Tras la reforma del Estatut de Cataluña, y las zancadillas y puñaladas traperas con que se prolonga un triste modelo de convivencia tutelado y mangoneado por España, Hèctor López Bofill (Las palabras claras) llama a tirios y troyanos a una reflexión necesaria: «la clave para impulsar el cambio de paradigma es, como hizo ERC con la declaración ideológica de 1993, que el catalanismo liberal y democratacristiano organice un Congreso en el que se diga (y les ruego que me permitan la expresión) de una puñetera vez con voz bien alta que el Estado propio es el objetivo central de su acción política, que la plena soberanía es lo único que puede garantizar la supervivencia de la comunidad y de la lengua y que sólo con un Estado podremos participar en el concierto internacional. En definitiva, ¿qué liberal puede aceptar la transferencia anual del 9% del PIB para construir las infraestructuras de otra nación? Lo primero que tiene que hacer el centro derecha catalanista es recuperar la noción del nosotros, que la plantee sin ambigüedades, por que hablar del nosotros, nosotros el pueblo de Cataluña, es la primera condición para decidir».
Salvemos las distancias. Es obvio que existen diferencias entre nuestra tierra y la catalana. Pero en estos días en que hemos visto la despiadada condición de los españoles (la abierta alegría ante el caso de De Juana), su hipocresía, con la indignación escenificada a cuenta de los dos inmigrantes muertos en Barajas, después de los miles de inmigrantes muertos en pateras y cayucos sin que se les haya movido una ceja, la militancia de sus jueces, en un Estado en el que no hizo falta una ley de punto final por la guerra del 36, el franquismo y la dictadura, y ahora procesan por terrorismo a jóvenes, menores y al lehendakari a la que se descuida, creo que va siendo hora de convenir con López Bofill. Nuestra supervivencia, nuestra salud mental, nuestra higiene colectiva, exigen la independencia. No la territorialidad, ni la autodeterminación, ni la defensa de «nuestras instituciones». Nada de medias tintas.
De una vez por todas, un Estado propio en Europa. De una puñetera vez.