Como cooperantes extranjeros de visita, se han sorprendido el presidente español y su ministra de Fomento ante la constatación de la antigüedad de las catenarias e infraestructuras de los ferrocarriles españoles en Catalunya, de más de 30 años de antigüedad, y algunas, Zapatero dixit, «de los años treinta», aunque no concretó de qué siglo. No cabe mayor cinismo, porque ellos son los culpables, junto a sus antecesores del PSOE, del PP, de UCD, y de FET y de las JONS, del expolio sistemático de Catalunya, del robo planificado de recursos que se detraen para invertirlos en su nación, en España. Si hubieran cumplido sus propias leyes, esos ferrocarriles serían competencia catalana desde 1979, como lo serían las becas a los estudiantes, pero entonces no podrían llevarse el dinero de los catalanes para dárselo a los españoles: los estudiantes catalanes son el 14’8% del total, y sólo reciben un 4’8% de las becas. Robar exige mandar, y mandar requiere no transferir y concentrar todo el poder, incluso el del Tribunal Constitucional, que todo lo avalará al servicio del PP, del PSOE, y de España. El poder fiscal incluye el poder de destruir, como indicó el juez Marshall y afirma Hayek: «Cuando el Estado controla la vida económica es posible seguir una política de despiadada discriminación contra las minorías nacionales mediante instrumentos de política económica, sin infringir nunca la letra de protección estatutaria de sus derechos.» Esta España no es la casa de los catalanes, vayámonos.