Análisis | Paisajismo
Una modalidad en el paisaje industrial activo es la eventualidad, su mutancia temporal o instantánea, el carácter de secuencias efímeras.Este tipo de paisaje posee cualidades que lo hacen merecedor de su reconocimiento como Bien Cultural y Conjunto Monumental. El paisaje industrial es ignorado sociológica y mayoritariamente, si no despreciado, a pesar de tener indudable interés urbanístico, cultural y medioambiental. El territorio se puede analizar según la tipología: territorios explotados, orillas colonizadas e implantaciones puntuales que crean hitos referenciales.
Iñaki URIARTE Arquitecto, premio Mario Roveda por su labor en defensa del patrimonio
Destacado defensor de nuestro patrimonio arquitectónico, algo que queda reflejado en premios como el obtenido en marzo pasado en Italia por su labor divulgativa realizada durante años con los recorridos guiados por la Ría de Bilbo, analiza el paisaje existente en Euskal Herria.
Con motivo de la celebración a lo largo de abril del Mes Mundial del Paisaje, impulsado por la International Federation of Landscape Architects (IPLA), parece oportuno hacer alguna reflexión sobre una tipología paisajística muy abundante en sus diversas modalidades y de notable calidad existente en Euskal Herria.
El paisaje industrial, como una particularidad del concepto genérico del paisaje, significa una consideración más amplia y compleja que la del patrimonio industrial, que es su componente principal y referido a edificios, sus instalaciones o la maquinaria. Supone la interacción de variados elementos integrantes complementarios de un panorama fabril que son percibidos como un escenario coherente y potente en un contexto de síntesis. En ocasiones su ámbito, que contempla áreas rurales, urbanas y periurbanas, no es continuo y mucho más amplio que aquello que inicialmente se divisa refiriéndose a asentamientos productivos articulados en torno a un eje fluvial, un frente portuario, a lo largo de una estructura de comunicación o de una red de distribución de fluidos o energía.
Incluso puede tener una consideración muy extensa como un itinerario temático que evidencia todo el proceso de una actividad industrial, desde la extracción de la materia prima, su transporte, hasta el producto acabado, como por ejemplo la tradicional ruta del hierro. Incluye tanto los paisajes que puedan considerarse excepcionales como los cotidianos y los abandonados o degradados apreciando lógicamente su distinta calidad e interés.
Esta tipología paisajística muy habitual en la actualidad, sociológica y mayoritariamente es ignorada, si no despreciada, a pesar de tener un indudable interés urbanístico, medioambiental, cultural y visual, por lo que previamente es necesario una sensibilización colectiva progresiva y selectiva que permita apreciar sus cualidades intrínsecas. Se requiere una generosidad conceptual para comprenderlo y desde una cierta benevolencia contemplativa y ambiental podrá ser aceptado e incluso, finalmente, admirado.
La característica fundamental, frente a cualquier paisaje convencional, es su existencia como consecuencia de la implantación de un hecho productivo, sea para una extracción, explotación, cultivo, fabricación o transporte. Antes no existía más que un terreno y un paraje con desigual interés. Las necesidades, servidumbres y repercusiones de una actividad industrial como centrales eléctricas o los lugares configurados por una rigurosa y regular geometría como los cortes en la naturaleza para una extracción pétrea constituyen los atributos caracterizadores e imprescindibles de la escena.
Una modalidad en el paisaje industrial activo es la eventualidad, su mutancia temporal o instantánea, el carácter de secuencias efímeras. Así, la fábrica adquiere aspectos diferentes en función de la intensidad, volumen y dirección de los humos e incluso los sonidos emitidos o los entornos olfativos creados por los procesos productivos. Una cantera presenta volumetrías, texturas y tonalidades diversas según el avance de sus cortes. Las plantaciones de un terreno vinícola obedecen a un ciclo anual de desarrollo con matices formales y cromáticos muy diferentes. En un astillero cambia enormemente la percepción en función del progresivo volumen del barco en construcción. Un espacio portuario tiene diversas caracterizaciones dependiendo de la distinta presencia de embarcaciones, su maniobrabilidad, el movimiento y posición de las grúas o el depósito de variadas mercancías en los muelles. El panorama de un lugar ferroviario es una síntesis de precisión y dinamicidad en un ámbito de líneas de rodadura, tendidos de catenarias, elementos de señalización con articulaciones de trenes en idas y venidas y como fondo, en ocasiones, la gran estación, la antigua «catedral del vapor».
Otra apreciable novedad de esta modalidad paisajística, es su espectacular contemplación nocturna, las fábricas despiertas. Naves y pabellones con matices lumínicos pálidos emitidos a través de ventanales traslúcidos, o con emisiones de vapores, llamas y una sutil iluminación del conjunto como en los complejos siderúrgicos o petroquímicos. Contemplar un panorama de este tipo es un acto esencialmente analítico y conmemorativo por la confluencia de miradas diversas respondidas por múltiples razones y memorias.
