos fiscales para la creación de puestos de trabajo. Pero “es importante reconocer”, añadía, “que si seguimos aumentando la deuda, incluso en medio de esta recuperación, llegará el momento en el que la gente perderá la confianza en la economía estadounidense de tal modo, que podría producirse una recaída en la recesión”.
¿Qué? ¿Eh? La mayoría de los economistas con los que hablo creen que el gran riesgo para la recuperación procede de la parquedad de las medidas gubernamentales: el estímulo fue demasiado pequeño, y se disipará el próximo año, mientras que el elevado desempleo está minando la confianza de consumidores y empresas.
Es verdad que, desde el punto de vista político, al Gobierno de Obama le resulta difícil aplicar un segundo estímulo a gran escala. Aun así, debería tratar de que se apruebe tanta ayuda a la economía como sea posible. Y recuerden que Obama lleva la voz cantante; su cometido es el de persuadir a Estados Unidos de que haga lo que se tiene que hacer.
Pero, en cambio, Obama está dando voz a quienes dicen que no podemos crear más puestos de trabajo. Y en un informe de Politico.com se señala que la reducción del déficit, no la creación de puestos de trabajo, será el eje de su primer discurso sobre el Estado de
Tardé un rato en encontrarle significado. Pero las preocupaciones que expresa Obama se vuelven comprensibles si partimos de la base de que está sacando sus puntos de vista, directa o indirectamente, de Wall Street.
Desde que comenzó
Bueno, en el pasado se han producido picos en los tipos de interés a largo plazo, el más famoso, en 1994. Pero en 1994 la economía estadounidense añadía 300.000 puestos de trabajo al mes, y
Un modelo mejor, diría yo, es el de Japón en la década de 1990, que mantuvo un déficit presupuestario persistente, pero también una economía persistentemente deprimida, y experimentó una caída casi constante de los tipos de interés a largo plazo. Hay muchas posibilidades de que las autoridades estén aterrorizadas por una amenaza fantasma, una amenaza que sólo existe en su mente.
¿Y no deberíamos considerar la fuente? Que yo sepa, los analistas que ahora advierten sobre una subida drástica de los tipos de interés tienden a ser los mismos que insistían, meses después de que empezara
Aun así, admitamos que hay cierto peligro de que si se hace más para solucionar el problema del desempleo, superior al 10%, la confianza en los mercados de deuda pública acabará debilitándose. Este riesgo debe compararse con la certidumbre acerca del sufrimiento masivo si no hacemos más, y la posibilidad, como ya he dicho, de que se hunda la confianza de los trabajadores y las empresas corrientes.
Y Summers tenía razón la primera vez: ante la mayor catástrofe económica desde
Paul Krugman es profesor de Economía en
© New York Times Service, 2008.
Traducción de News Clips.