Hoy 28 de febrero es un día triste para la cultura, en concreto para la escultura en espacios públicos. En el paraje de Uribitarte frente a la ría del Ibaizabal, en el centro de Bilbao se «celebra» la colocación de una escultura de Eduardo Chillida, Buscando la Luz IV. Una gran pieza de acero corten de 8,5 metros de altura configurada como un rectángulo vertical abierto por un lado que se ensancha en su parte superior a modo de capitel ondulante en sus tres lados abriéndose y entregándose en el horizonte, la luz, por excelencia. Esta escultura, intrínsecamente, en cuanto creación cultural es una bella obra que como otras contemporáneas, admite opiniones de gustos pero evidentemente no un frívolo juicio negativo, sino un elogio formal y espiritual. Sin embargo el lugar de su emplazamiento es un escenario deplorable consecuencia de la más vergonzosa corrupción urbanística sufrida en la Villa.
Uribitarte, entre dos aguas en euskara, es la herencia espacial de la antigua isla resultante de la apertura en 1654 de un nuevo cauce rectilíneo en la Ría y el curvilíneo trazado del antiguo cegado en 1870. De acuerdo a su condición de muelle en 1931 se acabó de construir el Depósito Franco, un almacén portuario al estilo de otros tantos en todo el mundo, pero, de los más bellos existentes en la actualidad en Europa, catalogado en el Plan General de Protección Básica nivel C. La diferencia de nivel entre el límite del Ensanche, la alameda en cornisa sobre al trazado fluvial, Mazarredo, y los muelles se resolvía desde 1892 mediante el magistral espacio urbano constituido por las Escalinatas, Rampas y Jardines de Uribitarte. Proyecto del arquitecto municipal Edesio de Garamendi (1849-1899) asimismo, catalogado como Conjunto de Protección Especial nivel A. Constituía un excepcional y bellísimo conjunto urbanístico y arquitectónico. Una atalaya sobre la Ría
Todo esto se empezó alterar en 1988 con una sospechosa recalificación del Depósito Franco hecha por el entonces concejal de Urbanismo, Rodolfo Ares, del PSOE para crear un centro comercial. La operación acabó, al paso de los años, en una obra sin finalizar y como se presumía con una colosal estafa y quiebra, que llegó a 14.300 millones de pesetas y el asesinato, no esclarecido, del administrador único Salvador Marín en un pueblo de Córdoba el 1 de noviembre de 1998.
Años después aprovechando al situación de abandono se produjo otra recalificación especuladora mucho más escandalosa en beneficio de Vizcaina de Edificaciones. Para ello compraron a Arata Isozaki como aristócrata de la arquitectura, un individuo sin escrúpulos que se vendió, para la destrucción y especulación, para impulsar esta desgraciada operación de barbarie arquitectónica y urbanística. La iniciativa privada diseña la ciudad según sus conveniencias algo inconcebible en una sociedad democrática. Pretendían y lo consiguieron, con ayudas políticas y sospechosos silencios y abstenciones, construir dos rascacielos de 82 metros de altura y un torpe edificio quebrado como paredón paisajístico colapsando el histórico diálogo entre la Villa y la Ría. También para facilitar el negocio descuartizaron el magnifico Depósito Franco con el consentimiento y deplorable dejación del Departamento de Cultura del Gobierno Vasco. El Colegio de Arquitectos, asombrosamente se inhibió en la defensa de este patrimonio y tuvimos que ser unos poquísimos arquitectos y un entusiasta grupo de vecinos los que pleiteamos hasta perder en el Tribunal Supremo, en una sentencia asombrosamente dolosa.
La maniobra fue favorecida por una de las más memorables citas históricas de la historia del urbanismo. La frase de concejal de Urbanismo y arquitecto, Ibon Areso (El Correo 24-12-1999), sobre la propuesta del arquitecto Isozaki para Uribitarte y su entorno: «vamos a hacer una ordenanza que cumpla con el edificio, en lugar de un edificio que cumpla las ordenanzas», Tan magistral declaración constituye una tesis de perversidad urbana y una práxis del gobernante contemporáneo. Semánticamente es de ideología totalitaria; denota el beneplácito por la irregularidad. Es el preludio imprescindible para la especulación y el presagio de la tragedia urbanística que se prepara. A la vez que crea una alarma social, sienta un pésimo precedente y demuestra que la responsabilidad de un ayuntamiento es tan precaria como mercadeable.
Las proclamas vecinales de ¡Isozaki Kanpora! son una de las mejores reacciones sociales de repudio vecinal a estos arquitectos mercenarios capaces de todo por dinero. En su lamentable presencia en una conferencia evasiva en el Colegio de Arquitectos, el 29 de mayo de 2001, no permitió ninguna pregunta referente a este proyecto siendo abucheado por los vecinos asistentes en varias ocasiones. Acabado el acto huyó precipitadamente rodeado de guardaespaldas, sintomático signo que recuerda a clanes gansteriles.
