De nuevo un atentado ha traído a las primeras páginas de los medios occidentales a Yemen. Hasta ahora, la aparición de este país ha estado reservada a este tipo de situaciones trágicas, y relegado al baúl del olvido durante la mayor parte del tiempo. Paralelamente, los «nuevos descubridores» de la realidad yemení nos bombardean estos días con un sinfín de tópicos e ideas preconcebidas que poco o nada tienen que ver con la complejidad y riqueza social y cultural de aquel país.
Reducirlo todo ello a presentar a la sociedad yemení «armada hasta los dientes», representante del «islamismo más reaccionario», imagen de un lugar «repleto de peligros y que habría que evitar» son muestras de esa lectura simplista e interesada a la que nos quieren acostumbrar algunos medios. Cuando visité Yemen tuve la ocasión de sumergirme en una sociedad muy diferente a la nuestra, y ya entonces, a finales de la década de los noventa, y con un secuestro reciente de occidentales, muchos conocidos me «advertían» del peligro que representaba realizar ese viaje. Sin embargo, no tengo duda de que entre los que he llevado a cabo, éste ha sido uno de los más gratificantes e impactantes a la vez.
Ya por aquellas fechas el gobierno yemení tenía que hacer frente al descontento creciente de las tribus, hartas de un gobierno central donde la corrupción y el favoritismo eran la regla general de su actuación. También pude observar el aprecio que sentían los hombres yemeníes por las armas de fuego, su preferida era el Kalashnikov, que mostraban orgullosos como un adorno más, junto a su siempre colgante y tradicional jambia. Con ello, en poco tiempo superé ese temor ante una visión «tan armada» y pude encontrar a un pueblo orgulloso de su tierra y de sus costumbres, dispuesto a recibir con los brazos abiertos a extranjeros como yo y al que no dudaron en abrir sus casas (algo que se agradecía ante la escasez de infraestructura hotelera de la época).
Por ello, y a pesar del enorme golpe que supuso el 11-s para Yemen en materia de turismo, el país ha sabido ir sorteando las dificultades y la gran mayoría de aquel pueblo sigue recibiendo con la misma actitud abierta a los visitantes. Abdul, que me acompañó en aquel viaje me ha indicado posteriormente sus esfuerzos por superar esas adversidades y esos tópicos que pretenden presentar a Yemen como un sitio a evitar.
En este sentido es interesante observar la lista de países «a evitar» que suelen publicar algunos gobierno occidentales, y en los que Yemen suele estar presente, y ante situaciones tan trágicas como ésta, se suele volver a airear. Conviene recordar a quienes así lo hacen, que más allá de las lógicas medidas de precaución que se debe adoptar en cualquier viaje, desde algunos países se aconsejaba hace poco no viajar al Reino Unido (por los atentados del IRA) o incluso al estado español (por las acciones de ETA).
La situación política de Yemen no es sencilla, y en la actualidad el gobierno de Ali Abdullah Saleh se encuentra en una difícil encrucijada, teniendo que hacer frente a dos serios problemas. Por un lado las revueltas de algunas tribus chiítas, seguidoras del grupo «Al Shabab Al Moumin (Los jóvenes creyentes), y por otro lado la emergerncia de grupos sunitas que se sitúan en la órbita ideológica de al Qaeda y que recogen los restos del Ejército Islámico Aden-Abyan.
En el primero de los casos, la connotación religiosa (minoría chiíta en un país mayoritariamente sunita) y tribal (uno de los ejes centrales para conocer este país) son los pilares para entender los enfrentamientos que este mismo año han causado cientos de muertos y que tras el supuesto triunfo de las fuerzas gubernamentales, los insurgentes han amenazado con extender su lucha a las ciudades, más concretamente a la capital Sana´a.
Por su parte, en el segundo caso nos encontramos con una «vieja historia» que se ha repetido en otros países. La guerra civil yemení contó con la participación de elementos islamistas en torno a la figura del actual presidente y representante del llamado «Yemen del norte», que no dudó en utilizar esas fuerzas para «acabar con el comunismo» del Sur. La utilización posterior de esas fuerzas en 1994, cuando se repitieron los enfrentamientos norte-sur, fue la semilla idónea para que voluntarios islamistas curtidos en Afganistán en la lucha contra la Unión Soviética, continuaran tejiendo su propia estructura paralela, con el beneplácito interesado del presidente Saleh.
En la actualidad se calcula que en el país existen unas cuatro mil escuelas islamistas «extremistas», con más de 300000 estudiantes, que absorben fielmente las ideologías de los grupos jihadistas sunitas que operan en Yemen. La actitud del presidente yemení ante Estados Unidos, del que ha pasado a ser un importante aliado regional, es otro motivo más que despliega un importante rechazo entre la población yemení, que ve cómo su máximo mandatario sigue los pasos de Washington (identificando a EEUU como principal origen de los males que asolan a la región y al mundo musulmán).
Mientras el gobierno anuncia reformas encaminadas a frenar el auge de ese islamismo jihadista, e intenta acometer una vez más el control de armas de fuego (todos los intentos anteriores han fracasado), la población observa que los acuerdos con EEUU siguen la línea de engordar los sectores más corruptos del estado, que el paro aumenta y que las expectativas que debería brindar el gobierno a la sociedad brillan por su ausencia. Además, la disidencia política debe enfrentarse a «arrestos arbitrarios, detenciones por largos periodos sin acusaciones, torturas y otros abusos judiciales», lo que no favorece para crear un clima político y social adecuado para llevar adelante las transformaciones mencionadas.
Los terribles acontecimientos de estos días deberían servir para que reflexionemos e intentemos analizar situaciones diferentes a las nuestras bajo esquemas alejados de las visiones eurocéntricas que en nada nos ayudan para acercarnos a otros pueblos y otras culturas. Yemen está atravesando un difícil momento, pero sería un grave error encasillar a todo un pueblo por una acción cometida por una minoría, que no representa el sentir de aquella compleja realidad, pero que al mismo tiempo es parte de ella.
TXENTE REKONDO.- Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)