Thomas Keenan
Música para la tortura
Tras la elección de Barack Obama como presidente de Estados Unidos el debate sobre la tortura vuelve a la primera página de la actualidad. Esta vez se ha reabierto con un nuevo frente: la música. Las investigaciones han revelado su uso sistemático por parte del ejército estadounidense desde el año 2002. En algunos casos, la música se ha utilizado para denigrar las convicciones religiosas de los detenidos. Mohamed al Qahtani fue sometido a la escucha de las canciones de Christina Aguilera con la intención de perturbarlo. La música se ha equiparado a una ´técnica banal´ haciéndola sonar durante largos periodos de tiempo y a un volumen insoportable. Su efecto desorienta y abruma a los prisioneros. Tal como dijo un representante del gobierno norteamericano, «los deja fritos». A finales de octubre, un nutrido grupo de músicos presentó una queja formal al gobierno de Estados Unidos. Han reclamado que se conozcan los detalles acerca de cómo se ha empleado la música en los interrogatorios aplicados a los detenidos en Iraq, Afganistán, Guantánamo y otros lugares. La cantante Rosanne Cash advirtió que «la música nunca debería ser usada como una forma de tortura». El Tribunal Europeo de Derechos Humanos y el Comité contra
Publicado por La Vanguardia-k argitaratua
John T. Hamilton
Moraleja cruel
Cuando se aborda el tema de la música y la tortura, suele pensarse en el modo en que la música o el sonido se han utilizado y siguen utilizándose como instrumento perverso para infligir dolor. Sin embargo, rara vez se considera el caso contrario, es decir, la idea de que la tortura puede ser utilizada como instrumento de música. La antigüedad clásica proporciona el que quizá sea el ejemplo más famoso y repulsivo de esta práctica. Ocurrió en la corte de Fálaris, tirano que gobernó la colonia siciliana de Acragante a mediados del siglo VI a. C.
Diodoro de Sicilia, que compiló su historia hacia el
Suele considerarse a Fálaris como el primer dictador del mundo antiguo. Gracias a su posición como funcionario de la hacienda colonial, reunió fondos para reclutar un feroz ejército entre los obreros esclavizados y se apoderó del trono. Cicerón inventaría el neologismo phalarismus para hacer referencia a las mentes malintencionadas movidas por planes dictatoriales. Según
¿Constituye la espantosa historia de Fálaris y el toro de bronce algo más que una demostración de decadente brutalidad? ¿Ejemplifica algo más que una moraleja instructiva, a saber, que quienes colaboran con ideas malvadas suelen ser víctimas de sus propias estratagemas? Luciano, cuyo relato ficticio le permite a Fálaris exculparse en primera persona, subraya más bien la relación entre música y tortura. Perilao alardea alegremente: «El torturado se debatirá en gritos y lamentos, presa de incesantes dolores, y su grito a través de las flautas te ofrecerá las más dulces melodías imaginables, con acompañamiento quejumbroso y mugido dolorosísimo, de forma que él reciba su tortura y tú goces del concierto de flauta». ¿Hasta dónde podemos llevar esta yuxtaposición de tortura e interpretación musical? ¿Cómo se relaciona con los designios dictatoriales de Fálaris?
La descripción de Luciano del lamento taurino alude a una idea dominante en toda la cultura griega antigua, que la música debe alcanzarse con gran dolor y sufrimiento. El proemio de
La idea de la tortura como instrumento musical, ejemplificada en el toro de bronce, parece desembocar en la sublimación y la creación de nuevos mundos. Los sonidos innovadores crean desorientación y revelan la disolucción de lo familiar. La imposición dictatorial de ese perturbador ámbito acústico constituye una amenaza: los individuos enfrentados a quienes son como Fálaris se encuentran a la merced de un mundo donde el cese del dolor quizá esté prometido, pero bajo unas condiciones muy precisas. El tormento sólo finaliza cuando el prisionero empieza a cantar.