¿Es posible separar filosofía y realidad? ¿Se puede ser uno de los más grandes filósofos del siglo XX y al mismo tiempo entregado defensor de la ideología nacionalsocialista? A la luz de las últimas novedades bibliográficas, no hay ya excusa para seguir ignorando, o negando, la identificación de Heidegger y su pensamiento con el nazismo
Martin Heidegger
Emmanuel Faye Heidegger. La introducción del nazismo en la filosofía. En torno a los seminarios inéditosde 1933-1935 AKAL 574 PÁGINAS39 EUROS
Víctor Farías Heidegger y el nazismo (Edición corregida y aumentada) OBJETO PERDIDO 606 PÁGINAS35 EUROS
Julio Quesada Heidegger de camino al holocausto BIBLIOTECA NUEVA 332 PÁGINAS20 EUROS
X. A.
¿Cómo pudo el último gran metafísico sostener los principios totalitarios y criminales del Tercer Reich?
Su vinculación con el nazismo se pretendía un ‘flirt’ fugaz, un episodio anecdótico e intrascendente
Destacados filósofos del panorama hispano todavía hoy reconocen en Heidegger a un maestro eminente
Martin Heidegger continúa siendo considerado en muchos ámbitos, algunos supuestamente informados, uno de los más grandes filósofos del siglo XX. De forma especial en España, donde todavía se identifica la filosofía (pura)y la metafísica como ocupaciones puramente abstractas, sin relación con la realidad. Basta recordar el diálogo de Babieca y Rocinante en el prólogo de El Quijote:
– Metafísico estáis.
– Es que no como.
¿Cómo admitir, en un contexto cultural como este, que Heidegger, estudiado en todas las universidades como el último gran metafísico, pudo sostener, en sus obras, los mismos principios racistas, antisemitas, totalitarios y criminales que el Tercer Reich puso en práctica?
Es cierto que, desde 1945, se conocían detalles de su pasado nazi. Se sabía que fue rector de la Universidad de Friburgo entre 1933 y 1934, con Hitler en el poder, aunque se tardó en conocer su polémico discurso del rectorado: ahí, contemporáneamente a la promulgación de las leyes racistas contra los judíos, sostuvo que «la universidad alemana es para nosotros la alta escuela que desde el saber y mediante el saber acoge para educar y disciplinar a los conductores y guardianes del destino del pueblo alemán». «La ciencia y el destino alemanes – añadía-deben, en esta voluntad de esencia, llegar al mismo tiempo al poder». Se tenían detalles de la fascinación por Hitler, a quien Heidegger apoyó abiertamente en el plebiscito de noviembre de 1933 con un discurso, ante los rectores de las universidades alemanas, que empezaba así: «¡Compatriotas alemanes! El pueblo alemán ha sido llamado a votar por el Führer; pero el Führer nada pide del pueblo, más bien da al pueblo la posibilidad de la más elevada decisión libre: si el pueblo entero quiere su propia existencia o no. El pueblo, mañana, no elige sino su porvenir».
A pesar de ello, la figura de Heidegger continuó ostentando, de forma casi unánime, su prestigio intacto. Su vinculación con el nazismo se pretendía un episodio desafortunado, calificado de flirt fugaz, anecdótico e intrascendente (así, Otto Pöggeler, en una monografía todavía considerada de referencia: El camino del pensar de Martin Heidegger).En síntesis: una cuestión puramente biográfica, irrelevante a la hora de valorar el alcance de su filosofía. Por otra parte, heideggerianos tan ilustres como Walter Biemel, discípulo y editor de Heidegger, difundieron la falsa imagen de una inexistente oposición al nazismo: Biemel llegó a invocar, en el marco de unas Jornadas de Fenomenología (Palma de Mallorca, 1989), a un Heidegger que se cargaría de libros a la hora de ir a sus clases para evitar levantar el brazo en el obligatorio saludo nazi. Se sabía también que Heidegger nunca había dedicado palabra a condenar el nazismo y que, hasta el final de su vida, no tuvo una frase de atención para las víctimas del exterminio. Pero nada de ello parecía afectar a la supuesta profundidad de su pensamiento: así se ignoró su íntima hibridación con el régimen asesino del que nunca se desmarcó explícitamente.
