LOS dirigentes del PSN, tras las últimas elecciones celebradas en la Comunidad Foral de Navarra, parecen estar convencidos de disponer de unos resortes claves en el futuro de la misma. A decir verdad, tienen motivos para considerarse francamente perdedores. Siendo, como son, la representación de una formación política -PSOE- que aspira a ser la mayoritaria a nivel del Estado español, han quedado reducidos a la tercera fuerza de la provincia. No se dice esto a título de inventario. Solamente hace una década eran la principal fuerza electoral, capacidad que han visto disminuir de forma tan dramática, en tanto su correlato derechista -UPN- les ha desbordado y anulado como alternativa política.
La trayectoria del PSN está lejos de ser brillante. En principio, muchos lo consideraron como el heredero de los antiguos socialistas yugetistas que se habían enfrentado a los oligarcas navarros con anterioridad a 1936. Gran parte de los descendientes de tales luchadores han mantenido por ello la fidelidad a las siglas que se reclaman del antiguo PSOE republicano, pero a raíz de la transformación de la dictadura franquista en monarquía se impusieron en su dirección hombres nuevos -no siempre de tradición socialista- y más propensos al acuerdo con los grupos dirigentes de la vieja oligarquía y poderes del sistema franquista, que a la reivindicación.
El PSN, como, por lo demás, el conjunto del PSOE, no solamente descuidó la defensa de los intereses de los más desprotegidos en lo social y económico, sino que sus dirigentes y aparato se han visto implicados en casos graves de corrupción. Estos hechos, generalizados entre los más importantes partidos y salidos a la luz pública durante la etapa de Urralburu, son considerados como la punta del iceberg de una realidad más profunda. Con todo, siempre han existido sectores sociales dispuestos a conceder a los sedicentes socialistas una sensibilidad más acorde con los intereses populares y unos valores más abiertos que deberían hacer preferible siempre la presencia de éstos en la Administración frente a los declarados derechistas y franquistas. Las frustraciones han sido continuas por el ansia que han mostrado las personas y aparato del partido en controlar cualquier iniciativa popular para anular a las fuerzas políticas y sociales que se han prestado a trabajar junto a esa formación política, para enfrentarse a los partidos, en teoría adversarios, de la derecha española, UCD y PP, trabajando sin embargo conjuntamente para hacer fracasar planteamientos e iniciativas populares y democráticos.
Por lo que se refiere a la Comunidad Foral de Navarra, la connivencia del PSN y los partidos franquistas impuso el actual marco político, al que pretenden agarrarse como a un clavo ardiendo el conjunto de fuerzas que niegan una revisión del actual status de la CFN, status éste que es contestado por quienes sentimos constituye un fraude, por representar la negación de la identidad navarra y responder a los intereses de la vieja oligarquía caciquil y de los nuevos sectores surgidos con la especulación más reciente. Lo que ha sucedido y viene sucediendo en Navarra no hubiera sido posible sin tal connivencia entre PSN y franquistas. La obviedad de este análisis se hace evidente cuando se ha visto frecuentemente a destacados miembros del PSN defender las posiciones de UPN y llegar a saltar a esta formación sin ningún trauma, hecho que pone de manifiesto la afinidad de actitudes y valores.
Todo este conjunto de razones dan lugar a la desconfianza que se siente en el seno de los ambientes democráticos y progresistas de nuestra comunidad a la hora de contar con esos socialistas para crear una auténtica y efectiva alternativa a la opción franquista de UPN. A mayor abundamiento, la actuación del PSN tras las elecciones de mayo ha resultado bochornosa e insultante para quienes se reclamaban sus aliados en la conformación de la alternativa progresista. Cabe preguntarse sobre la sinceridad de los dirigentes socialistas en tal labor, o si, simplemente, no aspiran más que a rentabilizar su mermada situación electoral. Hasta el momento estas personas no han demostrado que el cambio en Navarra sea su objetivo primordial, y da la impresión de que para los intereses de su partido no importa que siga UPN al frente de la administración de la Comunidad Foral.
Los dirigentes socialistas parecen considerar a su formación como la princesa a la que todos los príncipes tratan de seducir, con la mirada puesta por cada uno de los pretendientes en alcanzar al máximo poder. ¡Que no se equivoquen! Por su trayectoria el PSN está lejos de ser una princesa. Se ha revolcado tantas veces en la corrupción y en el acuerdo con los partidos oligárquicos, que se encuentra lejos de conservar la doncellez progresista y de honradez que le gusta atribuirse. Las fuerzas políticas que le ofrecen configurar una alternativa progresista buscan sacarla de la abyecta inmundicia en la que se encuentra tan a gusto. Probablemente sea ésta la última oportunidad que tenga de regenerarse y dar la espalda a su lamentable pasado. No obstante, estos dirigentes del PSN adoptan la actitud de la prostituta que piensa sacar mayor partido de su cuerpo ofreciéndose al proxeneta que hasta el momento la ha chuleado.