Una consideración sobre la actualidad
El día 23 de octubre pasado en su habitual columna de los lunes en Noticias de Gipuzkoa, mi apreciado Ramón Labaien escribía un comentario sobre la imputación, por parte de la judicatura hispana, al lehendakari Ibarretxe por sus contactos con la por ellos mismos ilegalizada Batasuna. Es evidente que, ante tamaña arbitrariedad, me solidarizo con Ibarretxe y con todos aquellos que lo que pretenden es hablar y debatir sobre nuestra realidad y futuro.
Hasta aquí todo en orden. Pero… ¡Sí!, hay un pero: Ramón Labaien afirma que «…el lehendakari estará representando, ni más ni menos, a una Nación vasca imputada en bloque por la Justicia española». Dentro de las amplias limitaciones del actual sistema político que rige en el Estado español se puede aceptar en principio que Ibarretxe represente a la parte de la población vasca que vive en las tres «Provincias Vascongadas», hoy conocida como «Comunidad Autónoma del País Vasco» (CAV) o, en una escandalosa reducción del neologismo sabiniano, Euskadi.
Hay, no obstante, muchos otros vascos que, debido a los violentos avatares históricos sufridos y, en concreto más recientemente, al sistema político impuesto en el estado español tras la muerte del General Franco, no han votado a Ibarretxe. Son tan vascos como los que hoy reciben dicho nombre desde las instancias políticas españolas. Y a esos, se quiera o no, guste o no, no les puede representar Ibarretxe de ninguna forma. Se pueden sentir solidarios con él y apoyarle, pero viven en contextos políticos distintos. Por cierto, que ninguno de los «contextos» ni sus respectivas «organizaciones políticas» en los que (mal)vivimos los vascos ha sido libremente determinado, ni tan siquiera refrendado, por el conjunto de nuestra sociedad.
Otra sobre historia y patrimonio
Recientemente se ha publicado un hermosísimo y muy interesante libro (Pamplona, 2006. Ed. Pamiela) de Iñaki Sagredo cuyo título «Navarra, castillos que defendieron el Reino» ya constituye toda una declaración de principios. Es de enorme importancia didáctica el mapa de la cubierta posterior en la que la ubicación de los castillos expresa un territorio que, evidentemente, coincide con la extensión territorial de Navarra, pero que coincide también con gran aproximación a los territorios en que hoy todavía se conserva abundante toponimia vasca. Parece que próximamente aparecerán otros dos volúmenes que culminarán tan importante obra.
El libro de Sagredo contextualiza, con datos documentales, cada una de las fortificaciones que relata aunque de las mismas sólo queden vestigios. Por eso está llamada a ser una obra de referencia. Une la rigurosidad histórica a la belleza y la didáctica.
Por el contrario, hay que decir que la publicación realizada por el Departamento de Cultura de Eusko Jaurlaritza-Gobierno Vasco, escrita por Armando Llanos con el título «Defentsarako Arkitektura. Euskal Herriko Gazteluak eta Dorre Gotorrak – Una Arquitectura defensiva. Castillos y Torres Fuertes del País Vasco», resulta triste y penosa.
El libro, con formato folleto y un CD incluido, ambos de muy bella factura, resulta decepcionante. Para su autor (espero y deseo que no sea así para los responsables de Cultura del Gobierno de Vitoria-Gazteiz), los límites de lo que él considera Euskal Herria coinciden con los de la ya citada CAV. En su obra la palabra Navarra prácticamente no aparece (cita, eso sí, la obra clásica de Julio Altadill sobre «Castillos medievales de Navarra», sin ninguna referencia concreta a la misma) y las pocas veces que lo hace resulta, cuando menos, inadecuada.
Así, por ejemplo, en su página 20 en referencia a las fortificaciones guipuzcoanas afirma: «La construcción de buena parte de ellas, en momentos antiguos, parece corresponder a una ordenación estratégica estando relacionada con el Reino de Navarra y con la frontera natural (¡sic!) con Francia. El resto de las torres fortificadas son elementos tardíos, elevadas con motivo de las luchas de bandos entre Oñacinos y Ganboinos.»
El texto, aparte de su extraña redacción, contiene realidades parciales y descontextualizadas: 1) Afirmar que «parece responder a una ordenación estratégica estando relacionada con el Reino de Navarra» y no decir que en 1200 Castilla conquista el Duranguesado, Araba y el territorio de la actual Gipuzkoa y establece allí su frontera defensiva, si no es ignorancia es una broma. 2) Hablar de la «frontera natural con Francia», sin ninguna reflexión sobre la realidad aquitana en su conjunto, a través de la ocupación británica que dura desde el siglo XIII hasta mediados del XV, con el final de la Guerra de los Cien Años. Ni «natural», ni «francesa», ni nada de nada, hasta prácticamente el siglo XVI y la consolidación de las monarquías española y francesa; de nuevo, ¿ignorancia? ¿olvido?. Y 3) Los elementos más tardíos hacen referencia, en eso estoy de acuerdo con el autor, a los conflictos banderizos; pero, ¿hasta qué punto se puede mantener que dichos conflictos nada tienen que ver con la anterior adscripción a Navarra de los territorios en que se desarrollan?
A este respecto resulta esclarecedor el texto (sin firma) de la Presentación del libro de varios autores «Los señores de la guerra y de la tierra: nuevos textos para el estudio de los Parientes Mayores guipuzcoanos (1265-1548)», editado en Donostia-San Sebastián por Gipuzkoako Foru Aldundia – Diputación Foral de Gipuzkoa, en el que se dice «…resulta evidente la importancia del Archivo general de Navarra para profundizar en el conocimiento sobre los Parientes Mayores guipuzcoanos durante una etapa en la que la documentación castellana apenas los menciona.» Por algo será.
Y una conclusión
Considero muy peligrosa la tendencia cada vez más extendida, por desgracia, en algunos sectores que se consideran abertzales de la CAV a considerarse a sí mismos como los «vascos» y relegar al resto al «limbo de los justos» (¡Pobres «navarricos» y «gabachos»!). Lo cual ya resulta extemporáneo en la época en que hasta la ortodoxia romana parece renunciar a defender su existencia.
Evidentemente que si a esas personas se les pone en el disparadero, rectifican automáticamente y vuelven en su discurso a la «ortodoxia» nacional. No obstante su subconsciente les traiciona con frecuencia y toman «la parte por el todo», porque inconscientemente piensan que la «parte» es el «todo».
¡Triste y pequeño País, al que quieren empequeñecer aún más, si cabe!