Son largas, muy largas, las veladas del Ramadán, de este mes del ayuno, que nuestro Josep Carner describió como «dura Quaresme de dia i Pasqua de nit». Después de la comida vespertina del iftar en que se rompen las horas de abstinencia, los musulmanes se solazan en reuniones, paseos, cafeterías, se sientan ante los aparatos de televisión. El Ramadan es el tiempo adecuado para las retrasmisiones vespertinas de los musalsalat, o seriales televisivos, género especialmente cultivado en Egipto, «madre» de todos los estos programas tan esperados cada año. Hay más de ciento cincuenta seriales en las televisiones árabes, que contemplan docenas de millones de personas. Como cuentan con una audiencia tal, las cuñas publicitarias valen un ojo de la cara.
La producción televisiva en el Ramadán es la tercera parte de la de todo el año. Desde hace tiempo sigo con interés estos seriales, reveladores de un estilo de vida, de ansias, sueños y miserias de una sociedad. Cherihan, Yosra, son dos de las grandes estrellas egipcias. Pero desde hace cuatro años ha irrumpido el serial hecho en Siria con un éxito arrollador. Es el Bb el Jara o Puerta del barrio que causa, sin ninguna hipérbole, estragos en el público del Machrek y del Magreb. Para mi vecino Nasrat Nehme, dentista libanés, uno de sus diarios espectadores, su éxito se debe a que, en un lenguaje directo con palabras que «tocan al corazón», narra la vida de una población árabe en una época histórica en la lucha nacional contra el colonialismo, en una sociedad tradicional de valores perdidos, provocando la nostalgia de un tiempo muerto. Ni su argumento, ni sus personajes, ni su escenografía -decorados callejeros de cartón piedra, aunque hay también bellos patios interiores con surtidores y muebles antiguos incrustados de nácar- conmoverían a los públicos occidentales. Los personajes, a menudo estereotipados, caricaturizados burdamente, no resistirían nuestra crítica. No hay ningún protagonista central, a diferencia de los seriales egipcios, sino que la interpretación tiene un estilo colectivo.
Entre los actores destaca una mujer que desempeña el papel de una cristiana, intrépida patriota, frente a los militares que asedian el barrio, del ejército del «mandato» francés. Bab el Jara triunfa cada noche del Ramadán y ha hecho mella en los telespectadores que lo prefieren con frecuencia, a los seriales egipcios de estilo más edulcorado, con escenografías de comedia musical norteamericana, vacíos de su emoción popular. Su éxito ha servido para mejorar la imagen exterior de Siria. Al caer la noche, millones y millones de árabes, incluyendo los palestinos del este de Jerusalén, no quieren perderse el episodio, y si no pueden verlo en su pantalla, lo siguen en sus programas on line , o lo descargan en sus teléfonos móviles. En Beirut lo retransmiten varias cadenas televisivas, entre ellas la del Hezbollah. En muchos taxis de la capital, hay imágenes de sus admirados protagonistas.