La situación empezó a cambiar con la publicación, en 1987, de Heidegger et le nazisme de Víctor Farías (editado en castellano por Muchnik), que supuso un auténtico terremoto. Un año después, Hugo Ott publicaba en alemán una biografía con datos inequívocos de su compromiso nazi. Gracias a ambos libros ya era posible conocer matices esenciales desde el punto de vista histórico y contextual respecto al alcance biográfico del nazismo de Heidegger. Además, sobre todo gracias al libro de Farías, se inició un debate, a partir de entonces insoslayable, sobre las relaciones estrictamente filosóficas entre el nazismo y el pensamiento de Heidegger. La filosofía nunca es neutra respecto a la realidad, pero la lectura de Heidegger por Farías ponía el dedo en la llaga: la filosofia de Heidegger, y no sólo su persona, mantuvo con el nazismo más que una profunda complicidad de fondo y de forma, nunca desmentida después de 1945. El libro de Farías provocó una sonora polémica, agitada sobre todo por la furiosa reacción de gente como Gadamer, Derrida o Vattimo, así como por el ala más reaccionaria y negacionista del heideggerianismo: Jean Beaufret, François Fédier o Ernst Nolte. Autores, todos ellos, que no estaban dispuestos a cuestionar el lugar olímpico que Heidegger ocupaba en el podio filosófico del siglo XX. Algunos otros, como de forma eminente Lévinas, Habermas, Bourdieu, Bobbio, Todorov o Eco, aplaudieron que por fin se abriera la caja de los truenos.
En las dos últimas décadas, se han descubierto muchos más detalles de esta profunda hibridación entre heideggerianismo y nazismo, hasta el extremo que hoy nadie puede discutir con rigor acerca de la neutralidad filosófica de Heidegger. Sin embargo, a pesar de certezas cada vez más confirmadas, España se cuenta entre los países con más heideggerianos del mundo: filósofos destacados del panorama hispánico y catedráticos de universidad se levantaron entonces contra el libro de Farías con la furia de quien defiende a las gallinas de su corral (o, más bien, a los lobos), y todavía hoy reconocen en Heidegger a un maestro eminente. Incluso Aranguren consideró que el compromiso político de Heidegger nada tenía que ver con su filosofía. Es más: fuera de los devotos confesos ante la figura y el pensamiento de Heidegger, buena parte de sus nociones y de sus tesis alimentan, todavía hoy, el trasfondo de una parte relevante del pensamiento que se hace aquí e incluso de su terminología. La posición mayoritaria en este país, con salvedades contadas, sostuvo que hurgar en las conexiones entre el nazismo y Heidegger era propio del «espíritu inquisitorial y carroñero» o del «sensacionalismo de la prensa filosófica amarilla». Y aquí paz, y después gloria. En España, Heidegger sigue en el pedestal.
Sin embargo, ha llegado la hora para que también aquí se inicie la necesaria impugnación de una filosofía cuya identificación con el nazismo ha llegado a ser, con los últimos datos en la mano, literalmente irrefutable. Llegan estos días a las librerías dos novedades editoriales de una trascendencia filosófica y cultural descomunal: el libro de Emmanuel Faye, que apareció en Francia en el 2005, sobre los seminarios inéditos impartidos por Heidegger en la universidad entre 1933 y 1935, contextualizados de forma muy rigurosa en el marco de sus discursos y sus intervenciones públicas de estos años. Más de quinientas páginas de una documentación avasalladora, en buena parte inédita hasta ahora, que constituye por sí sola el principal testimonio de cargo contra la supuesta neutralidad de la filosofía de Heidegger. El otro es la reedición ampliada, con más de doscientas páginas nuevas a partir de muy reveladores descubrimientos, del libro de Víctor Farías, que publica por primera vez, en un esfuerzo editorial encomiable, el editor Lleonard Muntaner de Palma (Objeto Perdido). En total, más de mil páginas de revelaciones aterradoras que nadie, entre los interesados por la filosofía de nuestro tiempo, puede ya ignorar. Se trata, además, de textos arrancados al olvido frente a la oposición inquisitorial de Hermann, el hijo de Heidegger que controla y manipula la edición integral de la obra de su padre y que ha bloqueado el acceso a documentos todavía inéditos conservados en el archivo de Marbach. A estos dos textos, debe añadirse el libro de Julio Quesada, que no hace grandes aportaciones pero que tiene el mérito de ser la primera monografía puesta al día por un estudioso español.
