Vasconia, paradigama de la bulla mediática

Ya es un fenómeno endémico desde el franquismo demonizar cualquier reivindicación cultural y política en Vasconia. No sabemos que sucederá el día en que la prensa deje de vociferar en nuestros lares y amanezca el silencio.

Jeremy Benthan proponía que «El único objetivo de un estado «debe ser la mayor felicidad posible de la comunidad». La transición en cambio, por no desviarse ni un ápice del monolitismo hispano, fabricó una constitución «ad hoc». Una carta magna, que «ex profeso» y sin la más mínima consideración, cerrara cualquier puerta a la palabra y a la libre aspiración -entre otros- del pueblo basko.

Los «padres» del texto se preocuparon más por crear un estado omnipotente, siempre incuestionable, que un espacio plenamente democrático. Porque entiendo que en un ordenamiento plenamente democrático los ciudadanos siempre y en cualquier caso que no lesionen derechos humanos han de poder expresar sus opiniones y aspiraciones.

Hay artículos -entre otros- como el 2, 3, 8… que constituyen toda una carga de profundidad contra cualquier base mínimamente democrática. Efectivamente, en una auténtica democracia nunca sería de recibo que las fuerzas armadas reprimieran la voz y la voluntad de los ciudadanos de los respectivos pueblos.

Se impuso una monarquía, sin ofertar otras alternativas, en un momento en que la ciudadanía, obnubilada por la resaca de la dictadura, carecía de la madurez suficiente para discernir.

El inveterado conflicto de la soberanía, con vengativo maquiavelismo, quedaba absolutamente irresuelto y envenenado: La soberanía reside en el pueblo español, «velis, nolis». Ley del embudo, a la que el pueblo basko dijo que no, aunque de nada le sirvió por que fue obligado a tragarse esa rueda de molino.

Así que, señores «constitucionalistas», no nos arrojen tanto ese «lex dixit», porque ya sabemos cómo mercadearon la tal ley. Y en este sentido sepan que la tal constitución nos afecta, puesto que se nos impone imperativamente, no porque nuestro pueblo la asuma.

Y de aquellos polvos, estos lodos…

El tema «talismán» de estos días es «la consulta». Y uno alucina ante tantas incoherencias que, contra la más elemental lógica democrática, propalan algunos tertulianos y políticos «demócratas». Justamente esos políticos que ponen en el altar de la democracia esa «carta magna» que tan ladina y chapuceramente nos endilgaron.

Hombre, que un partido tan antivasco como el PP, que representa a una de las derechas más fascistas y estrafalarias de Europa diga estupideces, pase; no me merece el más mínimo comentario.

En cuanto al PSOE ¿qué decir? No parece que en su devenir se ajustaran a los presupuestos democráticos de Pablo Iglesias. Muchas de sus actuaciones en la dictadura de Primo de Ribera y en el postfranquismo niegan su talante democrático, sobran pruebas. El PSOE tal vez no coincida en las formas con los neofranquistas, pero su concepción del estado resulta tan monolítica y antidemocrática como puede resultar la del mismísimo «Ansar infinito».

A los ciudadanos de a pie nos resulta nefasta su aportación a la política de Vasconia. Uno se pregunta cómo pueden mantener el tipo, cifrando su trabajo en un discurso político que se reduce a cuatro slogans y la misma cantaleta cansina y repetitiva. La constitución dice, el discurso de los vascos divide, nos hemos dotado de unas leyes, etc. etc.

Ni un paso innovador, ni una mínima idea que ilumine y dé alas liberadoras al contencioso. Nada que justifique su cometido político y sus pingües emolumentos.

La consulta divide a los demócratas. ¿Acaso un demócrata puede temer la palabra libre de un pueblo? ¿No será más bien que la tan temida consulta -sea del tipo que fuere- deslinda a los demócratas de los que temen a la democracia?

No tengo ni idea de lo que hoy va a proponer el Sr. Ibarretxe. Esto no cambia en absoluto mi idea sobre la legitimidad de toda consulta, en cualquier estado que se precie de democrático.

La consulta hay que proponerla en una situación de no violencia. Tremendo sofisma. Indecente apriorismo. Sobre todo cuando precisamente una consulta honesta rompería cualquier argumentación de los violentos. Para la inmensa mayoría de los baskos sería tanto como negarle cualquier representatividad y sentido de ser -la mayoría, tiempo ha, ya se la negamos- a ETA.

Mientras esté ETA, no hay consulta. Conclusión para quienes temen la consulta más que a Satán, que siga ETA. ¿Acaso no es así? ¿Quiénes son realmente los que sacan rentabilidad política de la existencia del grupo armado? ¿Alguien concibe un PP con otras diatribas, que no discursos, en que la palabra terrorismo no se repita hasta la saciedad? ¿Con qué rostro iba a sentarse a negociar el PSOE sin la carta de los violentos?

Evidentemente cuando se habla de los violentos se da por supuesto la exclusiva referencia a los baskos violentos. La violencia «estructural y legal» del estado: fuerzas armadas y represivas, arbitrariedad de jueces, etc., eso no es violencia, son meras atribuciones del estado de derecho, efectivamente, del suyo. ¡Que obcecación y desparpajo señores!

Los políticos están para administrar la libre voluntad de los ciudadanos. Nadie, por muy rey o presidente que sea, es quién para cambiar la libre decisión de los pueblos de dicho estado. Negar a un pueblo su derecho a ser consultado, es negar uno de los principios más claramente recogidos en la declaración de los derechos humanos.

Señores políticos, hace años que renegamos de rosarios, clericalismos y cantinelas dogmáticas. No nos vengan ahora con incuestionables monsergas. Menos pecho y más vergüenza.

Si algo impide una consulta a los pueblos, díganlo alto y claro, no es la razón de dichos pueblos, ni sus derechos, ni cualquier otro tipo de legitimidad. Tal impedimento procede, de la violenta y antidemocrática incidencia de los estados sobre los pueblos. Amen.