El golpe se ha consumado en Timor Leste

Las maniobras conspirativas y los esfuerzos para provocar un cambio de régimen parece que han dado sus frutos en Timor Leste. La dimisión del primer ministro Mari Alkatiri, rápidamente aceptada por el presidente Xanana Gusmao, ha sido recibida con indisimulada alegría por los actores extranjeros y las fuerzas más conservadoras de la isla.

Resulta cuando menos curioso que la mal llamada «comunidad internacional» acepte las presiones de determinadas minorías para acabar con gobiernos elegidos en base a los parámetros democráticos que ella misma ha defendido y manifestado. El indiscutible y abrumador triunfo del FRETILIN posibilitó que Alkatiri fuese elegido como primer ministro. Su política progresista y de defensa de los intereses de su pueblo han chocado con los intereses de la todopoderosa Iglesia católica, Australia, del FMI y del Banco Mundial.

Tampoco conviene olvidarse de los nuevos ricos que han conformado una nueva clase social que está deseosa de poder beneficiarse de los fondos de esos organismos, aún a costa de un endeudamiento del pueblo y siguiendo una política que se ha demostrado en otros casos como una «condena» perpetúa para los pueblos que buscan avanzar y seguir siendo dueños de su propio destino.

Los supuestos errores del gobierno presidido por Alkatiri han servido de excusa para orquestar toda una campaña contra el dirigente timorense, a quien los poderosos actores antes mencionados no perdonan los ejes de su política social y económica (de ahí los eslóganes de «comunista» y «extranjero» contra Alkatiri en las manifestaciones).

Varias intentonas

La campaña contra Alkatiri no es nueva, ya en diciembre del 2001 se organizaron protestas contra él, y en abril del año pasado, la propia iglesia se puso al frente de nuevas protestas. Sin embargo, algunas fuentes de la región han señalado que en los últimos meses se han producido hasta tres intentos de golpe de estado contra el gobierno elegido democráticamente. Así, en abril del año pasado el comandante de la Fuerza de Defensa del país fue instado a promover un golpe, pero rechazó el mismo. Este mismo año, nuevamente, dicho comandante recibió la visita de dos líderes políticos locales y de dos ciudadanos extranjeros con las mismas intenciones, y de nuevo rechazó la solicitud de dirigir el golpe de estado. Uno de sus ayudantes, el teniente coronel Falur Rate Laek, recibió la misma visita y con las mismas intenciones unos días más tarde, y nuevamente los golpistas obtuvieron el rechazo de los militares.

No obstante los golpistas no han cejado en sus intentos por dividir y enfrentar a las fuerzas armadas, orquestando una campaña contra el primer ministro como objetivo final. Esas maniobras consiguieron dividir las fuerzas policiales en primer lugar, y enfrentarlas con el ejército más tarde, logrando que el caos y los enfrentamientos se sucedieran durante semanas en la capital de Timor Leste.

Todos los argumentos utilizados estas semanas (listas de muertos, relaciones de Alkatiri con la distribución de armas.) han ido desvaneciéndose, sobre todo a la hora de aportar pruebas fehacientes. Pero a tenor de los acontecimientos de última hora, las fuerzas conservadoras y los grupos de presión extranjeros parece que han logrado su objetivo, forzando la renuncia del primer ministro. Éste ha vuelto ha demostrar su madurez política, prefiriendo renunciar al cargo, si con ello se logra una estabilidad para su pueblo, que seguir hasta las ultimas consecuencias con el mandato popular que tenía.

Australia

No es difícil de observar detrás de estos movimientos los intereses australianos, quien bajo la excusa del envío de fuerzas de paz, ha logrado asentar su presencia militar en la isla, descabezar al mayor opositor de su política energética y colonial, y asegurar con ello el acceso a las riquezas energéticas que tiene Timor Leste.

Un antiguo general portugués, que estuvo al frente de las tropas de Naciones Unidas en Timor Leste ha señalado que «Australia ha provocado la crisis para controlar ese país y sus riquezas». Sydney busca hacerse con las reservas de gas y petróleo de las aguas timorenses y para ello ha buscado «la presencia militar sobre el terreno y el control del sistema político del país».

Las diferencias entre Mari Alkatiri y Xanana Gusmao no eran nuevas. Mientras que el primero apostaba por un régimen parlamentario, éste prefería uno presidencialista. Y probablemente, tras salir derrotado democráticamente, no ha desperdiciado la oportunidad de asentar un golpe definitivo a su ahora rival político. Tampoco conviene perder de vista al «laureado» Jose Ramos Horta quien desde el comienzo de la crisis se ha aliado con los sectores reaccionarios de la iglesia y las clases conservadoras del país. Este personaje, cuya ideología se encuentra cada día más lejos de la que defiende el FRETILIN y el hasta ahora primer ministro, habla todos los días con el ministro de exteriores australiano, lo que muestra por dónde pueden ir las intenciones del mismo.

Si el cambio de régimen impulsado logra sus objetivos no es difícil adivinar el futuro que le espera a Timor Leste, que abrirá sus puertas a las «ayudas» del Banco Mundial y el FMI, para que las nuevas clases altas se aprovechen de las mismas mientras que el país se ata de por vida a un préstamo que le condicionará todo su futuro. Al mismo tiempo, la dirección política del país se mostrará dispuesta a renegociar con Australia un acuerdo sobre los recursos energéticos que únicamente beneficiará al gobierno de Sydney y en todo caso algunas migajas llenarán los bolsillos de una elite política local que habrá abrazado definitivamente el camino de la sumisión y la corrupción. Y donde la Iglesia Católica impondrá sus criterios en materia educativa y social.

Mientras tanto la población civil verá como sus penurias aumentan y sus posibilidades de salir de la actual crisis económica y social se alejan cada día más. Y su situación volverá a desaparecer de unos medios de comunicación que la han venido ignorando durante mucho tiempo.