San Mamés Barria, un campo minado

He considerado conveniente esperar a que el equipo profesional de fútbol salga, aunque sea de forma momentánea, de los puestos de descenso, para opinar sobre el proyecto de campo de fútbol denominado «San Mamés Barria». Un proyecto que está generando diversas opiniones encontradas, tanto entre los socios y seguidores del Athletic Club, como entre los ciudadanos en general. Y los motivos para que genere discusiones son numerosos.

En primer lugar hay que decir que la tendencia actual en Europa tiende a la construcción de las grandes infraestructuras deportivas en las afueras de las ciudades, y no en el mismo centro, como es el caso que nos ocupa. A pesar de que en anteriores proyectos se barajó la posibilidad de sacarlo de ese lugar, lo cierto es que todos los planteamientos del club y del Ayuntamiento han girado en torno a la zona Basurtu-Olabeaga, descartando otras opciones. Aún estamos a tiempo para volver a estudiar el asunto y abrir la mirada hacia otras zonas de la ciudad, lo que evitaría el habitual colapso circulatorio que se produce en los días de partido.

En segundo lugar, tampoco parece que se haya barajado con intensidad la posibilidad de agrandar el actual estadio, cuyos meros arquitectónicos, en especial su arco, son unánimemente ponderados. Hay ocasiones en que destruir lo viejo y partir de cero está bien, pero en otras, tal vez en ésta, pudiera ampliarse el aforo sin necesidad de derruir completamente San Mamés Zaharra.

Una tercera cuestión aflora a la hora de atacar el proyecto. El Athletic Club de Bilbao, guste o no guste, es una entidad de derecho privada, por muchos simpatizantes que posea, incluso fuera de Bizkaia. Por lo tanto, corresponde a la entidad emprender el cambio de estadio. La escasez (teórica) de aforo que sufre el actual campo, no puede ser un problema que aparezca en la lista de prioridades de las instituciones públicas, léase Ayuntamiento, Diputación o Gobierno. Es más, me temo que existen decenas de asuntos mucho más importantes, que requieren la atención inmediata de esas entidades, como pueden ser la vivienda, la mejora de la atención sanitaria, la educación, la integración de los emigrantes, el mantenimiento de las vías de transporte, el medio ambiente y un muy largo etcétera.

Por el contrario, los propios responsables del club se han jactado de que el cambio de campo no supondrá ni un euro a los socios, al fin y al cabo, propietarios de la entidad, lo que resulta cuando menos chocante. ¿Se imaginan ustedes que el presidente de Iberdrola afirma que la torre que van a levantar en Abandoibarra no va a suponer ni un euro para los accionistas? ¿Que todo el dinero va a proceder de las arcas públicas? Probablemente se trataría de un escándalo político de primera magnitud, pero en el caso del club de fútbol, no sólo no es un escándalo, sino que se aplaude el hecho desde las instituciones que tienen la obligación de amparar los derechos de todos los ciudadanos, por encima de las preferencias deportivas de cada cual.

De todos es sabida la precaria situación económica del Athletic, asunto que debiera preocupar lo suficiente a sus directivos antes de dar pasos como San Mamés Barria. Un club que ha sido incapaz de ganar un sólo título en los últimos veinte años, que no puede intervenir con suficiencia en el mercado de fichajes, cuyos capitanes son cualquier cosa menos vizcainos y con una cantera tan paupérrima, que le ha llevado a estar dos años rozando el descenso de categoría, tiene bastantes más problemas a resolver de forma urgente que el nuevo estadio.

Aún y todo, aunque el club estuviera luchando por el título, es inconcebible que se atreva a abordar una operación económica de este calado en base a las ayudas de la Bilbao Bizkaia Kutxa (BBK), -entidad pública de ahorro, no lo olvidemos-, la Diputación Foral de Bizkaia y, casi con toda seguridad, el Ayuntamiento de Bilbao. El presupuesto inicial sale ya por 183 millones de euros (30.448,6 millones de las antiguas pesetas). Lo más probable es que en la fase de adjudicación del proyecto, ya que estamos con el proyecto base, se amplíe esa cifra, cosa que de seguro sucederá en la fase de ejecución, como en toda obra de estas características. En todo este tema, el único agente que ha actuado con prudencia ha sido el Gobierno Vasco. Justo es remarcarlo.

En séptimo lugar, hay que decir que el Diputado General, señor Bilbao, ha insistido en que en este proyecto no habrá pelotazo, que esas cosas sólo pasan fuera de su querida Euskadi. Habrá que señalar al dirigente foral que el Real Madrid, efectivamente, dio un pelotazo urbanístico en la capital española, sí. Y lo hizo vendiendo su patrimonio, la Ciudad Deportiva que poseía en el centro de la ciudad, para irse a las afueras. Y ese dinero no lo ha utilizado en construir un campo nuevo, sino en tapar agujeros de fichajes multimillonarios y en lavarle la cara al estadio de Chamartín. ¿Qué patrimonio podría vender el Athletic para afrontar una inversión de ese calibre?

En todo caso, ante una operación de tal envergadura, es obvio que las empresas constructoras se pelearán por participar en ella, para llevarse la mejor tajada posible. Que sean empresas de Bizkaia o de Laponia, es indiferente. Seguro, en todo caso, que serán conocidas por quienes dirigen el club, la BBK, la Diputación y el Ayuntamiento, curiosamente todos ellos tienen vínculos directos con el Partido Nacionalista Vasco.

Entrando ya en el proyecto en sí, sin ser arquitecto, pueden decirse un par de cosas. El mismo, realizado por una empresa vasca de alto nivel, es una copia más o menos acertada de otros estadios europeos, que no enlaza para nada con la señera presencia que el actual San Mamés marca en el panorama urbanístico de Bilbao. A ello se suma que, en tiempos de debate mundial sobre el cambio climático y el ahorro de energía, se plantea un estadio hiperiluminado, derrochador de energía y que dará un mal ejemplo a los ciudadanos sobre la manera de abordar toda esa problemática medioambiental. Despilfarrar recursos energéticos no está bien, ni siquiera en Bilbao.

Por último, y para no aburrir al lector, ya es hora de que la sociedad bilbaina y por extensión la vizcaina, aborde de forma civilizada y madura la desacralización de un club de fútbol como es el Athletic de Bilbao. Un club que a lo largo de su historia ha carecido de democracia interna -como tantos otros, claro-; que se sigue basando en un sistema orgánico como la asamblea de compromisarios; y que ha sido dirigido, salvo alguna excepción gloriosa, por las elites políticas, primero del franquismo y luego del nacionalismo más conservador. Tampoco es que sea como para sentirse muy orgulloso.

Azogeak