Chipre vuelve a estar en la agenda internacional, debido a que los líderes de las comunidades enfrentadas griega y turca de la isla están inmersos en intensas negociaciones para resolver la situación del país dividido. Sin embargo, si bien están en marcha nuevas conversaciones, no sorprende que la comunidad internacional esté cansada de lidiar con la cuestión. Después de todo, el conflicto de Chipre se viene perpetuando desde 1974, desgastando a secretarios generales de las Naciones Unidas y a representantes especiales de todo tipo, así como derrocando gobiernos tanto en Grecia como en Chipre.
En 2004, la Unión Europea, Estados Unidos y una buena parte de la comunidad internacional invirtieron una energía considerable en intentar resolver el conflicto de una vez y para siempre. El entonces secretario general de las Naciones Unidas Kofi Annan y su equipo redactaron un plan, cuyo apoyo por parte del gobierno de Turquía implicó riesgos políticos muy importantes. El gobierno convenció a los chipriotas turcos de hacer un salto de fe y votar a favor del plan de Annan para reunificar a la isla.
Lamentablemente, el liderazgo chipriota griego hizo una campaña activa en ese momento en contra del plan de la ONU. En consecuencia, mientras que el 65% de los chipriotas turcos votaron a favor del plan cuando se lo sometió a votación en la isla, el 76% de los chipriotas griegos lo rechazaron. Peor aún, la Chipre griega se unión literalmente a la UE días después de haber desairado la voluntad de la comunidad internacional, mientras que la UE dio marcha atrás en sus promesas de poner fin al aislamiento de la comunidad turca si apoyaba el plan de Annan.
Hoy, muchos podrían pensar que todo esto es agua bajo el puente. Pero el destino del plan de Annan sigue siendo una parte importante del pensamiento turco respecto de la cuestión de Chipre.
En 2008, la ONU inició un nuevo proceso de negociación para Chipre. El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, ha dado su plena bendición a un acuerdo negociado y, como en 2004, Turquía respalda la voluntad de los chipriotas turcos de encontrar una solución viable a la división de Chipre bajo el paraguas de la ONU.
Pero debería quedar en claro que las conversaciones actuales son la última oportunidad para un acuerdo negociado sobre la isla. De manera que es imperativo que la comunidad transatlántica reconozca que las conversaciones actuales constituyen una oportunidad histórica. Nadie -ni Estados Unidos, ni la UE, ni Turquía, ni Grecia ni las dos comunidades chipriotas- pueden darse el lujo de desperdiciarla. O la isla se unifica bajo un plan de la ONU aceptado por ambas partes o el status quo necesitará cambiar por otros medios. El aislamiento de los chipriotas turcos, que optaron a favor de una solución aceptable internacionalmente, no se puede sostener mucho tiempo más.
Las conversaciones entre el presidente chipriota turco, Mehmet Ali Talat, y el presidente chipriota griego, Dimitris Christofias, hoy entran en una etapa crítica. Ambos líderes necesitan el pleno respaldo de la comunidad transatlántica.
Estados Unidos está particularmente bien posicionado para contribuir en el proceso de una manera positiva, y su compromiso a un nivel apropiado será necesario en los próximos meses. La sociedad entre Estados Unidos y Turquía, muy tensionada debido a la guerra en Irak, se vio revigorizada por la visita del presidente Barack Obama en junio. La participación norteamericana en la resolución del conflicto de Chipre aseguraría que la relación se mantenga sobre una base sólida.
A diferencia de muchas rondas previas de negociaciones por Chipre, la cuestión esta vez no está confinada a la isla solamente sino que abarca a la región más amplia. El resultado de las conversaciones en marcha, por ejemplo, tendrá un gran impacto en la manera en que Turquía evalúe sus relaciones con Estados Unidos. Si las conversaciones fallaran, el lado que se comporte de una manera intransigente cargará con toda la responsabilidad de dividir a la isla para siempre.
Es más, la no resolución de la cuestión de Chipre estancaría la ya tensa cooperación de seguridad entre la OTAN y la UE. La reciente visita a Ankara del secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, no hizo más que resaltar lo urgente que realmente es un acuerdo en Chipre. El no lograrlo también tendría implicancias de seguridad para los Balcanes, el Mar Negro y el este del Mediterráneo -todas áreas donde Estados Unidos y la UE tienen intereses vitales.
Por estas razones la comunidad transatlántica debería invertir su tiempo y energía en las conversaciones en marcha patrocinadas por la ONU. Ni Estados Unidos ni la UE pueden permitirse otro fracaso en Chipre. Simplemente hay demasiado en juego.
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Suat Kiniklioglu es vicepresidente para Asuntos Externos del Partido Justicia y Desarrollo de Turquía y vocero del comité de Asuntos Externos del parlamento turco.
Copyright: Project Syndicate, 2009.
Traducción de Claudia Martínez