La discusión, en realidad, desborda los límites de una polémica erudita o especializada. Tiene que ver no sólo con la introducción del nazismo en la filosofía, sino con la recíproca introducción de la filosofía en el nazismo, que se mantiene todavía intacta mientras no se revise y depure la influencia de Heidegger en el pensamiento de nuestro tiempo. Ese es el legado siniestro del nazismo heideggeriano, que ahora estamos en condiciones de abordar: su victoria filosófica después de muerto. La hegemonía de tesis claramente nazis después de la condena histórica del régimen con el que se identificó.
La introducción del nazismo en la filosofía a través de los textos decisivos
Toda una vida…
X. A.
Ya en 1929 alerta del «enjudiamiento» de la vida espiritual alemana
La defensa de Heidegger pretende que su compromiso nazi dura lo que el rectorado: de abril de 1933 a febrero de 1934. Farías y Faye demuestran que dura toda su vida. En su primer escrito (1910), muestra su fascinación por el agustino Abraham a Sancta Clara, antisemita, xenófobo y ultranacionalista, hasta el punto que le llama genio y lo compara a Goethe. Heidegger volverá a él en 1964. Antes de 1933 abundan cartas e informes acusadores. En 1929 se dirige a Victor Schwoerer, máxima autoridad en investigación científica, para alertarlo por el «enjudiamiento (verjudung)creciente» de «la vida espiritual alemana»; Hitler emplea profusamente el término en Mein Kampf.En 1931 defiende el método Boxheimer,la liquidación física de los oponentes políticos.
Y después de 1934, igual. 1936: «El nacionalsocialismo sería algo hermoso en tanto que un principio bárbaro. Es por eso que no debiera convertirse en algo tan aburguesado». 1938 (!): se lamenta de que «la masa humana» no haya alcanzado «la dignidad necesaria para encontrar los medios de autoexterminarse por el medio más corto». 1939: «El adiestramiento-de-la-raza es una vía de autoafirmación con vistas a la dominación» y a la «preeminencia racial». 1940: con los alemanes invadiendo Francia, sostiene a propósito de Descartes que «llega un día en el que un pueblo no está a la altura de la metafísica surgida de su propia historia». 1941: el «principio de la institución de una selección de la raza» es «metafísicamente necesario». En 1943 defiende la guerra total: «Pueden ser, entonces, incontables las víctimas. ¡Da lo mismo cuántas y por qué causas, ellas son necesarias, puesto que el sacrificio tiene en sí su propia consistencia!» 1949: formula que «la agricultura es hoy una industria de alimentación motorizada, en su esencia es la misma cosa que la fabricación de cadáveres en las cámaras de gas y en los campos de exterminio». Y todavía va más lejos: «Centenas de millares mueren en masa. ¿Mueren? Perecen. Se convierten en las piezas de reserva de un stock de fabricación de cadáveres. ¿Mueren? Son liquidados discretamente en los campos de exterminio». Para él sólo mueren los seres humanos, aquellos a los que el ser les ha dado un tal poder.Es 1949.
El gran orador público
X. A.
«Sólo el Führer, proclama, es la realidad alemana presente y futura y su ley»
En la fiesta de solsticio de 1933, organizada por los estudiantes nazis en el estadio de la Universidad, donde se había anunciado una quema de libros que aplazó por la lluvia, el rector Heidegger gritó ante una antorcha simbólica: «¡Llama, instrúyenos! ¡Esclarécenos! ¡Muéstranos el camino del que ya no se vuelve atrás! ¡Que broten las llamas, que se enciendan los corazones!» En mayo había participado en el homenaje a Schlageter, proponiendo como modelo a este mito de la extrema derecha, uno de los primeros compañeros de Hitler con Goebbels, Göring y Himmler: «No llegó a cumplir la tarea más importante, que sigue siendo la más difícil: no llegó a captar la imagen del comienzo a venir, del honor y de la grandeza de su pueblo, llevarla en el alma y morir con ella». Era el día antes de su discurso del rectorado.
