Las llamas de la carnicería que Israel ha desplegado en Oriente Medio amenazan con extenderse por toda la región. Desde que el estado sionista lanzó su última campaña bélica hace ya algunas semanas, imponiendo el terror a todo un país (Líbano) y a todo otro pueblo (Palestina), las hipótesis y los análisis sobre el futuro de la zona se siguen sucediendo. Mientras tanto, los distintos actores maniobran buscando sus propios intereses y la mayoría de medios occidentales especulan sobre la situación.
La guerra abierta entre Israel y la resistencia libanesa, la fragilidad de algunos dirigentes árabes, el papel de la mal llamada comunidad internacional, las acusaciones hacia Siria e Irán, la alianza entre Washington y Tel Aviv la respuesta de la «calle árabe», son algunos de los ejes que están sobre la mesa en estos momentos.
A pesar de los cantos de sirena que apuntan hacia un alto el fuego, algunos acontecimientos señalan hacia el alargamiento del conflicto. Probablemente, ni Israel ni Hezbollah esperaban las reacciones de sus adversarios, y tal vez sea el gobierno de Tel Aviv el que más tenga que perder si se alarga la ocupación, a pesar de sus maniobras estratégicas no declaradas.
A pesar del genocidio desplegado por los estrategas militares israelitas, cada día que pasa el fracaso sionista se acrecienta. A día de hoy ha sido incapaz de acabar con la resistencia de Hezbollah, ha logrado unificar a buena parte de la sociedad libanesa en torno a la misma, la sensación de inseguridad puede extenderse a las ciudades de Israel, o incrementarse si la resistencia hace uso de misiles de largo alcance, lo que hará saltar por los aires las ciudades y pueblos en Israel y sobre todo la percepción de estado invulnerable e invencible. Y a todo ello cabe sumar el alto coste económico que supone mantener movilizados durante mucho tiempo a un número elevado de tropas y el desgaste físico (pérdida de vidas humanas) y psicológico (recuerdos de la anterior ocupación) que ello conlleva.
Hezbollah por su parte todavía no ha puesto sobre el tablero todos sus efectivos, controla a la perfección la táctica de guerra de guerrillas, sus armas más mortíferas permanecen intactas a la espera del momento de activarlas, y sobre todo, el apoyo popular es casi absoluto entre la población chiíta del país, y también se ha convertido en la referencia de parte de las otras comunidades, locales y del mundo árabe y musulmán.
La calle
Paralelamente a la batalla del Líbano, en las calles de los países vecinos se está desarrollando otro enfrentamiento soterrado, alimentado en buena medida por los acontecimientos libaneses y por la incapacidad manifiesta de los dirigentes corruptos de esos países para satisfacer las demandas de sus ciudadanos. Al comienzo de la ocupación, los líderes de Egipto, Jordania y Arabia Saudita acusaron a Hezbollah de provocar la reacción sionista, sin hacer ninguna mención a la criminal actitud de Israel. Sin embargo las imágenes de la masacre libanesa no tardaron en llegar a esos países, y sus dirigentes debieron maniobrar para buscar recolocarse ante el nuevo contexto.
Frente a esa tibieza «la calle árabe» se ha manifestado contra la política de Israel y Estados Unidos, cuya imagen se ha deteriorado aún más si cabe, y al mismo tiempo también protestaban contra los gobiernos que apoyan a éstos. En esta línea los llamamientos a apoyar a Hezbollah se han sucedido, desde los hermanos Musulmanes de Egipto, de siria o de Jordania se apela a la unidad contra la agresión sionista. Otro tanto hacen las organizaciones políticas islamistas en Pakistán o la Península Arábiga, e importantes clérigos sunitas también se han sumado a esas proclamas. Estos movimientos escenifican por un lado la importante brecha que está creciendo entre los regímenes aliados de Washington y sus poblaciones, que cada vez se posicionan más en torno a alternativas islamistas y que adquieren visos de poder cambiar el panorama político local y regional. Y por otro, esas reacciones muestran, al menos coyunturalmente, una imagen de unidad en el mundo musulmán, superando de momento las diferencias entre chiítas y sunitas.
Y esos mismos protagonistas se muestran cada día más enojados con la llamada comunidad internacional, y el papel que ésta desempeña en la actual crisis. La calle árabe sabe muy bien que tras los llamamientos de «ayuda humanitaria» están los mismos que venden las bombas que arrasan estos días a la población civil libanesa. «Es como si nos mandasen bombas con mantequilla, lo único que pedimos es que nos dejen vivir en paz».
Los ejes
Frente a quienes señalan a Siria e Irán como los «patrones» de Hezbollah, es preciso hacer unas matizaciones. Esas mismas fuentes olvidan intencionadamente que el movimiento libanés tiene su propia agenda, toma sus propias decisiones y actúa según esa lógica. Si esos países han aportado algún tipo de ayuda económica o logística a la resistencia libanesa, ésta no ha condicionado ni variado los objetivos de Hezbollah. En esa clave, parece que el régimen de Damasco necesita más a la organización chiíta que ésta a Siria. Y en el caso de Irán, es evidente que a pesar de toda la propagando vertida desde Washington, finalmente Teherán volverá a jugar un importante papel de mediación para resolver el conflicto, tal y como ha hecho en Iraq o Afganistán.
En ese mismo escenario entra también en acción el verdadero eje del mal que conforman en estos momentos las políticas agresivas y unilateralistas de Estados Unidos e Israel. Los ideólogos neoconservadores y cristiano-sionistas llevan tiempo maniobrando para rediseñar el mapa en al región, y la unión de los intereses de los halcones estadounidenses e israelitas han desencadenado la situación actual. Los argumentos utilizados para justificar la agresión de Israel se caen al descubrir un documento elaborado hace años por varios neoconservadores, donde ya dibujaban la nueva estrategia que debían seguir sus gobiernos y el papel central de Tel Aviv en la misma.
El despliegue de tropas extranjeras en el sur libanés no está tampoco exento de dificultades. Las experiencias del pasado, cuando las tropas internacionales, francesas o estadounidenses, tuvieron que abandonar el país con un importante número de bajas, la actitud actual de los gobierno que estarían dispuestos a mandar tropas, y la negativa libanesa a soportar otra ocupación militar son importantes obstáculos en el camino para solucionar la situación.
Además están los intereses ocultos de algunos de esos estados, Francia(recuperar su protagonismo), Italia (en clave interna para reforzar a Prodi), Turquía (a cambio de concesiones diversas), Alemania (un puesto en el consejo de Seguridad).. son tan sólo algunos ejemplos donde todos buscan beneficios sin importarles la situación de la población libanesa.
En la actualidad, Hezbollah se ha convertido en inspiración y «fuente de esperanza» para movilizar a buna parte de las voluntades populares del mundo árabe, que cada vez está más cansado de sus gobernantes, a los que no duda en ver como corruptos, opresores y seguidistas de EEUU. Y sus retractores ven con temor que esa posición se asienta cada día que pasa y la suya se debilita. Por eso probablemente la solución venga de la mano de una negociación donde se busque solucionar el tema de los prisioneros libaneses en Israel o la ocupación de Israel en la región. En esa clave sería lógico pensar que el alto el fuego se englobaría dentro de «un paquete negociador» de más calado.
Y mientras esta solución se demore la población civil seguirá sufriendo la carnicería israelí, y otros aspectos colaterales como la catástrofe ecológica ola situación en Iraq también se agravarán. Y finalmente, la estabilidad regional y mundial terminará pagando esa prepotencia militarista que imponen Washington y Tel Aviv.
TXENTE REKONDO.- Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)