El pasado mes de octubre caía tiroteada por un esbirro ruso en su propia casa la periodista Ana Politkovskaya, quien había denunciado en artículos de prensa y en varios libros los abusos cometidos por las tropas ocupantes en Chechenia, especialmente por los siniestros «federales» del FSB. Ahora le ha tocado el turno al periodista turco-armenio Hrant Dink, responsable de la revista «Agos», que ya había sido condenado en octubre de 2005 a seis meses de cárcel por «difamar a la nación turca». El reciente premio Nobel Orhan Pamuk, que también ha denunciado el genocidio contra los armenos en tiempos de Ataturk y la represión contra el pueblo kurdo, se libró a última hora de una pena semejante. Esperemos que también se libre de una muerte violenta como la que ha acabado con la vida de Dink.
Las grandes potencias imperiales, como Rusia y Turquía, no están dispuestas a tolerar que personas independientes les coloquen frente al espejo de sus crímenes y sus atrocidades. Al final son pistoleros a sueldo o fanáticos bien adiestrados quienes ejecutan el crimen, pero los responsables últimos son Putin y Erdogan, no hay que andarse con rodeos. No seré yo el que alabe los sistemas democráticos de la UE frente a los «defectos» del régimen turco. Que Turquía entre o no en la UE es un asunto más ecónomico que otra cosa. Hay mucho dinero en juego. De lo que tratamos aquí es de los derechos de minorías nacionales como los armenios, los kurdos o los chechenos, históricamente apaleados por sus poderosos vecinos eslavos u otomanos.
Hran Dink, de 52 años, el intelectual de origen armenio más destacado en Turquía, había denunciado el genocidio cometido, que aún no ha sido reconocido por el Estado turco. Entre un millón y millón y medio de personas fueron eliminadas en un episodio histórico que supone el antecedente más claro al holocausto que acabó con millones de judíos, gitanos, comunistas y homosexuales en la Alemania de Hitler.
Aplicar las dobles varas de medir en estas cuestiones acaba por empozoñar las mentes más privilegiadas. No se puede condenar unos genocidios y justificar o minusvalorar a otros. Todos son igualmente execrables. El cometido en su día contra los armenios lo fue, en aras de una pureza nacional musulmana, racista y anticristiana. La actual persecución contra los kurdos de Anatolia también lo es, así como la que se realiza desde Moscú contra los militantes y pueblo chechenos. Al menos nos queda rendir un homenaje a alguien que ha luchado por la verdad y la justicia. Que la tierra te sea leve, compañero Hrant Dink.
[Domingo, 21: El presunto autor de la muerte de Dink ha sido apresado. Es un joven sin demasiados recursos, que no conocía Estambul y frecuentaba los cybercafés. Es igual. La conciencia armenia en Turquía ha sido aniquilada, mientras el Estado no hacía absolutamente nada para proteger a un periodista y escritor amenazado. Mantengo el juicio sobre Erdogan, aliado de Zapatero en la Alianza de Civilizaciones. Que pida perdón a los armenios, en nombre del Estado turco, por el genocidio sobre ese pueblo y luego ya hablaremos de otras cuestiones]