Sus discursos públicos proliferan y lo convierten en el filósofo nacionalsocialista más reconocido y radical. En junio de 1933 defiende la institución nazi de los campos de trabajo para estudiantes y la militarización de la vida universitaria. Poco después, en Heidelberg, elogia el programa de educación política del Partido, invocando a «la raza alemana del futuro»: «El trabajo por el Estado no supone ningún peligro. ¡El peligro viene tan sólo de la indiferencia y de la resistencia!» En agosto, en el Instituto de Anatomía Patológica de Friburgo, vincula la «salud del pueblo» a la «unidad de la sangre y de la procedencia, de la raza»; es cuando introduce en la Universidad la cátedra de doctrina racial y biología hereditaria. En octubre, ante cientos de trabajadores, defiende «el futuro saneamiento del cuerpo del pueblo» y confiesa que «no hacemos más que seguir la voluntad superior de nuestro Führer». En noviembre, apostando por un «movimiento de agresión», proclama que «el Führer y sólo el Führer es la realidad alemana presente y futura y su ley». En Tubinga, en diciembre, arenga: «La Revolución nacionalsocialista es y se convertirá en la reeducación completa de los hombres, de los estudiantes y de los jóvenes docentes del futuro». En mayo de 1934, en Constanza, declara que «la lucha (kampf)se convierte en la ley más íntima de nuestra existencia». Todo el mundo entiende lo que está diciendo
Esencia de la verdad
X. A.
1934: «También los negros son seres humanos, pero carecen de historia»
Emmanuel Faye ha estudiado los seminarios que Heidegger imparte entre 1933 y 1935 en la Universidad de Friburgo. No son confidencias privadas ni discursos de circunstancias, sino la elaboración teórica de su filosofía. La conclusión de Faye es clara: «Es el contenido mismo del nazismo el que irrumpe en el corazón de su doctrina». Semana a semana, clase a clase, entre el verano de 1933 y el de 1935 (el período central de la introducción del nazismo en la filosofía), durante cinco semestres, Heidegger vuelve sobre su pensamiento anterior dotándolo de un sentido más explícito: nociones claves de su obra más celebrada, Ser y tiempo (1927), como Dasein y Sein,son leídas como traducciones metafísicas de pueblo alemán y de Estado.Pero no sólo eso: ahí están las bases de un sistema filosófico que nunca desmentirá y que guarda con el nazismo una identidad ahora ya indiscutible.
Farías había publicado en 1991 el seminario del verano de 1934 en el que Heidegger fundamenta filosóficamente el racismo nazifascista: entre páginas de barbaridades supuestamente justificadas metafísicamente, puede leerse, después de preguntar si «la historia es lo que caracteriza al hombre», que «también los negros son seres humanos, pero carecen de historia». Ahora, Faye da a conocer, analizando con detalle y rigor, algunos cursos inéditos, como el del semestre de invierno de 1933-34, sobre La esencia de la verdad.
¡La verdad! En el frontispicio de la Universidad de Friburgo todavía puede leerse una cita cara a Heidegger: Die Wahrheit wird euch frei machen (La Verdad os hará libres). ¿De qué verdad habla
Heidegger a sus estudiantes? Ahí va: «El nacionalsocialismo no es una doctrina cualquiera, sino la transformación fundamental del mundo alemán y, tal como pensamos, del mundo europeo». El sentido de la transformación se revela pronto, cuando llama a desenmascarar al enenigo interno (el asiático,denominación nazi para judíos y bolcheviques) y a exterminarlo totalmente: «A menudo es más difícil y laborioso localizar al enemigo en tanto que tal, iniciar un ataque a largo plazo, teniendo como objetivo la exterminación total (der völligen Vernichtung)».Pronto empezarían a cumplirse los criminales designios de Heidegger.