Como singular referencia caracterizadora de un ámbito geográfico determinado este tipo de paisaje, en ocasiones, posee las suficientes cualidades que lo hacen merecedor de su reconocimiento como Bien Cultural Calificado con la categoría de Conjunto Monumental, basadas en los siguientes valores: histórico, tecnológico, singularidad, espacial, artístico, iconográfico y social. La valoración tiene por objetivo promover el conocimiento la divulgación y la apreciación de los paisajes industriales como lugares memorables.
Repertorio. Los ríos y los puertos naturales o bahías son emplazamientos tradicionales para el aprovechamiento de la energía hidráulica o de modo de comunicación. Las cuencas fluviales y sus vegas, surcos territoriales que propiciaran la construcción de caminos a lo largo de su recorrido serán emplazamientos referenciales para la constitución de numerosas actividades productivas. El emplazamiento de la industria en el territorio tiene diversas expresiones. Este paisaje consecuentemente puede analizarse de acuerdo a su emplazamiento y características en varias tipologías: territorios explotados, orillas colonizadas en ríos y puertos e implantaciones puntuales que crearán hitos referenciales. De tan amplio repertorio destacaremos las referencias más significativas.
El paisaje minero por excelencia se sitúa genéricamente en la margen izquierda de la ría de Bilbao y de forma espectacular en Gallarta, con la impresionante corta de Concha II.
La desconstrucción ciclópea de las canteras tiene sus emplazamientos más singulares en Markina y Lastur en explotación y Ereño como vestigio. Las extensiones vitivinícolas desarrolladas en función de la climatología y la hidrografía ofrecen sus más bellas expresiones en la Rioja arabarra, respecto del Ebro y en Nafarroa entorno a sus afluentes, o del txakoli «el vino del mar» en las colinas próximas de Getaria y Zarautz.
Territorios industrializados como la vega del río Galindo, en Sestao y Trapagaran, próximos a emplazamientos siderúrgicos ya existentes, fueron el área en la que se asentaron importantísimas empresas metalúrgicas creando trayectos secuenciales muy notables. Planteamientos urbanísticos que tuvieron su réplica posterior en los barrios y polígonos industriales de Gamarra y Betoño y contemporáneamente en Jundiz.
Fabricas-ciudad. Recintos fabriles muy delimitados con una óptima urbanización interior de calles que organiza las distintas actividades desarrolladas en edificios de oficinas, productivos, almacenes arquitectónicamente notables como Sefanitro hasta su reciente derribo, La Naval en Sestao o CAF en Beasain.
Corredores industriales constituidos siguiendo cuencas fluviales a lo largo de carreteras y actualmente calles y en ocasiones acompañando el trazado de ferrocarriles conformando instalaciones, por la estrechez del terreno, predominantemente alargadas, son la tipología más frecuente. El ejemplo de mayor interés es Legazpi, en torno a Elbarrena Auzoa y Urola kalea acompañando al Urola asentamiento de Patricio Echevarria.
Entre Lazkao, Beasain y Ordicia se sitúa la carretera Gi-4491, una larga recta que finalizará en un puente sobre el río Oria. A ambos lados a lo largo de todo el siglo pasado se han ido emplazando las diferentes instalaciones de CAF. También en Basauri, entre el río Ibaizabal junto a la antigua carretera, actual Urbiren etorbidea, se construyó la fábrica inicial de Firestone Hispania, sucesivamente ampliada al otro lado de la calle. Andoain en el lado izquierdo de la carretera hacia Hernani, emplazamiento, no continúo, de una sucesión de fábricas de extraordinaria calidad.
Frente fluvial de Ibaizabal entre el actual último reducto portuario en Zorrotza, en Bilbo comprendiendo las desembocaduras del Kadagua, del Galindo hasta la Dársena de La Benedicta. Un frente de 5,8 km, hasta 1996 uno de los panoramas industriales más intensos de Europa, que comprendía importantísimas fábricas. El frente portuario en la bahía de Pasaia, que ha padecido derribos de pabellones que completaban un conjunto coherente.
Implantaciones puntuales que por sus características volumétricas enfatizan un amplio dominio territorial destacando su potente imagen en el horizonte. Las «catedrales del trigo», los silos agrícolas, tradicionales almacenes repartidos por las zonas de cultivo que emergen con altura y sencillez en un terreno agrícola horizontal.
Con arquitecturas incidentes cuya acertada presencia puntual valoriza un amplio e interesante paraje dotándole de una nueva dimensión estética y vinculándolas al entorno, como algunas bodegas en Araba, templos para el culto del vino.
La contemplación del los paisajes industriales es una aventura estética de vanguardia que activa los sentidos.