En este deplorable escenario urbano y moral la promotora para intentar adecentar tan corrupto espacio decidió colocar una escultura de Chillida que culturizase una rutinaria, vulgar y exagerada escalinata, que cierta prensa perversamente, para agradecer la estancia en Japón que les pagó la empresa, pretende comparare con la Scalinata di Piazza Spagna, magistral obra de Francesco de Sanctis de 1723-26, pensando que la sociedad es inculta e insensible.
El concepto del espacio
El gran escultor vasco cuando se enfrentaba a un emplazamiento mantenía un profundo diálogo entorno al espacio preexistente circundante y sus circunstancias condicionantes, y se interrogaba sobre el nuevo que con su creación se iba a generar, estableciendo una jerarquía presencial basada en la historia, el entorno y la mesura, en suma: un respeto.
En el Peine del Viento, de 1977, con la necesaria e inteligente colaboración del arquitecto Luis Peña Ganchegui crea un lugar donde finalizaba una geografía sin un compromiso concreto, en un respetuoso diálogo con el horizonte y desafío matérico con la naturaleza, la mar. El resultado es sencillamente apoteósico: uno de los espacios artificiales más bellos del mundo.
En Loyola, ante la monumental arquitectura barroca de la basílica desarrollada entre los siglos XVII y XVIII, entiende con inteligente humildad que su presencia no debe alterar la axialidad del monumento que, enfatizada, proviene desde el casco urbano de Azpeitia y sitúa, el 10 de abril de 2000, su escultura Enparantza II (Homenaje a San Ignacio), creada años antes de 145x35x35 cm. en el ángulo izquierdo de la extraordinaria escalinata del templo.
Cuando Chillida fallece, el 19 de agosto de 2002, empieza un periodo de enorme desconcierto espacial y se aprecia una desconsiderada torpeza en el emplazamiento de sus esculturas. El primer error aparece en Abandoibarra donde la pasarela proyectada por su amigo el eminente ingeniero de caminos José Antonio Fernández Ordóñez, pero construida ya fallecido, evidencia una obra torpe inaugurada el 28 de marzo de 2003 sumamente agresiva con la Universidad de Deusto existente en el frente de la Ría desde 1886. Para compensar la barbaridad, en la orilla opuesta se coloca en el eje de la pasarela, como remedio, un «chillida», Begirari IV, próximo a unas farolas también en acero cortén, y de similar volumen que crean una confusión perceptiva. Chillida es imposible que hubiese aceptado este chantaje, en contra de su voluntad que sólo admitía estar, enfatizaba, «cerca» del puente. Posteriormente en el hotel, de aspecto carcelario, Sheraton inaugurado el 7 de julio de 2004, su entorno familiar acepta, extrañamente, que el bar de este fracasado edificio lleve el nombre de cafetería Chillida.
Estando Chillida en un jurado artístico en Catania, la señora Lola Mitjants esposa del director de La Caixa Josep Vilarasau, le propuso hacer una escultura «del material que fuese» sin ningún tipo de limitaciones para decorar un área de servicio de la autopista A-7. A Chillida la propuesta no le interesaba, y así se lo hizo saber. Dada su insistencia y sucesivo rechazo, le responde: «A mi lo que me interesa es el viento, no la velocidad». Y ante desesperadas peticiones reafirma: «Para mi la escultura es tan importante como el espacio que ha de ocupar». Un ejemplo que extraña y desgraciadamente se ha querido olvidar.
Pero donde la humillación alcanza el grado de degradación espacial es en Uribitarte. Su escultura Buscando la luz IV de 2001, es otra versión de la situada en el centro del bellísimo espacio de Chillida Leku, Buscando la luz I ,que incluso semánticamente es una acusación. Habría que recordar la verdad, la luz, de todo el especulativo proceso que ha llevado a construir esta barriada vertical.
Esta explanada de 50 metros de anchura con gradas resultaba tan árida que hacía falta un adorno duro, resistente. Es un paraje conflictivo por la proximidad de discotecas, pubs y bares que generan continuos problemas de socialbilidad, agresiones ha habido muertos, peleas, apaleamientos, trapicheos diversos, borracheras, daños urbanos, suciedad, aparcamientos abusivos y ruidos en todo el entorno. El graderío invita al botellón, el suministro esta cerca, y desgraciadamente la escultura por su forma tiene demasiadas probabilidades de no respetarse y convertirse en una cabina urinario.
La inadmisible manipulación que ha hecho Isozaki de este lugar ha llegado al extremo de colocar la escultura como la pieza que adecente un lugar turbio. Algo indignante. No se comprende como la familia de Chillida, al igual que hizo en Toledo con la escultura Lugar de Encuentros V, denunciando las continuas agresiones, que no se cuidase el entorno, y solicitando se retirara la obra, haya admitido esta humillación. Han aceptado que una escultura suya aparezca como pretexto comercial para dinamizar un lugar inmobiliario, oprimida y ridiculizada por dos rascacielos y lo que todavía es peor rodeada a pocos metros por seis farolas .Jamás se había visto una obra de arte entre postes y focos. ¿Que concepto tiene Isozaki y quienes le rodean del monumento y su entorno? ¿Dónde esta la autoestima por la perpetuidad del prestigio del gran escultor vasco, la dignidad y la idoneidad?