Está visto que no pasa un sólo día sin que alguien maree un poco más la perdiz navarra. Hemos leído en este periódico las declaraciones del representante de Batzarre, Ioseba Ezeolaza, pidiendo a NaBai mayor claridad en algunos puntos que al parecer Batzarre sí tiene claros: rechazar que Navarra pueda ser precio político; respeto a la identidad Navarra y que «cuando se hable de Euskal Herria se hable como elemento cultural, dejando claro que Navarra es la que debe decidir si quiere ser parte de ese elemento político».
La frase en sí misma ya es un mareo: Euskal Herria entonces ¿es elemento cultural o elemento político? ¿O para Navarra debe usarse como elemento cultural y para otros como elemento político?
Si nos ponemos los espejuelos de la Historia, la sinsorgada todavía se ve mayor. Cuando las cuatro diputaciones decidían unir el mando militar en las guerras carlistas, ¿lo hacían con criterios culturales? Y cuando la Diputación de Navarra en 1864 propuso a sus hermanas el Laurak Bat «en favor de una unión patriótica y religiosa» del país ¿no estaba hablando de política? Porque lo que proponían los navarros era hacer una banca conjunta, Universidad, manicomio, gestiones unidas ante Madrid… Los proyectos de estatutos de autonomía para las cuatro provincias, refrendados varias veces por los ayuntamientos navarros, ¿sólo fueron folklore?
En suma, la defensa histórica que los carlistas, los liberales fueristas, los masones, los republicanos federales, los socialistas y los comunistas navarros han hecho siempre de la unidad de Euskal Herria, sin menoscabo de las particularidades forales de cada territorio, ¿no merecen ser tomadas en cuenta como antecedentes políticos, amén de culturales, de la unidad vasca?
Batzarre, grupo que se dice de izquierdas, tan dedicado ahora a la memoria histórica, debería al menos tener en cuenta el acuerdo del Frente Popular Navarro de junio de 1936, exigiendo del Gobierno la incorporación de Navarra al Estatuto Vasco y no dejar a Navarra en manos de la derecha. A los firmantes de aquél acuerdo, fusilados un mes más tarde, ¿los persiguieron por razones culturales o políticas? Y el Consejo de Navarra en el exilio, y toda la lucha antifranquista que defendía la unidad vasca ¿era sólo por amor a la cultura?
El mismo Batzarre debería mirar en sus propios archivos sus digos pasados y sus diegos actuales. Los abuelos de Batzarre se llamaron ETA Berri, de donde salió luego el Movimiento Comunista y luego el EMK, que se separó de la organización estatal por coherencia con la autodeterminación y hasta alentaron un grupo armado, Iraultza, del que ahora nadie quiere acordarse. En el entorno, docenas de organizaciones (Euskadiko Gaztedi Gorria, ESK-CUIS, Zutik, etc.) todas defendiendo Navarra como parte política inseparable de Euskal Herria. Y por no ir tan lejos, el único cargo parlamentario que ha tenido Batzarre ¿no lo consiguió como Euskal Herritarrok? ¿A qué vienen ahora estas milongas culturalistas? ¿Quién está utilizando a Navarra como moneda de cambio? ¿Y qué precio político se paga por semejantes volteretas históricas?
Este cuento de Euskal Herria como elemento cultural y no político no lo ha inventado Batzarre. Lo inventó Víctor Pradera, prócer del fascismo español y padre espiritual de los Del Burgo. Y lo desarrolló Garcilaso desde el Diario de Navarra. En su nueva deriva política (¿o cultural?) Batzarre debería tener más cuidado al elegir los ideólogos.