Hace años que Joan Estruch y Salvador Cardús, en un trabajo magnífico sobre la juventud en Catalunya, nos pusieron en guardia sobre las encuestas sociológicas. Quienes las han hecho para ganarse la vida pueden confirmarlo. Las bien hechas –alguna hay– son carísimas, complejísimas y sirven solo para indicar alguna tendencia, para dar alguna señal, y poco más.
Me divierten especialmente las «de intención de voto» en las que se dice que «si las elecciones fuesen hoy…» pasaría esto y aquello. La cosa es cómica, porque precisamente las elecciones no son hoy y quien contesta la encuesta lo sabe: por ello, hoy dice una cosa, y el día de las elecciones, otra; y por ello se equivocan tan a menudo las predicciones de voto. Claro que estas encuestas no pretenden reflejar el futuro (¿cómo iban a hacerlo?), sino que van preparándolo. La encuesta política no pretende describir un futuro incierto, sino prescribir y crear el futuro que gustaría.
Son particularmente interesantes las encuestas sobre la situación en Catalunya, tanto si vienen del CIS español como de otros lados. Se nos dice que la mitad de los catalanes no saben qué partidos forman el Govern. ¿Por qué no ponen también al lado cuántos españoles conocen el nombre solo de dos ministros, sin dar ninguna pista para la respuesta? ¿Y alguien cree que todo el mundo sabe el nombre del actual presidente de EEUU? Pero, es necesario, claro, destacar la ignorancia catalana.
La historia de los que se sienten «más españoles», «más catalanes» o «tan… como», también es deliciosa. Me recuerda lo del «hoy te quiero más que ayer pero menos que mañana», que es el colmo de la estupidez amorosa. ¿De qué se fía la gente cuando dice que «se siente» esto o aquello? ¿De un cosquilleo, de un DNI, del lugar de nacimiento de los padres, de lo que cree posible o imposible? Pero encuestas así se hacen para que se vea que sentirse catalán es puro sentimentalismo. Sentirse español, en cambio, está bien, responde a la realidad. La encuesta política no tiene nada que ver con la verdad, solo con la eficacia. No sirve a los ciudadanos, sino al poder.