¿Liturgia roja o púrpura?

Para los hijos de Euskalerría «el baculazo», que es como el cura Javier Baeza califica la actuación de Rouco Varela, no nos causa el más mínimo sobresalto. Ya estamos habituados a las intemperancias de este camandulero y demás colegas del contubernio púrpura. Los baskos, los que no nos sentimos españoles, ya hemos tragado demasiadas andanadas de este cura bronco e inmisericorde. No sólo fustiga a todos los que bregan en los infiernos de la miseria y la degradación humana, sino a cualquiera que persiga una estela de libertad.

Al parecer los curas rojos de San Carlos Borromeo, Enrique Castro, Pepe Díaz y Javier Baeza, han encontrado el rostro del evangelio que, siglos ha, perdió la iglesia jerárquica. No hay necesidad de ser creyente. Basta poseer una mínima lucidez y honestidad para conocer el mensaje del profeta de Nazaret y analizar su proceso histórico. El cristianismo oficial fue y es un fraude.

A partir del galimatías de Nicea, la iglesia abandonó el camino de la sencillez y del humanismo evangélico y se intrincó en el berenjenal del «mundanal poder»: económico y político. Luego llegó Letrán y las cruzadas, la Inquisición, Trento, etc.

Y aquel movimiento surgido para traer (era el mensaje del nazareno) la buena nueva de liberación para pobres y oprimidos, se convirtió en un movimiento generador de esclavos, desvalidos, ¿pecadores?… Había perdido el camino, el mensaje, la fe.

Y la arrogante jerarquía diseñó una nueva liturgia, pura parafernalia preñada de pompa, vanidad y urdida con signos escatológicos que atemorizasen y apabullasen al sufrido feligrés.

La jerarquía asesinó, gestó guerras y genocidios. La iglesia llevó a la hoguera cualquier intento de vuelta a los orígenes: cátaros, librepensadores, apóstoles de la justicia y de la libertad… «Infame iglesia católica, apostólica, carnívora y romana», la define F. Vallejo.

El sociólogo Marcos Roitman dice que en el s. XVII Ratzinger hubiera quemado a Frei Betto, Gutierrez, Bof, Ellacuría… y ¡cómo no!, a los curas rojos de S. Carlos Borromeo.

¿Y estos grandes torquemadas como Cañizares, Rouco, etc.? Pues, idem de idem. Como no dudo lo que harían con todos los que nos sentimos patriotas baskos. Nos sobran razones: ahí está la criminal cruzada de su digno antecesor, el Cardenal Goma. La virulencia de la jerarquía española contra todo movimiento liberador asusta. No me extraña que el citado Vallejo (y parece fuerte aunque sea verdad) la califique de «gran lacaya de la puta vaticana».

Evidentemente hay dos liturgias: la roja para los desheredados, drogadictos, emigrantes sin brújula, rameras y pecadores. La de los famélicos del continente negro o de América latina. La de ese Cristo sufriente, despreciado y desparramado que parece ser el Cristo evangélico. Y la otra: la liturgia púrpura: la de reyes y príncipes de la iglesia, la del capitalismo, la que bendice (o transige con…) guerras, Guantánamos, FMI, BM, Alcas, producción armamentística y de instrumentos de tortura…

Pero no dos iglesias verdaderas. Insisto, no hace falta ser creyente para enfriar el cerebro. Una sería la auténtica, la evangélica, la liberadora o de los pobres (en toda la infinita gama de las miserias humanas). Son exclusivamente ellos quienes verifican el mensaje cristiano.

La otra, la de la liturgia púrpura, ya lo hemos dicho, es un fraude. Sobrevive manteniendo cruzadas y apoyando o bendiciendo genocidios. Se nutre de las ubres del poder. Expande intolerancia, esclavitud, represión de las conciencias. Soporta perfectamente cualquier otra secta alienadora y estrambótica, mientras no le haga demasiada sombra; son perros de la misma camada. Lo que no soporta bajo ningún concepto es cualquier movimiento de liberación que ponga al pairo su hipocresía y corrupción.

Y sobre todo porque ha condenado y crucificado al cristo evangélico, al de los pobres, convirtiéndolo en un Dios déspota, atemorizador y burgués.